—Te he estado esperando por mucho tiempo.
Escucho una voz a mi espalda que eriza los pelos de mi nuca.
Esa voz, esa voz yo la conozco, ¿hace cuánto que no la escuchaba? Tengo miedo de voltear y no encontrar nada, que solo sea un producto de mi imaginación.
Siento una mano en mi hombro que hace mi cuerpo girar para quedar cara a cara con el dueño de aquella voz.
Los ojos se me llenan de lágrimas al ver de quien se trata, sólo atino a ahogar un grito de admiración tapando mi boca.
—Perdóname por la sorpresa, pero me dieron el privilegio de recibirte, aunque todavía no es hora de partir —dice él, mirando el reloj en su muñeca.
—¿Es este otro sueño más? —pregunto en un susurro.
—No es un sueño exactamente, princesa, aunque debo admitir que ese ha sido el único modo de estar en contacto contigo durante toda esta espera.
No espero más explicaciones para lanzarme sobre él y llenarlo de besos.
Él solo me sostiene de la cintura riéndose de mi osadía, tomo su rostro entre mis manos para después perderme en el azul de su mirada, no puedo dejar de llorar, todavía no puedo creer que lo tenga delante de mí.—¿Cómo es posible? —pregunto—. ¿Ya me llegó la hora de partir? —interrogó de nuevo.
—Acabas de tener un infarto, princesa, me mandaron acá, al limbo, para recibirte y que pudieras tener una cara conocida para tu transición.
—Pero han pasado muchos años, ahora soy una anciana y tú sigues como la última vez que te vi —respondo, compungida.
—Estás igual de bella, princesa —dice, acariciando mi rostro.
—Pero... —No termino la frase al darme cuenta de algo.
Retrocedo un poco y observo mejor mis manos, no tienen arrugas y tampoco las manchas que por muchos años me acompañaron, las froto para ver si no es ningún espejismo y nada cambia.
—Entiendo que estés confundida, es normal, sin embargo, pronto la incertidumbre desaparecerá, volveremos a encarnar y te juro que nos encontraremos de nuevo porque nuestro amor es eterno.
Respondo asintiendo con la cabeza de forma positiva, sus palabras me reconfortan y me siento más tranquila; ahora recuerdo, he confiado en él eternamente porque en todas nuestras vidas pasadas siempre ha cumplido con su palabra.
Miro y avanzo hacia una hermosa luz blanca, siento que algo dentro de ella me llama, él, mi príncipe, toma mi mano y me guía hacia nuestra nueva vida.
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—Lo sentimos, señora, hicimos todo lo posible, pero su corazón no resistió más, hacía días que se veía con menos energía —explicó el médico a la mujer pelirosa.
Chibiusa, como era llamada de cariño, se desarmó en llanto al escuchar las palabras del galeno, justo ese día temprano disfrutó de una amena conversación con su madre, justo ese día estuvo lúcida, gracias al Alzhéimer que Usagi sufría desde hacía muchos años esos momentos eran muy pocos.
Le contó de cuando ella y su padre se conocieron, recordó las múltiples citas que tuvieron y en la que él le pidió matrimonio, eran historias que Chibiusa conocía de memoria, pero estaba feliz porque en ese momento apreció en la mirada de su madre un brillo especial que hacía mucho perdió.
Helios llegó junto a ella a consolarla en silencio, estuvieron así por un tiempo que parecía eterno.
—Es doloroso, mi amor, pensé que este día no llegaría aún, hoy parecía estar tan bien —explicó la mujer, con lágrimas en los ojos.