Las primeras 24 horas

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Estaba acostumbrada a coger aviones porque mi trabajo lo requería en múltiples ocasiones, pero eso no quería decir que me hubiera acostumbrado a ello. Si podía elegir, siempre optaba por el tren o incluso el coche, aunque tardáramos mucho más en llegar. Eso de estar a tanta distancia del suelo y que te proteja un simple cinturón amarrado a la cintura no me convencía del todo, por mucho que me repitieran que era el método de transporte más seguro. Menos me gustaba aún la idea de tener que montarme sola porque mi hermano no podía acompañarme en aquella ocasión. Tenía un viaje de aniversario con su chica y no iba a cancelarlo por mi pánico a las alturas.

Lo que sí me gustaba, y mucho, eran el destino y el motivo del vuelo. La isla de Gran Canaria. Allí iban a celebrar una gala para homenajear a algunas de las mujeres más relevantes del año en todos los campos, desde la música hasta el deporte pasando por la cocina o la literatura, y yo había sido invitada para entregar un premio y cantar uno de mis temas. No me podía hacer más ilusión que contaran conmigo para ello y, además, me daba la oportunidad de reunirme con amigas de mi profesión y de otras a las que no veía hace tiempo.

Iba a ser un fin de semana intenso y lleno de reencuentros y de emociones. La mayoría de los invitados iríamos llegando a la isla, concretamente al hotel que habían destinado a hospedarnos, durante el día del viernes. Por la noche habría una pequeña cena para todos los que quisiéramos bajar al restaurante que acabaría con unas copas y música en directo en plena playa. Al día siguiente, a las nueve de la noche, sería la gala, así que teníamos la oportunidad de pasar cuarenta y ocho horas prácticamente de vacaciones. Era un sueño y un regalo a partes iguales.

Aterricé sobre las cuatro de la tarde y un taxi se encargó de llevarme al hotel. Casi se me cae la mandíbula al suelo cuando lo vi. Era increíble. Un pequeño reflejo del paraíso apartado del mundo y justo al lado de la playa. Había ido a muchos hoteles y pisado otros tantos eventos y galas, pero ese prometía ser distintos y especial desde el primer momento. Solo por el emplazamiento ya lo parecía, pero luego vendrían sorpresas mucho mayores que me darían la razón.

-¡Miriam! – Un grito perfectamente reconocible a mis espaldas me hizo girarme de un movimiento rápido cuando me encontraba en plena recepción del hotel analizando todos los detalles del sitio. Aitana y Mimi corrían hacía mí y, un par de segundos después las tenía encima en un abrazo de tres.

-¡Chicas! ¿Qué tal? ¿Cuándo habéis llegado? - Pregunté. Aparté la maleta y la puse detrás de mí para que no molestara entre nosotras.

-Esta mañana. – Respondió Mimi. – Hemos coincidido en el avión.

-Qué suerte. A mí no me ha tocado con nadie que conociera. – Comenté, recordando los sudores fríos que me habían dado en plenas turbulencias, donde había echado de menos tener una mano cerca que poder apretar. - ¡Qué pasada de sitio! ¿Todo por aquí es así de increíble?

-Todo. – Coincidió Aitana.

-Tienes que ver las habitaciones, tía. Un lujo total.

-Y la parte de fuera. – La morena señaló hacia unas cristaleras que daban al exterior. – Hay unas piscinas que son una pasada y el bar da directamente a la playa. Qué pena que no sea verano porque dan unas ganas de meterse...

-Hace buen tiempo así que no descarto tirarme a la piscina. – Nos reímos, aunque sabíamos que había poca broma en las palabras de la rubia. - ¿Ya te han dado la habitación? – Saqué la tarjetita del bolsillo de mi pantalón y la agité en el aire.

-Planta tres, habitación veintiséis. – Leí. - ¿Vosotras?

-Planta tres, habitación veinte. – Dijo Mimi.

-Planta tres, habitación diecinueve. – Señaló Aitana. Afortunadamente arreglaban lo de haberme separado de mis amigas en el vuelo poniéndomelas cerca en el hotel. – Creo que a los del mundillo de la música nos han puesto a todos por ahí, porque por el pasillo solo me he cruzado con cantantes.

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⏰ Última actualización: Mar 10, 2022 ⏰

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