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El viaje era largo, sentía mis piernas entumecidas después de viajar tantas horas en un minúsculo asiento. Entre más me alejaba, no podía dejar de pensar en como los muggles resistían viajar durante tanto tiempo en una posición tan incómoda.

Claro que podría haber pedido un traslador en el ministerio y en estos momentos ya estaría en mi destino, pero no me arriesgaría, conocía a los miembros del departamento de traslados y todos eran unos chismosos. Prefería el anonimato, al menos eso me repetía mentalmente para darme ánimo después de sentir que la sangre le faltaba a mis piernas.

El paisaje nocturno, en una carretera casi desierta, a lo lejos luces de una ciudad que no conocía, y las pequeñas estrellas que iluminaban el cielo nocturno, eran mi única compañía, bueno ellas y el motivo de mi huida.

¿Huida? No la palabra huir con llevar a tener temor de algo o alguien, prefiero referirme a mi repentino viaje como la búsqueda de un nuevo comienzo.

Nadie sabe a dónde voy incluso yo aún no sé dónde terminaré, al único que le dije que me iría fue a Draco, no le di motivo alguno, pero sé que él sabe mis razones. Sabe que necesito aliviar mi corazón herido. Y a decir verdad ya nada me retiene en ese lugar que por tanto tiempo llame hogar.

Acarició mi vientre, aún no puedo creer en como terminó todo, si hace algunos años me dijeran el rumbo que tomaría mi vida me burlaría de ellos en su cara. Me sentía inalcanzable y superior a cualquiera. En cambio, hoy me doy cuenta de que soy tan frágil como todos aquellos que alguna vez lloraron por amor.

Los recuerdos me invadieron...

Esperaba con impaciencia su llegada mientras veía el reloj en la pared de la sala, ya tenía todo listo había preparado una cena especial, tenía flores y jugo de arándanos.

Había envuelto la dichosa prueba en una cajita pequeña con papel rojo y un listón dorado, había puesto velas que pensaba prender en cuanto él llegará.

Había tomado un baño relajante, y logré controlar mi sonrisa para que él no sospechara nada antes de que le entregará dichoso regalo. Me había puesto un corto vestido color rosa, que hacía relucir mis piernas y contrastaba con la palidez de mi piel.

Era tarde y por un momento el sueño me venció, El ruido exagerado al abrir la puerta me hizo despertar en sobresalto. Dándome cuenta de que el causante de tal alboroto, era Harry el cual se tambaleaba inestable mientras quitaba su abrigo y lo colocaba en el perchero.

Mire nuevamente el reloj, eran las 2:18, había dormido en ese incómodo sillón más de 5 horas, y él apenas llegaba a casa, al parecer con varias copas de más. Me acerqué hasta él.

- ¿Harry? ¿Amor, estás bien? ¿Ocurrió algo?.- dije un poco preocupada. Sintiendo el nauseabundo aroma al alcohol.

- ¿Dónde está tu brazalete?

- A qué viene esa pregunta, sabes que hace un tiempo que no lo encuentro.- conteste confundida

Harry metió la mano a su bolsillo y saco del el hermoso brazalete. Y lo mostró ante mis ojos.

- Estaba en la habitación de Ronald, Me lo entrego Teddy, eres una cualquiera.- concluyó con rabia, haciendo que le golpeara con fuerza.

- No vuelvas a llamarme así, tus malditos celos no te dejan pensar, yo nunca he estado en la habitación de Ron. Y tú lo sabes.- le dije con coraje.

- No te creo, y me arrepiento de todo lo que vivimos juntos, quiero el divorcio y que te vayas de mi casa...- me dijo molesto.

- ¿Qué? ¿De qué hablas?

Celos EnfermizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora