Hay miles de formas de profesar el amor hacia la otra persona y Prince Lemacks sabe bien que a su amada se la debe tratar con delicadeza, por tal motivo desde el momento en que se separan por cuestiones de estudios, él idea la manera para que cada s...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
1892
La Rochelle, Francia
Las hermanas Tomey se encontraban en el porche de la finca donde vivían sus padres y hermanos. Aquel día habían quedado solas junto con el retoño de Patrick y Elizabeth mientras que la familia se había ido al pueblo junto con el duque a comprar provisiones y algo de material para construir dos ambientes más en la finca.
Elizabeth había querido quedarse con Sophie porque no la veía bien y porque se lo había pedido su madre.
Ambas estaban sentadas mirando hacia los campos de rosas, bebiendo una taza de té cada una y teniendo a Lizbeth durmiendo dentro del canasto en el medio de ellas, hasta que a la hermana mayor se le ocurrió abrir la boca.
—¿Me vas a contar lo que te está pasando? No te veo nada bien. Desde que hemos llegado que estás rara.
—No me pasa nada, ya sabes el tema de la familia de Prince y él. No me quieren, está muy claro eso —comentó angustiada.
—¿Acaso vas a echar todo a perder por esas dos? Siempre fueron así, desde que las conozco y Prince está encantado contigo, Sophie.
—He recibido cartas de él, desde que se ha ido a estudiar arquitectura, un golpe bajo para lo que en verdad quería su madre, me lo comenta en las cartas.
—¿Y él cómo se expresa?
—Es perfecto... —respondió con algo de amargura.
—Tu cara dice lo contrario.
—Es muy difícil, Eli... no sé si podré soportar los desaires de su madre y de su hermana, son malas.
—Lo son —afirmó ella—, pero tú no te estás comunicando con ellas, sino con Prince. Ese hombre es todo lo que no son esas dos. Es más parecido a Patrick y aunque al principio me pareció que quería jugar contigo, ahora me gustaría que fuese algo más que un simple novio que te corteja —admitió con sinceridad absoluta.
—Dejó de cortejarme desde el momento en que decidió irse a estudiar.
—Con más razón, Sophie. Quiere construir un futuro y lo quiere hacer contigo y tratar de darte lo mejor, a no ser que tú no quieras estar con él.
—Me dice en las cartas que quiere pasar momentos conmigo, que lo está haciendo para que estemos bien establecidos, pero a veces siento que es una locura todo esto —expresó con angustia en su voz—, Miranda e Isabella son arpías y no se lo van a poner fácil. Ni a él y ni a mí —dijo con pesadumbre sosteniendo del asa la taza a medio terminar—, menos a alguien como yo, una campesina —suspiró resignada con las cejas caídas y la taza inclinada.
—Estoy segura de que Prince hará todo cuanto pueda para que ustedes dos estén juntos como se merecen.
—¿Y si su madre y su hermana no se lo permiten? —cuestionó preocupada.