Única Parte

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­­­­­Isloria era chica que trabaja en la florería que quedaba de camino a casa y la que mi madre solía frecuentar, alguien con un aura cálida, con una sonrisa sincera y una voz dulce. Cada que pasaba por allí me era imposible no poder verla, cada característica que poseía era algo que atraía la mirada de todas las personas que frecuentaban el lugar, yo solía hacerlo, acompañaba a mi madre solo para poder admirar su rostro una vez más, y aunque no me atrevía hablarle, me era suficiente con ver esa linda sonrisa.

Veía como rechazaba a cada persona que se le declaraba, sus mejillas se encendían de manera tierna en conjunto con una sonrisa nerviosa, mientras que movía su cabeza en forma de negación. Y me pregunte si yo sería parte de la esa lista de personas que recibían su rechazo, pero no paso porque nunca logre declararme.

Aun puedo recordar la primera vez que cruzamos palabras, era época decembrina, mi madre me había incluido al voluntariado a ayudar en decoraciones en contra de mi voluntad pero igual tuve que aceptar, sin embargo no fue en la decoración en lo que ayude sino más bien recaudando dinero mientras animaba a las personas que pasaban por las concurridas calles usando un disfraz de eso que llaman muñeco de nieve, pereciendo más bien unas bolas de helado, vendiendo abrazos y lindas palabra que tuve que memorizar de una tarjeta que me dio la encargada de aquellos eventos, el olor que este poseía por dentro era apestosamente asqueroso, al momento de colocármelo proteste pero mis palabras fueron absorbidas y llevadas al olvido por el viento, lo único bueno que tenía era el acogedor calor que brindaba y era bien recibido porque el frio que hacía en las calles era terrible.

Pocas personas eran las que daban un poco de dinero por mis desdichados abrazos, la palabras antes memorizadas salían de mi boca robotizadas y para colmo un par de niños me lanzaron patadas que gracias al espíritu navideño fueron amortiguadas gracias al disfraz que traía.

Mientras me movía de un lado a otro con el cartel en mano que poseía las palabras Lindos y cálidos abrazos para una Navidad de buena fortuna, choque con el cuerpo de ella haciendo que el cartel en mis manos cayera, todo sistema en mí se había paralizado ¿Qué demonios me estaba pasando? Ella fue quien lo recogió y con una tierna sonrisa se disculpó, mientras que el cartel estaba en su mano, no era capaz de moverme así que tuve que darme unas cuatro patadas mentales y respirar con calma varias veces, alce mi mano y aunque esta temblaba "por el frio" digamos que fue así por favor, cuando lo tome con mis manos, mire su rostro con algo de vergüenza (agradeciendo que tenía aquella cosa cubriendo todo mi cuerpo) nunca la había tenido tan cerca, no menos de 5 metros, me brindo otra sonrisa, seguro que ese momento desfallecería, pero para mi gran suerte no fue así.

― Lo siento, no me fije por donde iba― otra sonrisa, seguro quería que muriera en ese momento.

No pude decir nada, solo moví mi cabeza y mi mano negando, termino de entregarme el cartel y siguió su camino. Sé que les dije que cruzamos palabras, bueno me refería a que solo ella dijo ocho palabras y yo me limite a casi morirme en ese mismo momento, el resto del día paso normal, repartiendo abrazos y robotizando mis palabras, el dinero que pude recaudar no fue mucho, pero las palabras de aliento de la encargada fueron lo suficientemente buenas como para hacerme saber que en obligación debía seguir haciéndolo el resto de la semana, y solo era lunes, sería una terrible semana y así fue.

Hasta que llego el jueves, con el cansancio recorriendo cada parte de mi cuerpo, gritaba y hablaba con algunas personas para que aceptaran comprar mis abrazos.

― ¿Puedo comprar yo uno? ―esas palabras fueron suficientes para que girara mi cuerpo y así recibir a la persona que deseaba comprarlo, hasta que me percate que se trababa de ella, había vuelto― la vez pasada estaba muy apurada y no pude comprar ninguno, pero ahora lo quiero, lo necesito― y sin previo aviso el calor hizo lo suyo con mis mejillas, nuevamente solo pude asentir con mi cabeza.

Un jardín de floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora