Ryusui Nanami no solía sentir culpa, arrepentimiento o vergüenza. Eran cosas que alguien ambicioso como él no podía permitirse, pero en ese momento se sentía como la peor persona del mundo.
Era 11 de noviembre por la madrugada, hacía unos minutos Ryusui había cumplido 20 años, se había convertido en adulto. A Ryusui siempre le había emocionado la idea de festejar su cumpleaños en grande. Los regalos, fiestas y viajes eran su parte favorita, pero este año era diferente.
Desde hace dos años, Ryusui había caído en cuenta de algo: estaba enamorado de su mayordomo, Francois.
No fue difícil aceptarlo, pero sí lo fue esconder sus sentimientos. Dependía completamente de Francois, y convivía con ella a diario. Tenía su confianza totalmente depositada en ella, y ella le servía sin condiciones ni reproches.
Decidió no decir nada a nadie al respecto. A fin de cuentas, era un menor de edad. Ni siquiera sabía cuál era la edad de su mayordomo, realmente no le importaba.
Por eso mismo, cuando dieron las 12 en punto, se dió el permiso de masturbarse pensando en Francois. Sació su necesidad imaginando su cuerpo desnudo por primera vez.
Una vez que hubo terminado, una vez que se corrió en su mano y ensució sus sábanas, sintió un terrible remordimiento, dándose cuenta de la falta de respeto que había cometido.
No era la primera vez que se masturbaba, pero sí la primera vez que lo hacía pensando en alguien a quien amaba.
Siempre había estado rodeado de chicas lindas, chicas con las que se había acostado por puro placer y calor del momento. Nunca hubiera creído llegar a sentirse culpable por hacerse una paja.
Se levantó y retiró sus sábanas. Trató de dormir, mas no lo logró.
En ese momento se odiaba, se sentía como el peor hombre del mundo. Sabía que tener algo con su mayordomo sería imposible. Sería mal visto, su familia no lo permitiría, pero no le importaba ser la oveja negra de la familia. Lo único importante eran los sentimientos de Francois, sabía que no querría estar con una persona tan joven e infantil como él.
Cerró de nuevo los ojos intentando conciliar el sueño, nuevamente en vano.