Prólogo

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- ¡Mami, mami! - un pequeño pelinegro paseaba por una juguetería, tomando de la mano a una joven y preciosa mujer rubia que reía de felicidad. El hecho de ver a su hijo estar alegre, era todo para ella.

- Ya tendrás esto Miky, papi lo va a apartar solo para ti. Iremos a un lugar y tienes que ser fuerte.

A causa de su corta edad, el menor no entendía nada. Sus padres llevaban casi una semana entera explicándole lo que pasaría. Estaban en camino a la cita del médico más importante de toda su vida, ya tenía los años suficientes para conocer su clase. Alfa, o omega.

William estaba confiado en que iba a ser un alfa. No obstante, era lo que se obligaba a pensar porque una gran parte de él también creía que sería un omega.

A Clara no le importaba en lo absoluto. Ella le daba discursos enteros a su esposo acerca del porque estaba mal menospreciar por las clases. Pero él no entendía, después de todo, era un alfa.

- Vamos campeón, pasarás la prueba y tendrás juguetes y dulces.

El pequeño celebro con gusto y su adorable sonrisa estuvo presente todo el camino, por alguna razón lo iban a premiar y que mejor para un pequeño de 7 años.

Al llegar, su madre bajó al menor y lo coloco a su lado, mientras sacaba cosas importantes. Su padre salió del automóvil, el pequeño de cabellos castaños fue con él y le tomó con su pequeña manita.

- ¿El doctor no me pícara con una aguja, papi? - entonces su padre soltó una risa y negó frunciendo el ceño.

- El doctor solo nos hará saber si eres un verdadero varón. - la pequeña mente no procesaba la acción de la risa de su padre, ni la palabra varón. Y con efecto de su gran curiosidad, preguntó.

- ¿Qué es varón?

- Un hombre. Estamos aquí para saber si eres un verdadero hombre, como papá.

No entendía porqué necesitaban saber si era un hombre. ¿Acaso no siempre lo fue?, ¿Cómo es que le decían niño entonces?, estaba por preguntarle cuando su madre camino a su lado.

- Miky, ven vamos adentro.

A pesar de estar en ese lugar para saber que era, su madre no lo necesitaba conocer. Solo lo hacía por convicción de su padre, y algunos papeles legales que solían tener que llevar su clase.

Caminaron como una familia unida, se miraban tan lindos juntos, el pequeño iba tomado de las manos de sus padres y se columpiaba con ayuda de ellas, todos reían en conjunto.
Así pues, entraron a la clínica y esperaron pacientemente a que tocará su turno, ya dentro el médico empezó a llevar a cabo los estudios.

- ¿Cómo dices que te llamas, chiquito?

- Soy Michael Afton, señor doctor. - Sonreía lamiendo un dulce rojo con apoyo en su mano, que le había obsequiado el especialista. Él estaba registrando los datos, pesándolo en la báscula, midiendo su estatura y comprobando un correcto estado de salud. Estaba perfecto.

Eso había alegrado más a sus padres, que agradecían la salud prospera del menor. Para terminar, iba a hacer la prueba química que determinaba lo que era. Tomó un mostrador y lo colocó en su cuello durante unos segundos, como era corto de edad, no tenía como tal feromonas en el aire, pero su cuerpo ya tenía grabado dentro su clase.

Era de un color azul verdoso opaco, lo introdujó a un líquido revelador, y espero a que el oxígeno en el aire comenzará a secarlo. Si la parte de color del mostrador se volvía roja, entonces era un alfa, si se tornaba verde, era un omega.

A William le carcomían los nervios, ansiaba tener a un hijo alfa y que honrara su apellido, también ya le había contado a la mayoría de sus amigos que su hijo había nacido alfa. Cosa que no era cierta, y solo lo asumió así siempre.

Sus ilusiones se cayeron a la borda al ver cómo se decoloraba de un color verde, el color original desaparecía y la respuesta era más que obvia.

- Es un pequeño omega, Señor Afton.

Su sonrisa despareció como si nunca hubiera estado ahí, el médico lo miro extrañado y Clara tomo la muestra, le agradeció al doctor y le pagó. Sabía bien que su esposo no estaba de buen humor.

Cargó al pequeño Michael en sus brazos y lo llevó hasta el auto, se fue a los asientos traseros, iba a proteger a su hijo a todos costa, incluso de su propio padre.

- Te lo dije, Clara. Te dije que ese jodido niño iba a ser un omega.

- ¡No hay nada de malo,William, por dios!

El alfa golpeó el volante del auto, furioso. A continuación, encendió y fue por el camino sin hablar más. El menor se sentía extraño, sabía que su padre estaba enojado.

Clara acariciaba el cabello de su pequeño hijo, mientras William conducía agresivamente a casa. La mujer era su refugio, la abrazo con fuerza, sentía que algo estaba pasando.

Al llegar a el hogar bajaron un poco más tranquilos, pero fue mala idea, mientras Clara lograba calmar a William, a el pequeño se le había ocurrido preguntar algo, le prometieron una cosa y no habían ido.

- Papi, creo que olvídaste mi regalo.

William volteó a ver a su hijo, suspiró y negó frunciendo aquel ceño que daba miedo, absteniéndose cualquier cosa mala que pensaba.

- No voy a darte nada, Michael. No te lo dijo tu madre, pero no lo hiciste bien. No eres como papá.

Dejo de mirarle y camino hacia la casa de la familia, Michael no pudo aguantar sus lágrimas. Abrazó a su madre y se preguntaba que había hecho mal.

Clara solo gritó el nombre de su esposo, enojada. Pero prefirió consolar a el menor, le dolía verlo así.

 Pero prefirió consolar a el menor, le dolía verlo así

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Hoy cumples siete años.

Michael golpeó la pared y un suspiro salió de él, abrió sus ojos después de haberlos cerrado y miro un marco de la fotografía de su madre, adelante, una rosa que le había puesto.

— Ese imbécil siquiera se acordó, parece que le importa más su estúpido trabajo.
Hubiese sido un milagro que lo hubiera hecho, tampoco le presta atención a sus hijos, y quiero que se acuerde de ti, que imaginación. Tu que eres mucho más importante, menos lo iba a hacer.

La miró por última vez, estaba en un pequeño altar a unos pasos de la sala; no porque William lo hubiera puesto, el joven se había encargado de hacerlo junto a sus otros dos hermanos, que aunque no la recordarían tal y como él, quería que lo hicieran como lo merecía.

— Aún sigo extrañándote. Pienso que, si estuvieras aquí, mi vida hubiera ido extraordinaria. Te amo, gracias por todo, mamá.

Volvio a cerrar sus ojos retirándose con una respiración para tratar de relajarse, no iba a llorar porque su madre no hubiese querido eso.

¿Estás mejor, Mike?

— Lo estoy, Elizabeth. Prepárate porque ya me voy al colegio. Si no están para ese entonces, los dejaré.

Si vale, ya vamos a eso.

Su hermana estaba lista para contestar algo y molestar a su hermano mayor, pero le tenía cariño también, y no quería ponerlo todavía más triste.






Hurts & Feelings - Michael Afton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora