· Prólogo ·

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"Tus gustos y pasatiempos hablan mucho de ti

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"Tus gustos y pasatiempos hablan mucho de ti."

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La música ha dejado de sonar hace horas y ahora solo nos encontramos mis pensamientos y yo.

Quiero empezar a moverme, distraerme viendo una película o que las canciones que antes escuchaba vuelvan a sonar para silenciar la voz que me susurra en la cabeza que vuelva a cortarme, pero mi cuerpo es incapaz de moverse para intentar escapar. Solo puedo llorar mientras veo el filo plateado de la navaja que tengo enfrente centellear.

El sentimiento de soledad me abruma y las lágrimas no tardan en volver a mojar el contorno de mis ojos, mis mejillas y cuello, una vez más recordándome el por qué no puedo estar sola, al menos no hasta que esté completamente sana mentalmente.

En un intento desesperado por silenciar la voz sin llegar a obedecerla y hacerme daño a mí misma, me pongo de pie y empiezo a caminar en dirección a la puerta de mi habitación, con la intención de escapar del aura abrumadora que hay alrededor de la navaja y en busca del refugio que me brinda mi hermana mayor, pero cuando estoy solo a pocos centímetros de dejar la navaja en la encimera de la mesa, la voz vuelve a detenerme.

"Vas a molestarla. Seguro ella está durmiendo después de un día tan largo de trabajo y estudio, y tú solo vas a molestarla con tus dramas ridículos de adolescentes."

Siento mis puños cerrarse con fuerza sobre la navaja, causando que mis uñas se entierren en la palma de mi mano.

No es cierto. Ella me ha dicho que no es molestia para ella, que no importa y que...

"Pero sabes que nada de eso es cierto."

Una lágrima gruesa rueda por mi mejilla, y poco a poco siento las pocas fuerzas que tenía abandonarme y mi cuerpo entregarse a lo que juré que nunca jamás volvería a hacer.

Mi mano se afloja y mis uñas dejan de lastimar mi palma, pero eso no me alivia, en cambio, me asusta. Mis manos empiezan a moverse por sí solas, como si fueran autónomas, a la vez que mis pensamientos empiezan a tornarse borrosos y oscuros.

Llevo mi vista abajo al sentir el roce suave de la navaja contra mi piel, tranquilizándome; pero no como la tranquilidad que la comodidad te brinda, o la tranquilidad de la felicidad o de la soledad sana, sino como la tranquilidad que sientes segundos antes de ahogarte. Antes de que todo por lo que has trabajado durante meses se derrumbe.

Y aunque a estas alturas ya todo parece estar perdido para mí, siendo casi cien por ciento seguro que recaería, soy capaz de aclarecer mi mente al sentir el frío de la navaja ser presionada contra mi muñeca izquierda y retirar la navaja a tiempo.

Siento un gran peso de mis hombros caer ahora, y en vez de lágrimas de dolor, por mis mejillas corren lágrimas de alivio. Lamentablemente mi alivio dura poco al recordar que este episodio tan angustiante se repetirá una y otra vez por un largo tiempo.

Lágrimas de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora