Sofía está harta de todo y necesita un cambio en su vida.
Angustiada por el rumbo que está tomando su vida, tomará un paseo decisivo que lo cambiará todo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Nos encontramos en la Paris Fashion Week, probablemente uno de los desfiles más conocidos a nivel mundial, presentándose diseñadores de todas partes del mundo. No hay nadie en la faz de la tierra que no reconozca este evento.
Largas pasarelas se alzan a lo largo de una alfombra blanca en esta ocasión y miles de cámaras esperan atentas para lograr fotografiar hasta el más mínimo destello que puedan desprender esas impresivas galas. Entre bambalinas, nuestras modelos se acicalan y preparan para lucir de la manera más espectacular esas grandes marcas de renombre. Entre la humareda de fijador y colorete, encontramos a Sofía, una perfecta aguja escondida en el pajar de la multitud. Algo que todos ignoran de momento, es que va a desfilar portando su propio diseño.
Llega la hora de salir y los nervios comienzan a brotar. Se arregla el vestido, se mira por última vez en el espejo y, al toque de atención del coordinador, sale contoneando esa reluciente prenda. Todos comienzan a mirarla y, de repente, todo se vuelve extraño. Nadie aplaude, nadie fotografía y las cosas comienzan a torcerse. El público comienza a abuchearla. Desde el fondo, le tiran una lata de refresco, manchando así su vestido. De esa misma forma, todos los demás le siguen el ritmo y le tiran cualquier cosa que tengan a mano. Se siente abrumada y no sabe cómo actuar ante esa situación, por lo cual se agacha y se hace un ovillo.
El estridente sonido que anunciaba el fin de la clase sacó a Sofía de su ensimismamiento, devolviéndola a la realidad. No, no estaba en la Paris Fashion Week. Mejor dicho, ni siquiera estaba en París, para su desgracia. Grebury Ville, ahí es donde se encontraba. O, como ella lo suele llamar, La Ciudad sin Oportunidades.
—Señorita Sofía, ¿podría venir un momento, por favor? —Inquirió el señor Marley, profesor de contabilidad, mientras los demás alumnos abandonaban la clase.
Ella solía ser la última en salir, debido a que se perdía imaginando entre sus dibujos y diseños de vestidos. Cerró la libreta con los dibujos y la guardó en la maleta. Al levantarse, se percató de que tenía varios papeles arrugados encima. Al abrirlos pudo comprobar que, como de costumbre, eran insultos hacia ella y sus aspiraciones. No hacía falta decir quién había sido. Quiénes, en realidad. Con la mochila a la espalda, se acercó al profesor.
—¿Qué ocurre, profesor? — Preguntó a media voz.
—Quería comentarle sobre su rendimiento académico. — Dicho esto, frunció su ceño como de costumbre. —No me cabe duda de que usted es una de las alumnas más aventajadas de esta clase, a diferencia de lo que puedan pensar otros. A pesar de esto, su rendimiento ha bajado considerablemente en estos últimos meses.
Sofía hizo el amago de hablar para tratar de justificarse, pero el señor Marley prosiguió hablando y no la dejó interrumpir.
—Esto que le digo no es con intención de desmotivar, solo deseo que repase su lista de prioridades y deje clara cuales son. Con esto aclarado, no le robo más tiempo. Espero que tenga un buen día.