CAPITULO 1 " Mi realidad "

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Elisabeth en multimedia

9/9/18

"Tienes la familia perfecta" "Tus padres te quieren mucho, eres una niña afortunada"

Eso es lo que solían decirme de pequeña y realmente me lo creía. Me creía que de verdad un padre siempre tenía que ser una persona admirable y fiel a su familia y que una madre tenía que ser siempre una persona trabajadora y luchadora para sacar adelante a sus hijos y a su familia.

Las fotografías de nosotros eran como una familia normal, una familia perfecta para los ojos de los demás. Mi padre grabando mi primera palabra, mi madre grabando mis primeros pasos... Ahora veía esas fotos y videos y me daba cuenta de que toda mi infancia fue una gran mentira. Ahí es cuando te dabas cuenta de que no existía la familia perfecta ni los padres perfectos.

Ese pensamiento cambia cuando te haces mayor, cambia cuando ves a tu "admirable" padre golpeando a tu madre por no haber preparado la comida como él quería y cambia cuando tu "luchadora" madre no hacía nada más que darle la razón y disculparse. Cuando mi padre nos abandonó allí es cuando la frase cambio a "Lo siento mucho, ese no es un hombre " "Lamento lo de tu padre, parecíais muy unidos"

Evidentemente, los lamentos y las condolencias de los demás no eran para nada malas intenciones, pero eso solo hizo que mi madre no pudiera más con la pena y que le recordasen constantemente ese mismo hecho solo le hacía empeorar. Encima vivíamos en un pueblo muy pequeño donde los rumores se expandían como garrapatas.

Solo tenía 8 años cuando eso pasó y solo tenía 9 años cuando mi madre entró en depresión y empezó a consumir droga de todo tipo haciendo que se vuelva alguien inestable y agresiva. Así que supongo que no hace falta dar más explicaciones de como es mi vida en este preciso momento.

Llevaba años soportando todo esto y ahora a mis 16 lo seguía soportando.

Vivíamos en el mismo pueblo en el que todo el mundo sabía lo que pasó con mi padre y lo que le pasaba a mi madre con las drogas.

En el instituto no es que tuviera muchos amigos, de hecho no me relacionaba con nadie. Me llamaban la "chica que siempre esta sola "No destacaba y no importaba. Mejor así. No me gustaba ser el centro de atención de todos y menos me gustaría ser el centro de atención con la vida que tenía. Eso lo agradecia.

Ya iba a salir de casa para ir al instituto cuando mi madre interrumpió mi paso.

- ¿A dónde vas? - Preguntó mi madre con una botella de alcohol en la mano.

- Al instituto.

- ¿Al instituto? ¿Qué día es hoy?

Por la forma en la que hablaba deducía que estaba borracha. Como siempre.

- Es lunes mamá.

- ¡¡¡No me llames mamá!!! - Gritó rompiendo con fuerza la botella con su mano.

Los cristales se rompieron en pedazos haciendo que su mano sangrara.

- ¡Yo no soy tu madre! - Se fue acercando cortando nuestras distancias.

Yo por acto reflejo me eché para atrás con miedo. No era la primera vez que le pasaba, pero aun se me erizaban los vellos de la nuca y mi corazón latía con fuerza cada vez que le daba uno de estos ataques. Supongo que nadie se acostumbraba nunca a estos malos tratos.

Me quedé callada, no se me ocurría nada qué decir. Sabía que cualquier cosa que dijera le iba a molestar así que prefería quedarme callada.

- ¿¡No tienes nada que decir!!? - gritó con furia.

Incluso con quedarme callada recibía gritos así que ¿qué más daba?

- ¿Para qué decirte algo? Si cualquier cosa que diga te va a molestar.

La furia dentro de mí crecía en incremento. No soportaba sus malos tratos. Ya no lo aguantaba más.

- ¡Ojalá nunca te hubiera tenido! ¡Ojalá te hubieras ido tú y no tu padre!

La gota que colmó el vaso.

- ¿Para qué lo quieres de vuelta? ¿¡Para que te siga pegando?! ¿¡Para que siga haciendo contigo lo que quiera?!

Sé que los temblores que sacudían su cuerpo no eran normales, pero aun así me seguía desahogando. Nunca lo había hecho y sinceramente se sentía de maravilla.

- Siempre me pregunto cada vez que me gritas y me insultas él porque lo haces. No lo merezco, no es mi culpa. Quieras o no soy tu hija y tú eres mi madre. ¡Así que comportarte como tal!

Iba a seguir, pero un fuerte golpe me interrumpió de inmediato. Todo se volvió un silencio absoluto.

Me froté lentamente mi mejilla para corroborar que lo que había hecho mi madre era real. No me creía que me hubiera pegado. Ella nunca me había puesto la mano encima. Si hubo gritos, empujones, y amenazas, pero nunca me había agredido de esta manera.

- Me has pegado... - Dije para mi misma aun sabiendo que "mi madre" me estaba escuchando.

- H-hija y-yo... Lo siento.

- Te odio. - Lágrimas resbalaban por mis mejillas.

Inmediatamente, salí con rapidez de esa casa que en algún momento pensé que era un hogar agradable. Nunca lo fue.

Aún seguía corriendo, no sé hacia donde iba. Estaba lloviendo a mares, pero no quería ir a la escuela, no quería que me vieran así ,con un labio roto que ya comenzaba a ponerse morado.

Estaba tan sumergida en correr y no mirar atrás que sin querer me choqué con alguien haciendo que me cayera al suelo de culo por el impacto. Levanté un poco la vista viendo unas piernas que al parecer eran de un chico y finalmente forcé mi cuello para mirarle directamente a los ojos.

Un chico con piel pálida y pelo castaño me miraba sin ninguna expresión en su rostro.
Su mirada era penetrate y sus ojos grises hacían contraste con esa mirada tan gélida.

- Lo siento... - Intenté levantarme, pero sin querer me resbalé de nuevo haciendo que cayera de nuevo de culo.

Una sonrisa se le formó en los labios con una risa floja.

Con el paraguas en su mano hacía retener las gotas de lluvia que amenazaban con mojarle . Yo, en cambio, me estaba empapando como un perro.

Pero como si leyera mis pensamientos me invitó a que agarrará su paraguas. No quería agarrarlo pero no quería resfriarme así que aun temblando agarré el paraguas rozando su mano con la mía. Sentí una especie de electricidad que me recorrió por todo mi cuerpo.

"¿Qué era esta sensación?"

Luego de darme el paraguas extendió su mano para ayudarme a levantarme. Dudosa le di la mano y sentí de nuevo ese cosquilleo en mi interior. No sé qué me pasaba.

- Gracias, pero no puedo aceptar tu paraguas.

Se lo iba a dar, pero su mano me agarró de la muñeca impidiéndole dársela.

- No pasa nada, puedes quedártelo. No me importa mojarme.

- Gracias.

- ¿Cómo te llamas? - Me preguntó mirándome a los ojos.

- Elisabeth.

- Elisabeth... - repitió mi nombre de una forma que hizo que mis piernas flaquearan. Pero no creo que fuese por él, eso era imposible.

Tal vez me estuviera enfermando.

Enamorarse era una pérdida de tiempo y una emoción innecesaria para mí. ¿Para qué enamorarse? Lo único que causaba eso eran falsas ilusiones. Los hombres no eran de fiar. Eso es lo que me enseñó mi padre antes de irse y abandonarme.

- Me tengo que ir, adiós.

Antes de irme le di el paraguas.

Lo que no esperaba es que lo vería de nuevo muy pronto.

Obsesión Psicópata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora