One-Shot

155 20 27
                                    

La jornada de clases había iniciado cortando las gratas vacaciones de todos los estudiantes, varios grupos de amigos y compañeros se reunían por el campus universitario charlando amenamente sobre sus viajes y como disfrutaron aquella etapa de descanso. Volteara a donde volteara podía observar siempre lo mismo, muchos estudiantes reunidos conversando entre risas, algunas parejitas paseando tomados de las manos y podía ver unos pocos que estaban igual que él, completamente solo.

Aunque eso realmente no le importaba en lo más mínimo, amaba pasar tiempo en soledad con la única compañía de su celular y auriculares.

-Vaya día de mierda- Masculló entre dientes con una mueca de fastidio en su rostro.

No solo estaba disgustado por la finalización de sus vacaciones, sino también por haber olvidado sus auriculares en el escritorio de su casa, sin ellos tendría que aguantar el agobiante ruido que producían las personas. Se maldijo en su mente por su error, soltó un resoplido y siguió avanzando por el extenso campo perteneciente a los dominios de la Universidad.

En el camino se cruzaba con varias personas y en cada una de ellas podía percibir distintas emociones, la mayoría era de felicidad al reencontrarse con sus amigos y algunos pocos nerviosos e incluso asustados, seguramente siendo los nuevos estudiantes que ingresaban por primera vez en el ámbito universitario. 

Continúo su camino intentando hacer oídos sordos a los sonidos del corazón de toda aquella gente, fracasando ya que cada vez se aglomeraban más, pero lo que terminó produciéndole un fuerte dolor de cabeza fue cuando llegó a una zona donde parecía estar reservado exclusivamente para las parejas ya que el lugar estaba lleno de ellas. 

-Lo que faltaba, joder- Se quejó chasqueando su lengua.

En esos momentos aborrecía tener esa peculiaridad de escuchar los latidos del corazón de cualquier persona, si no fuera por aquello podría pasear tranquilamente sin tener que aguantar aquellos fastidiosos sonidos de los zopencos enamoraditos.

Puso sus ojos en blanco con molestia cuando en sus oídos retumbaron las palpitaciones de todas aquellas parejas que parecían sonar todas al compás de una misma tonta melodía. Sin duda aquel ritmo del corazón era el que más odiaba.

A veces deseaba tomar el palo de la escoba del conserje que limpiaba las instalaciones y con el golpear a todas aquellas estúpidas parejas felices que se le atravesaran en el camino.

-Idiotas, se vuelven más estúpidos enamorados- Murmuró desviando su vista a otro lado cuando vio a una de las parejitas ponerse muy melosos.

A pocos metros suyo, sentados en unas bancas estaba la típica parejita de chico y chica que tontamente se alagaban y "discutían" queriendo tener la razón en que su opuesto era el mas hermoso o bella. Al escuchar sin querer aquello sintió arcadas, esa era una de las razones por las que odiaba a los enamorados, todos ellos con esos sentimientos que los volvían idiotas y los hacía hablar estupideces. 

-Payasos ¿Cómo van a saber de belleza si no me han visto? Estoy guapísimo con toda esta hermosura que me cargo- Habló para si mismo riendo por dentro por su propio alago.

Aceleró un poco su paso hasta por fin poder salir de esa zona, sin duda todo respecto a los enamorados y al amor le resultaba de cierta forma estúpido e incluso hasta vomitivo por como hacía actuar tan tontamente a las personas. Gustabo se sentía perfectamente bien así como estaba, sin duda alguna él jamás querría convertirse en uno de esos idiotas ¡Jamás!

Por fin, después de unos minutos, a lo lejos vio a su grupo de amigos, sonrió de medio lado cuando ellos también le devolvieron la mirada y alzaron sus manos para saludarlo, quiso acelerar su caminar para acercarse hasta ellos pero de golpe se congeló en su sitio.

En SintoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora