PRÓLOGO

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Las abiertas calles cubiertas con aquel gélido manto blanco estaban desiertas. Claro que nadie salía a esas horas de la madrugada, aun si los asesinatos habían cesado. A lo lejos un borrón de telas negras, del que solo sobresalían mechones castaños, hacía su aparición, reguardando sus frías manos en los bolsillos de aquella gabardina en la que los jadeos helados se hacían oír. Unas cuantas calles más y tras echar una mirada furtiva a su espalda para comprobar que "eso" no lo había perseguido, aquella figura humana envuelta en la gabardina frenó su camino.

Ya estaba ahí, no lo seguían, y, sin embargo, comenzaba a dudar. Si pudiera haber una palabra para definir su vida hasta hace apenas unas semanas, sería lo que le sigue a monótono y aburrido. Jimin nunca se caracterizó por sus grandes habilidades sociales, pero contaba con amigos, nunca le gustaron las películas de terror ya que, aunque siempre lo negaba estas por las noches le hacían pensar que ciertos montones de ropa arrumbados en su silla eran en realidad entes paranormales esperando su hora para moverse y devorarlo pedazo a pedazo. No señor, nunca creyó en las historias urbanas de las que se jactaba la escuela en la que estudió, y si había alguna niña muerta que se aparecía en el último baño de mujeres, ¡muy bien por ella!, él tenía sus cubículos muy lejos de ahí.

Y aun así ahí estaba, temblando de frío (o miedo), paranoico de sentir de nuevo esa compañía y esperando realizar aquella llamada que le daría fin a su insomnio y paranoia o que bien podría ser el ancla que lo hundiera más.

Tragando aire y soltándolo muy lentamente sacudió sus engarrotados dedos y fue hacia la esquina de la calle apenas alumbrada. Escuchar el pitido de una llamada en espera se llevó diez años de su vida y esperar a que aquel ringstone de salsa acabara para que la mujer le contestara se llevó otra década más.

—Hola —dijo casi en un susurro ante la voz de la mujer —soy yo. ¿Estará todo listo para esta tarde?

—Al caer la primer acampanada de las siete de la tarde en punto —le contestó ella de aquella espeluznante forma en que los médiums hacen aún más espeluznantes sus palabras. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Jimin ante la ilusión de por fin deshacerse de "él".

—Ahí estaré —y colgó.

Poco después las personas comenzarían su día como cualquier otro, los vendedores ambulantes colocarían sus puestos de donas y las tiendas de autoservicio abrirían sus puertas. Todos seguirían su vida sin prestar mayor atención al muchacho que pasaba como si su alma fuera perseguida por el mismísimo infierno, hecho que no estaría muy lejos de volverse real.




PARTE DE LA SAGA ECOS REMANENTES

MANIBUS  ☬ Jikook ☬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora