San Valentín por narices.

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Trató de concentrarse.

¿Para qué?

Era imposible corregir dos frases seguidas sin que algo lo interrumpiese. Se resignó de mal humor, dejando de forma brusca la pluma en el tintero. La tinta roja salpicó brevemente el pergamino antes de gotear definitivamente en su sitio. Se llevó las manos a la sien, masajeándola con entusiasmo. No es que realmente fuera a funcionar, sabía que no lo haría; nunca lo hacía, pero él lo seguía intentando.

Miró el reloj a desgana, tenía clases que dar; pero le apetecía tanto aguantar a un puñado de adolescentes hormonados, cómo golpearse la cara con un ladrillo por la cara de la arista.

Y para colmo, era San Valentín.

Terrible mezcla.

En esa fecha en concreto, a las hormonas de los mocosos alteradas ya de por sí, se le sumaba esa ansia primitiva de pavonearse y "cazar" con fines lucrativos y no reproductivos. Era una auténtica tortura. Para las jóvenes mujeres o adolescentes solteras, era imperativo llamar la atención para conseguir pareja a cualquier coste; porque verse sin pareja el Día de San Valentín prácticamente se consideraba motivo de vergüenza. Para las no solteras, las expectativas radicaban en los detalles de índole romántico y de lo que sus parejas pudiesen invertir en ellas.

Para ellos, solteros o no, el objetivo era en la mayoría de los casos...

De carácter sexual.

Los adolescentes masculinos de últimos cursos que tuvieran ya pareja se dedicarían a contentarse llevando a sus novias a algún rincón de la escuela con la idea de consumar de mala manera sus instintos. Para los que no tuvieran pareja formal, se contentarían con liarse con alguna desprevenida con las mismas aspiraciones.

Era insoportable.

Él podía bajarles las hormonas a base de castigos y sustracción de puntos. Pero para su desgracia, su autoridad llegaba hasta cierto punto. No podía desautorizar la orden del director, por mucho que le pareciera absurda, inútil y vomitiva. En su clase podía mantenerlos a raya, pero en el resto del castillo... En el resto era otra cosa. Así que no solo tenía que aguantar un pésimo día rodeado de corazones, flores, color rosa, chocolates, tarjetas de amor y cualquier otra cosa que a sus estúpidos y repelentes alumnos, o al director; se le ocurriese. Si no que además debía de soportar las escenas de amor y desamor de decenas de mocosos y de no tan mocosos.

Se levantó muy a su pesar; prefería quedarse en su despacho y no dar clase hasta que todo volviese a la normalidad. Pero el demente director ya le había dejado claro que no veía muy factible esa idea.

Bufó molesto antes de coger sus cosas y salir de la sala camino del aula de defensa. Al menos las mazmorras le otorgaban cierta privacidad y respeto, los estudiantes todavía le tenían aprecio a sus vidas, por lo que se abstenían de demostraciones de afecto y gestos de San Valentín por aquella zona.

-¿Cómo quieres que te lo diga?- Preguntó alguien a lo lejos mientras él avanzaba por uno de los corredores anexos al aula de pociones.

-No tienes que decirme nada.- Respondieron con firmeza.

-No voy a ir contigo, no quiero salir contigo.- Soltó cansada levantando la voz sin poder evitarlo.

-¿Por qué no?- Quiso saber.

-No me gustas.

-No es cierto, se que te gusto.

-De verdad te lo digo, no.

-No me lo creo. ¿Esto es porque quieres hacerme sufrir? ¿Es eso? ¿Quieres hacerte la dura?

-No es eso.- Contestó cansada.

San Valentín por Narices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora