3.Ella

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Día 16, 16:10

Hace seis días que no veo a Gabriel, desde nuestro intenso encuentro sexual en el salón rojo y su precipitada salida. Ha desaparecido. El primer día, no presté atención a su ausencia, estaba convencida de que vendría por la noche a hacerme una pequeña visita. Me pasé el día escribiendo sobre mí, sobre él, sobre la crisis de la sangre... En este lugar estoy descubriendo el placer de la palabra escrita; de mi aislamiento nace un nuevo deseo: recoger mis vivencias. Dos, tres... hasta seis días de ausencia lleva. ¿Estará de viaje? ¿Qué está haciendo? Intento sonsacarle algo a Magda al respecto, pero la fiel ama de llaves no traiciona a su señor.

Presioné el botón de servicio. No necesitaba nada, solo quería ver a alguien, tener un contacto personal. Charles llegó en un minuto.

—¿Qué puedo ofrecerle, Héloïse?

—Respuestas.

—¡Haga su pregunta, entonces!

—De acuerdo. ¿Qué me propone para despejarme un poco? Si paso otro día sola, voy a terminar hablándole a los zapatos.

—Ja, ja. Comprendo. ¡Vayamos a dar un paseo!

—¿Fuera?

—No, no puedo permitirlo. Sin embargo, la casa es lo suficientemente grande como para dar un buen paseo de media hora.

¡Un poco de espacio por fin! Me dieron ganas de saltar de alegría. Dejé el diario sobre la mesita de noche, me puse los zapatos y cerré la puerta de mi jaula de oro. No había visto el sol ni respirado aire fresco desde hacía semanas, pero la idea de descubrir nuevos lugares me deleitaba.

Un pasillo, mi baño, otro pasillo, la entrada principal, la cocina, el salón rojo... Iba a la conquista de nuevos espacios. Charles abrió una puertecita verde, avanzamos por un largo pasillo y entramos en una enorme biblioteca.

—Le presento mi habitación favorita.

Los ojos risueños de Charles me miraban con amabilidad y respeto. Me sorprendió descubrir que sus ojos eran de un color entre azul y gris, por lo que no debía pertenecer a la misma especie que Magda, Gabriel y sus amigos. No era menos hermoso, simplemente sus rasgos no eran tan perfectos. Su nariz tenía mucha personalidad, me recordaba a la de mi padre, y sus manos eran grandes y robustas. Me sentía minúscula a su lado, pero no me daba ningún temor por la dulzura de su carácter.

—Me parece un lugar increíble. Esta habitación me parece tan luminosa, con el resto de la casa tan oscuro... El cristal opaco permite que la luz penetre, pero en la justa medida para que no nos haga daño. Con todos estos libros, es como la sala del tesoro.

—¡Creo que quiero pasar aquí el tiempo que me queda de encierro!

—No tiene derecho. Es mi lugar preferido.

—Compártalo conmigo.

—No me tiente.

Me guiñó un ojo. No sé si era la ausencia de Gabriel lo que me empujaba a acercarme a otro hombre o, simplemente, que Charles era un hombre joven que me gustaba. Pero estaba cómoda con él y, lo más importante, me sentía yo misma.

—Usted es diferente.

Charles bajó la mirada. Echó un vistazo a su alrededor y se desabrochó el primer botón de la camisa, dejando al descubierto dos pequeñas cicatrices redondas.

—Soy un "mordido".

—Oh, lo siento.

—No lo sienta, fue decisión mía. Ocurrió hace cuarenta y seis años, yo era un periodista ambicioso que investigaba leyendas urbanas: hombres lobo, brujas... y vampiros. Descubrí la identidad de Gabriel. Podía haberme matado, pero es un buen hombre, me dio la oportunidad de unirme a él y hacer grandes cosas a su lado. Acepté.

MUERDEME VOL.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora