Epílogo

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No quedó absolutamente nada. De aquella batalla no sobrevivió nadie más que yo y los elfos a los que protegíamos. Así que sí, para ganarla encaucé el poder de la Luz para usar el fuego. Si no morí fue gracias a un grupo de elfos que me salvaron. Cuando desperté, intenté volver a hacer magia pero no pude. No salía nada y entonces recordé que si usaba el fuego una sola vez, solo una, perdía mi caos. Y así fue como lo perdí todo. Incluso a Flynn.

Me despierto en la cama de mi habitación y la luz molesta a mi visión.

Miro a mi alrededor y hay elfos con los gorros en sus manos y de negro. Sus caras no expresan absolutamente nada, pero no me miran a la cara, si no al suelo.

—¿Hemos ganado?

Silencio.

No se escucha nada más que mi respiración.

—Hemos ganado, ¿no? Vencimos al demonio ¿cierto? La gente es libre y todo vuelve a ser feliz.

Nada. Siguen sin responder.

—¿Dónde está Flynn?

Miro a mi alrededor y un elfo me mira unos escasos segundos. No me dice nada, pero entiendo mucho.

Click.

La niña cae al suelo.

Click.

Todos atacamos.

Click.

El portal.

Click...

Flynn ya no está.

Las lágrimas se acomulan en mis ojos.

Ya no está. Se lo ha llevado.

Me han quitado lo que más quería y apreciaba en este maldito mundo. El amor de mi vida.

—Hay que traerlo. Habrá alguna forma. —Me cuesta respirar.

Me levanto de la cama y mis pies descalzos tocan el frío suelo.

Ando despacio por el pasillo hasta llegar a la habitación de Flynn. Abro la puerta.

Hace frío pero lo ignoro y sigo caminando por la estancia hasta que reparo en mi caracola, la que usamos para comunicarnos. Voy corriendo hasta ella y la cojo.

—Flynn —susurro poniéndomela al lado de la boca para que me escuche.

Se oye ruido, pero nada más, ninguna voz. Vuelvo a llamarlo, esta vez gritando. Nada. Lo intento otra vez y otra más. Nadie responde. Empiezo a notar como las lágrimas ruedan por mis mejillas mientras me dejo caer al suelo hasta quedar sentada.

—¿Gisella? —oigo que se oye a través de la caracola. Es Flynn.

—¿Flynn?¿Eres tú?

—¿Gisella?¿Bruja?

—Si, si, Flynn, soy yo. ¿Dónde estás?

—No lo sé, bruja. Esto es como un desierto.

—Vale, pero, ¿Estas bien?

—No, estoy herido. Tengo los cortes que me hice para atraer al demonio y echan mucha sangre.

—Vale, vale, por favor, dime cómo es ese desierto. Describemelo.

—Es... es un desierto normal, pero el cielo es naranja. En realidad todo lo es, bueno no todo naranja pero sí derivados de este. Montañas, rocas marrones. No hay río ni nada de agua. No hay sol, o al menos no se vé y... ya está, no hay nada más.

—¿Y Astaroth?

—No lo sé, en cuanto se cerró el portal, se fué y no ha vuelto aparecer —dice y al momento se oye un fuerte estruendo—. Bruja, te dejo, ahora no puedo seguir hablando...

—¡Flynn!¡No me dejes de hablar!¡Flynn!

Se oye otro estruendo de fondo y muchos golpes. Vuelvo a llamarle y no responde. Me levanto, meto la caracola en mi bolsa y salgo corriendo de la habitación. Voy a encontrarle, me cueste lo que me cueste, lo voy hacer.

Flynn, te voy a volver a encontrar, si no tenemos final feliz significa que nuestra historia no se ha acabado, porque nosotros nos merecemos nuestro "fueron felices y comieron perdices". Te voy a encontrar, prometido.

FIN

La BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora