Capítulo 3: ¡Que comience el juego!

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Nota antes de leer: no sé cómo será esto pero probablemente les salga que subí capítulo cuando no es así. Hace dos días publiqué este capítulo y casi en la parte final hubo algo que escribí al alzar, lo he arreglado. Las primeras 88 personas que leyeron no verán el edit aunque prefiero que sí lo vean. Como sea, sigan leyendo tranquilamente. Ya en el próximo me pongo al tanto con los otros.

•••


Summer Lee peinó su cabello. Estaba rizado por tanto hacerse trenzas. Pensó en alisarlo un poco con la plancha para el cabello pero se resignó al ver la hora. Peinó la melena castaña (casi rubia) con los dedos y con tres dedos hizo una casi perfecta trenza francesa. Así era Summer; siempre arreglada pero discreta, le importaba más los libros que otra cosa. Había perdido la cuenta de los libros que había leído pero, para su suerte, los tenía anotados en cuadernos de las clases. La mayoría de los libros que tenía los compraba, sino se veía obligada a bajarlos online. Su madre le inculcaba mucho la lectura, por esa razón Summer no dudaba en estudiar lenguas y literatura cuando se graduara de la secundaria. El mayor sueño de su madre y, sin duda, su mayor sueño también.

Se miró en el espejo por última vez, sin darle mayor importancia a su apariencia y bajó las escaleras hasta llegar a la cocina. Su madre la recibió con una gran sonrisa, se encontraba preparando el desayuno, las dos hermanas de Summer ya habían tomado asiento. Besó la cabecita de su hermanita de dos años, quien estaba sentada en una pila de almohadas de muebles para poder llegar hasta la altura de la mesa. Revolcó el cabello de su otra hermana y besó la mejilla de su madre. Observó por la ventana cómo su padre sacaba el auto del garaje y seguía su rumbo por la carretera.

—Tu desayuno está listo, cariño —dijo su madre colocando un plato encima de la mesa.

Summer tomó asiento y las tripas de su estómago sonaron fuerte cuando olió las tostadas francesas. Su madre era una genio cocinando y eso era lo que Summer admiraba más de ella. Siempre tan protectora, cuidando de su familia.

Luego de desayunar tomaron rumbo hacia la escuela. La Señora Lee escuchaba un disco de Blink-182, Summer se sabía las canciones de memoria. Recostó su cabeza en el respaldo del asiento delantero y en pocos minutos ya se encontraba en la carretera principal.

***

Dominik miraba la carretera por la ventanilla del auto de su padre. No había dormido en toda la noche jugando videojuegos. Su papá había tenido una cita con una mujer y no volvió hasta muy tarde. Al muchacho le daba igual si su padre tenía sexo con la mujer o no, así podía hacer lo que le viniera en gana sin tener que rendirle cuentas a nadie. Luego de la muerte de su madre su padre no volvió a ser el mismo. Ya habían pasado seis meses desde la partida de la Señora Evans y Dominik la extrañaba más que nunca. Dominik nunca había sido un chico malo hasta que su madre murió.

El Señor Evans se preguntaba por qué hacían falta varios medicamentos en su oficina. Eso nunca había pasado, nunca en los veinte años que llevaba en su consultorio alguien había hurtado algo, entonces pensó que podía ser alguien cercano mas dudaba de ello. Sin duda estaba perdiendo la cabeza. Eso creía.

Dominik estuvo callado durante todo el camino hacia el instituto. No eran de esos padres e hijos que se hablan mucho.

—¿Cómo te va con el equipo de hockey? —preguntó el Señor Evans sin desviar la mirada de la carretera.

Dominik pensó unos segundos.

—Bien —Finalmente, respondió.

No podía decirle a su padre que se había saltado las últimas dos prácticas de la semana pasada, hacer eso sería tóxico o más bien dañino.

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