Botón de Oro

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Botón de Oro

Adrien había llegado al barco de la capitana Anarka donde se estaba organizando los preparativos para la fiesta sorpresa por los quince años de Marinette. Por su trabajo, había llegado un poco atrasado, pero cualquier molestia que sentía, se quedó a un lado, cuando observó como todos parecían tan emocionados proponiendo ideas para las decoraciones y otros detalles para hacer de ese un cumpleaños especial, todos unidos por el aprecio que le tenían a Marinette.

Aunque había algo que le llamó completamente la atención:

Todos tenían un nombre de flor.

Pues así los llamaba Alya, mientras coordinaba cada idea dada para que fuera realizada.

—¡Al fin llegó el botón de oro! — exclamó la de lentes en cuanto lo vio, haciendo que el rubio viera por sobre sus hombros, si alguien más había llegado junto a él, pero no.

Ante aquello, se señaló.

—¿Me lo dices a mí? — le preguntó.

—Obviamente —respondió Alya, acomodándose sus gafas — ¿a quién más?

Aquello lo confundió.

—¿Por qué? —preguntó, intrigado del porqué de ese nombre.

—Marinette puso los nombres claves — le explicó, mientras anotaba cosas en su cuaderno—. Yo solo los uso porque es divertido darles órdenes a las flores — respondió con algo de real diversión en sus palabras

— Pero... —la detuvo, aún sin lograr salir de sus pensamientos—... ¿estás segura que yo soy Botón de oro, ningún otro?

—¿Adrien? — Alya lo miró confundido— Claro que es tuyo, Marinette te lo puso por tus cabellos — contestó, tratando de entender cuál era el problema con ese apodo, ¿por qué pareciera que no lo viera para él?—. Si no te gusta...

—No es que no me guste, pero... — dijo, llevándose la mano derecha a su frente— ¿Qué botón de oro no es el código que usa para hablar del chico que le gusta? Es decir...

Todos en el barco hicieron silencio de golpe, mirándolo completamente paralizados. El chico observó a sus amigos, que lo miraban con total sorpresa, que se incomodó.

Regresó la mirada a Alya que se veía algo nerviosa.

—¿Qué?

—¿Cómo sabes eso? — le preguntó — Se supone que esa parte no deberías saberla.

Adrien comprendió el peso de aquella frase.

Pero no podía responder.

¿Cómo les decía que él sabía ese apodo por Chat Noir? ¿Cómo confesaba que ella practicó su confesión con el mismo?

¡¡Esa confesión!!

Lo único que alcanzó a hacer fue, llevar su mano derecha a su boca y salir de ahí, necesitaba aire y pensar.

Dejando a todos sumamente desconcertados.

...

Adrien había salido tan rápido del barco, que, de hecho, sentía que había perdido un poco el sentido de orientación. ¿En dónde es que estaba en realidad?

Bue, como sea.

Sacudió su cabeza para poder enfocarse y buscar a Plagg dentro de su camisa blanca.

—Te siento muy alterado —le dijo Plagg, ni bien se asomó— ¿Estás bien?

—¿Cómo voy a estar bien? —respondió, buscando su teléfono celular para buscar la dichosa flor. Buscar algo que le dijera que Alya estaba confundida, qué él no podía ser ese...

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