1. Reflejos cristalinos.

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2048 - 07 - 23
California.

Lo primero que vieron mis ojos tras una larga siesta, fue una gran iluminación atravesando el cristal del tranvía. Observaba las calles de california con mucha tranquilidad, aunque algo molesta por los rayos de luz quemando mis retinas. Tenía un día libre, para variar, pero no sabía qué hacer ni a dónde ir, así que simplemente cogí el primer transporte a ver donde me llevaba. Me llevé una grata sorpresa, la última parada terminaba en la playa, en un adorable paseo marítimo con pocas personas, ya que era un día de diario y estaba atardeciendo. Sin pensarlo, comencé a andar por el camino de madera, disfrutando de las vistas e intentando no machacar mi cerebro como habitualmente hacía.

–No parece haber nadie cerca...

Solté en voz baja, buscando con la mirada por la zona, para ver si era capaz de encontrar a alguien, pero en mi radio de visión, no lo hice. Me acerqué con cautela al agua, quitándome las deportivas y agachándome cerca de la orilla. Coloqué mis manos en dirección al agua, intentando concentrar el flujo de energía. Una pequeña esfera salió del mar, una bola formada con agua, que contenía un pequeño pez de colores en su interior. Mi rostro se enterneció, los animales siempre habían sido mi punto débil. Hice movimientos circulares con mis manos y muy suavemente deposité de nuevo a la criatura en el agua.

Ya se había puesto el sol, así que me calcé y a paso ligero, por no decir corriendo, fui a la estación de metro más cercana para subirme en el número indicado. No tardé más de veinte minutos en llegar a casa, para abalanzarme sobre el sofá-cama y encender la televisión. Estaban echando un interesante documental sobre "La primera luz", el evento causante de la existencia de los radiantes. Fue un misterioso evento que tuvo lugar en toda la tierra, en el año 2039 liderando a una gran transformación en la vida, la tecnología y formas de gobierno. Sin embargo, como resultado del evento, personas seleccionadas alrededor del globo empezaron a obtener habilidades derivadas de este evento masivo, estos individuos dotados son llamados Radiantes, y yo, Ivonne, soy una radiante.

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Narrador Omnisciente.
2049-07-23
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Ivonne, como cada mañana, se levantaba y tomaba una taza de café bien cargado, esperando a despertarse un poco para darse una ducha e ir a trabajar. Solía llegar hora punta al trabajo, abría y preparaba el local, para que llegase el cocinero y algún que otro empleado, aunque no solían ser más de tres. Ella era la cara al público, y a pesar de no tener muy buenos dotes para socializar, no hacía mal su trabajo. La joven parecía algo aburrida, ya que no era un día muy transcurrido. Agarró el mando de la televisión y encendió esta. Comenzó a cambiar de canales, pero había algo extraño, en todos los canales estaban emitiendo noticias internacionales, así que dejó de cambiar de canal y observó atenta la pantalla.

Venecia ha sufrido un ataque terrorista, los causantes han sido un dúo de radiantes, esperamos que si los ven llamen a la policía de inmediato. Se declara en busca y captura a los radiantes, si conoce alguno, repórtelo a su comisaría más cercana.

La cadena estaba bombardeando información sobre Venecia y los sucesos, mil fotos rondaban por Internet y la catástrofe era viral por prácticamente todo el mundo. Ivonne parecía perpleja, su corazón latía rápido, estaba aterrorizada. No tenía miedo por la gente de Venecia, si no miedo de haber sido vista alguna vez por alguien, utilizando sus poderes de radiante, o simplemente ser descubierta.

–...


Cogió su mochila y metió rápidamente sus cosas, y sin tan siquiera quitarse el uniforme salió disparada de la tienda hacia su apartamento. Tenía un mal presentimiento, algo malo estaba por suceder.

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Ivonne.
Unos minutos después.
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Notaba cómo mis pulmones me pedían aire con mucha más frecuencia, mis bocanadas de aire no eran suficientes y me faltaba el aliento, pero debía seguir corriendo hacia mi casa. Algo iba mal, muy mal. Tenía un mal presentimiento, y no suelo equivocarme con ese tipo de cosas.

Giré la calle correspondiente, para asomarme y ver una gran cantidad de coches patrulla, además de personal del ejército con escudos y armas pesadas. Aguanté la respiración y me volví a meter en la calle de la cual venía. Toda esa multitud estaba en frente de mi casa, y yo no podía aguantar mis ganas de llorar. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, pero no pude resistir, y asomé la cabeza mientras me secaba los ojos. Un policía se asomó por la ventana de mi domicilio, haciendo señas de negación, puesto que no había nadie dentro del lugar. Sentí un gran nudo apretando mi garganta.

–Todos mis esfuerzos por pasar desapercibida han sido en vano... ¿Qué haré ahora?

Dije en voz baja, tartamudeando, para poco después comenzar a correr hacia el puesto de bicicletas más cercano, ya que no podía permitirme gastos en transportes si quería salir del país. Tenía el dinero justo.

Agarré la bicicleta con fuerza y comencé a pedalear hasta el aeropuerto. Mis piernas ardían, no podía pensar en otra cosa que lo sucedido hoy, y las lágrimas no dejaban de brotar. Mi vida estaba arruinada, y tampoco tenía a mamá o a papá para que me ayudasen, estaba sola.

El camino se estaba haciendo eterno, pero una vez llegué al aeropuerto, tiré la bicicleta contra el suelo y corrí hacia la vendedora de tickets. No me fijé en los horarios, ni vuelos, ni personas. No quería saber nada de absolutamente nadie, ni mucho menos que me reconociesen. Por suerte nadie se acordará de mí ni de mi cara en un par de días.

–¿Podría darme el billete más barato?

–Lo siento, no vendemos más billetes hasta mañana.

Dijo la señora que trabajaba vendiendo tickets, utilizando cierto tono despectivo mientras notaba como me juzgaba con su mirada. En ese instante noté como mi corazón se estrujaba, estaba sintiendo pinchazos en el pecho y no podía aguantar más de pie. Me alejé como pude de allí y me senté en el primer banco metálico que pude divisar, devastada. Me fui tumbando lentamente y cerré los ojos, utilizando mi mochila como cojín. Estaba agotada, el estrés y la conmoción hicieron que cayese profundamente dormida en aquel banco.

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Narrador Omnisciente.
2049-07-23
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No había mucho tránsito en el aeropuerto, en la gran sala con bancos no había más que una persona, Ivonne. Dormía mientras las lágrimas se resbalaban por sus mejillas, hasta que un mal sueño hizo que se despertase, había estado soñando con la realidad, algo ciertamente retórico. Agarró su mochila y andó con desgana hasta el baño, eran las cuatro de la mañana y solo pretendía lavarse la cara para comprar el billete. Abrió la puerta con suavidad, rezando porque no hubiese nadie dentro y evitarse así conversaciones incómodas. No parecía haber nadie, así que soltó un suspiro de alivio, y se acercó al espejo. Estaba completamente demacrada, sus ojos estaban rojos y tenía unas oscuras ojeras. Abrió el grifo y colocó sus manos en forma de cuenco, para lavarse la cara con recelo.

Los grifos comenzaron a expulsar agua por doquier, de repente todas las tazas se levantaron, los grifos reventaron en pedazos y el baño se comenzó a inundar. Ivonne, atónita, salió corriendo del baño, cerrando la puerta con fuerza. Una gran sombra tapaba la luz sintética del aeropuerto, una enorme figura de un hombre, probablemente.

–¿Qué...?

Ivonne, algo molesta, se dio la vuelta, frunciendo el ceño, pero eso es lo último que pudo hacer, ya que notó una aguja atravesando su fina piel. Sus ojos se cerraban lentamente, tan si quiera había podido ver el rostro de su agresor, así que simplemente cayó dormida sobre sus brazos.

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2022 ⏰

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