Capítulo 5

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—Bueno, los conozco desde hace dos años— dice Amelia, —No te hablé de ellos por qué no son tan importantes, por éso

—De acuerdo...—dije quedándome en silencio por unos segundos

—No te enojes, por favor Steph

—No estoy enojada— respondí
—¿Te puedo hacer una pregunta?—Pregunté

—Si, si dime—dijo

—¿A nadie le has hablado de lo que te cuento?¿O si?— le pregunté algo sería

—Claro que no, a nadie, ¿Por qué dices éso?, eres mi amiga yo no haría éso Steph— dijo Amelia con cara de tristeza

—Tranquilizate, solamente te preguntaba, se que no harías éso, sólo era una simple pregunta— le respondí pasivamente

—Nunca hablaría sobre lo que me cuentas— dijo Amelia

Ella es prácticamente mi mejor amiga, le he contado todo sobre mi vida, la verdad es que ella es cómo la hermana que nunca tuve.

—Lo se Amelia, tengo que colgar, me gustaría descansar un poco—le dije

—Bien, te veo mañana Steph, te quiero— respondió con dulzura

—Okay, hasta mañana, igual te quiero— respondí

Terminamos la llamada, pero estaba con dudas la verdad es que pensaba que ella, tal vez les comentaba mis cosas personales, a otras personas, pero una parte de mi lo dudaba, no creó éso, tal vez solamente estaba exagerando.

Traté de descansar, al parecer me quedé dormida hasta la mañana siguiente, solamente escuche la alarma, mi madre tal vez la puso, bien me levanté a darme una ducha, me vestí y bajé al comedor a desayunar.

—Buenos días linda— dice mamá
—Bien día, — respondí, — ¿Donde está papá?— pregunté

—Se fue temprano a la empresa— dijo mi madre

—Oh, okay ¿Esté es mi desayuno?—pregunté

—Si, cariño.

Pasó algo de tiempo, terminé de desayunar, mi madre se despidió y se quedó en casa, creó que después ella saldría con mi tía Isabella, no lo se, bien me voy dirigiendo a clases, no demoré en llegar, según mi horario a primera hora tendría que ir al salón número 16, creó que era la clase de Literatura, encontré el salón y me dirigía a buscar un lugar para sentarme buscaría el sitio apropiado.

Encontré el lugar perfecto, a los pocos minutos llego él señor Evans ósea "Jonathan".

—Buen día, ¿Cómo estás?— preguntó refiriéndose a mí persona

— Buenos días, estoy bien gracias a Dios— respondí ¿Y usted señor Evans?— pregunté

—Estoy bien— respondió— pero ¿Por qué me llamas señor Evans?—dijo casi con una cara burlesca

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