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Mi vida había terminado en un hospital, me entristecía dejar a mi familia y a mejores amigos. Mi vida ya había sido escrita así y no podía hacer nada para cambiarlo. Después de muerta...¿A dónde iría? ¿Al cielo?  ¿Al infierno? o tal vez... ¿A otro mundo?

Pues la opción correcta era la última. Porque abrí mis ojos y me encontré en un lugar completamente distinto a lo que yo conocía y además, con un cuerpo que no era mío. Estaba en una cama y arropada, al frente de mi, había un espejo en el que pude ver mi apariencia.

Era una niña pequeña con la piel pálida, mis ojos eran azules y de una cabellera roja que me llegaba debajo de los hombros. Debía de decir que tenía una linda apariencia pero luego, me puse triste porque había dejado a mi familia y tenía ganas de llorar,  jugué con mis manos y  escuché el sonido de la puerta haciendo que me alarmara. Por esta ví entrar a una muchacha con una expresión de sorpresa.

Hima... — se acercó a mi y al ver mi rostro triste se preocupó, tocó mi frente sorprendiendose — ¡Sé te ha bajado la fiebre!— exclamó con alegría pero al ver que aún seguía con mi expresión habló.

—¿Te encuentras bien? ¿No te duele algo?— preguntó.

Yo solo negué con la cabeza para luego sonreír falsamente.

—Entiendo, iré a buscar el doctor— suavizó su voz y salió rápidamente de la habitación.

Observé al lado de la ventana a unas rocas talladas sintiendo que eso me era familiar.

—¿En dónde lo habré visto antes?— cuando estaba tratando de recordar, la puerta se abre dejando ver de nuevo a la muchacha con un hombre de bata blanca.

—Doctor, se lo dije— mencionó viendo al médico atónito— ¡Yo también estoy sorprendida, de la noche a la mañana se le quitó la fiebre!

El doctor me revisó, me tomó la temperatura y vio que estaba bien.

—¡Es... un milagro!— habló aún sin salir de su sorpresa.

Eeh... La dejaremos por un día más— dijo el doctor para luego retirarse.

—¡A Kenta le agradará demasiado esta noticia!— sonrió y luego se sentó en un asiento que estaba cerca de la camilla.

¿Quién era Kenta? No lo sabía, ni tampoco quién era la muchacha que estaba conmigo, no teníamos ningún parecido físico pero en la forma que actuaba podría saber de que ella era una persona importante, ya sabía algo sobre este cuerpo, creo que ahora me llamo Hima.

Se escuchó un sonido proveniente de la puerta haciendo que la muchacha se levantara y la abriera.

—Buenos días, Hana— escuché una voz serena.

—¡Buenos días, Kenta!— ella abrazó a un joven que no pude bien y este le correspondió.

—Estás demasiado animada, no será que...

—¡Tienes que verlo por ti mismo!— mencionó ella interrumpiendo a Kenta y le hizo una seña para que siguiera.

Frente a mi, había un joven de cabellera castaño oscuro, con una bandana en su frente, su piel era trigueña y llevaba un chaleco... ¿Jounin? Era igualita a la del personaje Kakashi Hatake de un anime llamado Naruto.

Y ahí es cuando caigo en cuenta ¡Hombre, por Dios! ¡Por qué entre todos lo animes tuvo que ser este!

Decidí calmarme mentalmente y luego lo tome como algo positivo. Debo estar agradecida que no haya sido en Boku No Pico.

El joven me miraba sorprendido para luego cambiar su expresión a una alegre y después darme un cálido abrazo.

—Me alegro que estes bien, Hima

Correspondí a su abrazo y me sentí mal por ellos, ya que no estaban abrazando a su querida Hima sino a otra persona distinta.

¿Me adaptaría a esta nueva familia? No lo sabía en ese momento.

Y entonces, tuvo que pasar un año para que superara no estar con mi antigua familia.

Reencarné como una UzumakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora