𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐂𝐈𝐎𝐍

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Todo en su entorno era familiar pero también extraño; desde que despertó ya no era el mismo. Una combinación entre quien era y quien es.

Su mente y su corazón estaban divididos. Una parte de él creía enteramente en la versión de Yoongi, en todo lo que había visto mientras dormía y sobretodo en que debían estar juntos, pero la parte restante se mantenía escéptica.

—Ya está el auto, te espero abajo y espero que tengas una maldita dirección que seguir —gruñó su hermano, con notable mal humor. Él solo quería acabar con todo pero Jungkook parecía ir en otra dirección. 

Jungkook no respondió, se quedó mirándose en el espejo un poco más antes de finalmente ponerse de pie y caminar detrás del mayor. Caminó con espada erguida, con la buena postura que nunca tuvo antes.

Entró al auto al lado de su hermano, suspiró y le mostró en su teléfono la referencia del lugar que deseaba visitar. 

—Eso está lejos, Jungkook —se quejó con una mueca, pasándose las manos por el rostro. 

—Lo sé, lo sé, pero realmente tengo que ir. Sé que sí. 

YoonJae quiso refutar pero no se atrevió a darle la espalda a Jungkook, como lo hizo el resto de la familia. Encendió la radio y colocó una emisora local, Jungkook se colocó auriculares y miró por la ventana, luego cerró los ojos apoyando la cabeza en la ventanilla. 

Quiso dormir, descansar un poco, pero no dejaba de ver el rostro de Yoongi cada vez que los cerraba.

El camino fue largo, con varias paradas en hoteles de carretera. Atravesar todo el país en auto no era exactamente agradable cuando la marcha solo hace paradas estrictas y necesarias en estaciones de servicio o para cubrir sus necesidades básicas.

Tras el cansado viaje, se hallaron frente a una gran mansión construida siglos atrás pero conservada por el gobierno como atractivo turístico. Un paseo por la historia. Para su suerte, llegaron a tiempo para el último recorrido del día.

Salir del auto fue un alivio para lo tensos que se hallaban sus cuerpos, pasaron varios minutos estirándose, aliviando su rigidez. Tras ello, se acercaron al grupo que esperaba por la visita, se registraron pagando por el boleto.

Jungkook sintió un repentino nudo en el estómago, estaba ansioso.

El recorrido dio inicio después de unos minutos. Mientras Jungkook caminaba por los pasillos de la casa todo se hacía más claro, le gustaba lo que veía. Era tan hermoso, tan fino y tan antiguo a la vez.

Miraba toda la propiedad como embelesado, hechizado por los recuerdos que allí se originaron. Inexplicablemente se vio a sí mismo siendo un niño pero no el que creció con YoonJae a su lado, sino aquél otro que se crió en esa casa. 

Se vio a sí mismo corriendo por los pasillos de la mano con el padre que tuvo antes, robando galletas a escondidas de la madre con elegante vestido y ella reprendiéndolo pero luego estrechándolo entre sus brazos. Vio a sus hermanos menores, yendo detrás de él, queriendo jugar o que les contara historias. 

Pequeñas lágrimas desbordaron de sus ojos ante los recuerdos que ahora eran dolorosos. 

Le dolía que no solo el amor de su vida le fue arrebatado, también le quitaron una familia que lo amó y que lo aceptó a pesar de las circunstancias de la época. 

Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y llevó la mirada hacia YoonJae, él era el único miembro de la familia que no lo rechazó cuando Jungkook decidió un camino distinto al que habían planeado para él, cuando decidió no convertirse en un exitoso abogado en la firma de su padre. Su familia no toleraba las carreras relacionadas con arte, asegurando que todo sería una pérdida de tiempo.

Se sentía como si supiera que tanta desdicha terminaría pronto. Volvió la mirada al frente sumido en sus pensamientos hasta que YoonJae posó la mano en su hombro, señalándole una pintura a lo alto de la pared. Donde habían un total de cinco personas retratadas.

El hombre que fue su padre, la mujer que fue su madre, sus hermanos y él mismo. Jungkook sintió miradas en él, al ver al rededor se halló con que las personas del grupo, incluyendo a la guía, se le habían quedado mirando con asombro.

—Te pareces mucho a el hijo mayor, eso es fascinante —le comentó la guía con una sonrisa en los labios—. ¿Tienen alguna clase de conexión sanguínea?

—La verdad no, es solo una muy grata coincidencia —dijo finalmente, y la guía siguió con la explicación.

Todos dejaron de mirarlo, volviendo a sumirse en la historia. Al subir al segundo piso, el grupo se desvió hacia la habitación principal pero no era a esa a la que Jungkook quería ir. 

Sostuvo la mano de su mayor para quedarse al final del grupo, fingiendo interés por las pinturas que adornaban las paredes.

—¿Qué pretendes? —cuestionó YoonJae en voz baja cuando el resto del grupo estuvo lo suficiente lejos para no oír su pregunta. 

—Tengo que averiguar algo —contestó y tiró, llevándolo a la dirección que quería ir; su antigua y recién recordada habitación. YoonJae lo siguió poco convencido.

Lo siguió sintiendo que no era una buena idea. La puerta ya no era tan brillante como lo fue en su visión y la manilla había sido reemplazada, la tomó y suspiró, por un momento creyó que estaría cerrada pero al empujar, cedió. 

Miró hacia los lados y entró con rapidez siendo seguido por su hermano. Cerró la puerta detrás de él, presionando el botón del seguro. El mayor lo miraba como un completo lunático pero eso a Jungkook le importó muy poco, él estaba muy ocupado revisando las tablas del suelo, intentando hallar la que estaba floja también pedía internamente porque no la hubieran reparado. 

—¿Me puedes explicar qué demonios estás haciendo? Nos meteremos en problemas si nos encuentran aquí. 

—Quiero saber si lo que vi es verdad, si... Él y yo... Si hubo él y yo. 

Solo eso bastó para mantener a su hermano en silencio mientras él buscaba. Tras unos minutos más, halló con lo que buscaba; la tabla que cedió ante su peso. 

YoonJae se acercó viendo con los labios entreabiertos cómo su hermano buscaba algo bajo el suelo, para decepción de Jungkook, no eran lo que fueron. Eran solo pedazos de lo que una vez fue, los años y bichos las habían consumido, pero aún podían apreciarse.

No se percató de las lágrimas que derramaba mientras observaba las pinturas que Yoongi hizo para él, hasta que los sollozos escapaban entre sus labios. Se fue hacia adelante, posando ambas manos en el suelo cuándo un repentino y punzante dolor se abrió camino en su espalda, abriéndole la piel y dibujando en ella. 

«No grites, no grites» le susurró JiMin al oído.

YoonGi se mordió el labio con tanta fuerza que sangró. Miró a su hermano con los ojos bañados en lágrimas, sintiendo el dolor en cada parte de su sistema, el sabor de la sangre inundaba su boca junto a la sensación de las finas gotas bajar por su espalda. 

Pronto todo se volvió negro. 

Lo último que escuchó al cerrar sus ojos y dejarse ir fue la voz de Yoongi llamándolo incluso sobre la de su propio hermano.

El Amante del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora