Prólogo.

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La fogata estaba encendida con lo último de leña que quedaba.

Cuatro figuras la contemplaban en silencio mientras tres de ellas terminaban su cerveza.
El frío era constante y el viento soplaba contra las hojas de los árboles haciéndolas chocar como el leve murmullo de una noche que estaba por cambiar.

Dos chicas, dos chicos.

Uno de ellos sentado en una silla plegable con la lata de la bebida casi vacía. El restante y una de ellas en un tronco derribado hace tiempo en un ángulo de 70 grados respecto a la silla, con medio metro de distancia en separación entre ellos y cervezas aún frías. La última de todos, sentada en el suelo un poco más apartada de la fogata, la silla y el tronco. No bebe nada pero mira pensativa el fuego.

«Debe ser bello extinguirse en la cúspide de tu existencia.»

La luz ilumina rostros cansados e indiferentes. El silencio y el crepitar de las llamas son la última sinfonía de la noche. Un nuevo día está por surgir. Una nueva vida. Tres de ellos seguirán adelante.

¿Qué tan difícil puede ser cambiar el destino de una persona que no es uno mismo?
Es curiosa la brevedad con la que podemos ser recordados. La fragilidad de un suspiro exhalado con un vaho en medio de la nada de un lugar insignificante. Aquella clase de pueblo que se pierde en el mapa y que nadie recuerda o finge no hacerlo cuando sale de él.

Pero es aún más frágil la existencia de las personas que se dejan atrás en esos lugares. Porque son un fantasma pesado para llevar consigo. Una sombra que se prefiere olvidar en la oscuridad con la luna como único testigo.

¿Podemos fiarnos de estrellas que van a convertirse en agujeros negros?
Quizá no, al final todos somos agujeros que devoran todo alrededor cuando perdemos el brillo.

Fantasmas. Fantasmas y más fantasmas de lo que no fuimos. De los deseos. De sueños.

Uno nunca sabe cuándo termina en medio de la oscuridad rodeada de altos troncos que devoran al cielo con su follaje. Entre tierra húmeda y musgo suave. En donde la temporada constante de lluvias borra las huellas de los que se adentran en él para ya nunca salir ni ser hallados.

Quizá sea la soledad y el llanto de los individuos lo que les obligue a quedarse. O quizá sólo sea el hecho de que no pudieron salir.
Un retorcido camino sin retorno.

Todos somos, seremos o fuimos fantasmas. Incluso esas personas que se adentran para no mirar atrás. El fantasma de una existencia olvidada por la evolución, la superación y las aguas de un arroyo.

Los pensamientos de cada una de las personas que se encuentran reunidas en torno al fuego son inciertos para el que está enfrente, pero tres comparten vagamente la base de sus ideas.

A pesar del calor que emana de la fogata y del grosor de las chaquetas que aguardan la delgada figura que tiene, la chica sin la cerveza tiembla de frío ante lo que se aproxima.

Fue llevada allí por medio de susurros y corrientes de agua de las cuales es imposible salir y aún más, nadar contra ellas.

Sus ojos viajan ante cada una de las personas que están en su entorno. Ambos chicos tienen la mirada perdida en el fuego. Pronto no quedarán más que cenizas y el vago recuerdo de una mirada verde. Verde que jamás se volverá a ver y que se perderá entre los arbustos.
Luego de eso, llegará la constante mirada gris que le aceche cuando el letargo aún sea profundo y cuando el insomnio la invada.

La otra chica, por su parte mira al chico que está sentado junto a ella en el tronco.
Le mira con una sonrisa extraña y orgullosa. Sus ojos están entre cerrados y su postura se inclina en la dirección que mira.
Cuando ésta se percata de que un tercer par de ojos la mira, le lanza una mirada que hiela la sangre no por la forma de expresarla, sino por los motivos. Una mirada llena de seguridad al tiempo que levanta la barbilla. Luego aparta la mirada al fuego y nuevamente sonríe torcidamente.
Cada una sabe de lo que es capaz la otra.

Las cosas están hechas, no hay vuelta atrás.
La chica que se encuentra en el tronco suspira ruidosamente, todos levantan la vista hacia su rostro, tratando de descifrar lo indescifrable de sus próximas palabras. Sus ojos azules que se miraban celestes se oscurecen de un tono cobalto cuando mira hacia las llamas para luego dirigir la mirada al cielo. Es una mirada cargada de promesas e intenciones profundas la cual conoce desde que tiene memoria. La luna está oculta por las nubes.

Hoy la luna no será el silencioso testigo, alguien ocupará su lugar.

Ella habla y consume la duda que genera a los integrantes de aquel grupo. Una boca llena de sorpresas.

-Oh, vamos a hacer algo divertido. Ustedes son tan aburridos.- Se gira hacia el tipo de la silla plegable y sonríe. -Anda, abre otra ronda de cervezas, la noche será larga.-

Out Of The WoodsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora