01
Argyll, Escocia, 1761
¿Se había vuelto loca? ¿Cabía la posibilidad de que aquel salvaje desconocido que le estaba tapando la boca con la mano sólo fuera un producto de su poderosa imaginación? Aunque también podía ser que estuviera completamente despierta y en pleno uso de sus facultades, y fuera verdad que la estaban atacando en plena noche en el despacho de su tío. _____ Campbell miró, asombrada, a aquel moreno y serio desconocido. Fuera lo que fuese lo que esperaba encontrar al regresar a Escocia quince años después de haber dejado atrás aquellas tierras, cualquier romance o aventura que deseara vivir, era evidente que no tenía nada que ver con aquello.En realidad, nada había ocurrido como ella lo había planeado.
Había llegado de Inglaterra aquella misma tarde, justo después de que lo hiciera su carta, y se había encontrado a su tío Colin en plena crisis. Por lo poco que había podido entender, el problema era que los arrendatarios del duque de Argyll habían robado cien cabezas de ganado a los Campbell como supuesta represalia por el repentino aumento de los impuestos. Y Colin Campbell, que era el encargado de gestionar las tierras occidentales del duque, estaba decidido a castigar a los culpables.
—¡Esos malditos MacLean! —le había gritado al joven oficial británico que le había comunicado la noticia—. Me encargaré personalmente de que los cuelguen por esto. ¡Ésta es la última vez que se ríen del clan Campbell!_____ en seguida se había dado cuenta de que no era el mejor momento para anunciarle a su tío que había llegado, ni tampoco para pedirle permiso para quedarse una temporada larga. En realidad, sólo había tenido la oportunidad de convencerlo para que le dejara pasar allí la noche antes de que el hombre saliera de la casa hecho una furia, quejándose de los familiares inoportunos y de los malditos MacLean, que según él no eran más que una pandilla de ladrones de ganado. En parte tenía que agradecer a los MacLean que anduvieran merodeando por la zona; a ellos o a quien fuera que hubiera organizado el robo de ganado, porque aquel imprevisto había retrasado el momento de dar explicaciones y había distraído la atención de su tío Colin. Eso le daba más tiempo para preparar su defensa. Estaba convencida de que un viudo sin hijos como él no iba a aceptar de buen grado tener que cargar con la responsabilidad de una sobrina a la que hacía años que no veía. Pero ella esperaba convencerlo para que dejara que se quedase durante un mes, más o menos, y que permitiera que se ocupara de la casa por él, lo que, a juzgar por la suciedad que oscurecía las ventanas y el polvo que había sobre los libros de su desordenado despacho, necesitaba con urgencia.Y como estaba completamente decidida a hacer algo útil, se había dispuesto a poner orden en la casa de su tío mientras ignoraba los resoplidos de su maleducada doncella. Después de cenar, _____ había escrito cartas dirigidas a sus dos hermanas y a su tía Gardner, que estaban en Inglaterra, para informarlas de que había llegado bien. Ya era muy tarde cuando se había alojado en una habitación y se había acostado.
Sin embargo, como seguía teniendo la esperanza de poder hablar con su tío, _____ se había levantado rápidamente de la cama y se había puesto un chal de lana sobre los hombros. Sus baúles aún no habían llegado, y necesitaba algo con que cubrir el camisón. Tras encontrar sus zapatillas, había comprobado que su rebelde melena siguiera bien trenzada y bien remetida bajo el adornadísimo gorro de dormir que llevaba. Luego, cogiendo la palmatoria, había bajado la escalera en dirección al despacho. Por debajo de la puerta cerrada brillaba un finísimo rayo de luz.
Había llamado a la puerta con suavidad, y sin esperar a que le dieran permiso para entrar, la había abierto.
—Tío, ¿ya has descubierto a los culpables de...?
______ se había quedado de piedra.
El hombre que estaba sentado ante el escritorio no era su tío.
Lo primero que había observado había sido que el hombre llevaba un abrigo de paño negro, y el pelo, también negro como el ébano, recogido en una cola. Se había dado cuenta en seguida, además, de que uno de los libros de contabilidad de su tío estaba abierto sobre el escritorio, iluminado por un quinqué, y de que la ventana que ella misma había limpiado con tanta diligencia aquella misma tarde estaba igualmente abierta.
—Le pido que me disculpe... —había empezado a decir ella, confundida.
Pero apenas había podido acabar la frase, porque aquel desconocido vestido de negro se había levantado a toda prisa y había cruzado la habitación para acercarse a ella y taparle la boca con la mano. _____ había abierto sus sorprendidos ojos verdes como platos y lo estaba mirando fijamente a la luz de la vela que aún llevaba en la mano. Su rostro era duro; tenía unos pómulos prominentes y una agresiva mandíbula cubierta por una barba de dos o tres días. Sus ojos eran muy oscuros y brillaban bajo un par de cejas igualmente oscuras. «Dhu» ; esa palabra gaélica significaba «negro». Y fue lo primero que se le vino a la cabeza. Eso y «peligroso». De repente, _____ pensó que debería tener miedo. Por lo visto había sorprendido a un intruso en casa de su tío.
Entonces, se dio cuenta de que tenía que pelear y pedir ayuda, pero el desconocido no despegaba la áspera mano de su boca ni un segundo. En ese momento, empezó a arrastrarla hacia el interior del oscuro despacho y cerró la puerta.
—No digas ni una sola palabra —le advirtió con suavidad, lo cual sorprendió aún más a ______.