Parásitos

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Era un soleado día de invierno, el suelo nevado brillaba de manera hermosa, el cielo estaba teñido de un brillante azul y el cuchillo dejaba caer pequeñas gotas rojizas sobre el manto blanco.

Una joven sujetaba aquel peligroso objeto, ella lucía un sedoso vestido blanco que contrastaba con la sangre que había sobre este. Algunos de sus mechones rubios y ondulados también habían adquirido aquel intenso color. Junto a ella, yacía un pálido cuerpo, casi sin funcionamiento. La chica se encontraba paralizada mientras miraba el cuerpo con una pizca de confusión. A pesar de que todo parecía indicar que ella era la asesina, la joven jamás lo había apuñalado.

La chica, Elizabeth, trataba de recordar todo lo que había pasado antes de encontrarse en aquella situación. Eran las seis de la tarde, sin embargo; lo último que recordaba era una imagen de ella misma estudiando en su cuarto, sobre las cuatro de la tarde. Era imposible, habían dos horas las cuales ella no recordaba haber vivido.

Al fin, después de varios minutos sin reaccionar, la joven fue consciente del cuerpo sin vida que estaba junto a ella. No supo de dónde sacó el valor para correr de vuelta a su casa, sus piernas se movían con fuerza, tratando que la nieve no fuera un obstáculo que frenara su velocidad.

Sentía que algo le seguía, una especie de sombra que podría ser capaz de alcanzarla, así que, corrió con más intensidad. Sabía, que fuera lo que fuera lo que le perseguía, se
acercaba cada vez más y estaba segura de que el desconocido había presenciado como la chica sostenía aquel cuchillo segundos antes.

Sin tiempo a reaccionar, la extraña criatura que llevaba minutos detrás de ella, logró atrapar a la chica por la espalda. Elizabeth soltó un chillido agudo al notar como unas pequeñas garras se clavaban en la pálida piel de sus antebrazos.

A pesar del dolor que aquellas puntiagudas uñas causaban sobre la chica, fue capaz de reaccionar cuando el extraño sacó una de sus garras de su piel con la intención de agarrar el cuchillo que había permanecido en la mano de Elizabeth todo ese tiempo.

La rubia volteó levemente su cabeza para poder observar detenidamente a la espeluznante y extraña criatura que estaba tras ella. Se podía apreciar la gran diferencia de tamaño, ya que este se duplicaba a la altura media de un humano. Carecía de una forma concreta, su cuerpo parecía estar formado por gases negros y espesos de los cuales brotaban sus extremidades, estas terminaban con unas grandes y amarillentas garras.

Elizabeth, asustada, alzó su miraba sutilmente encontrándose con unos brillantes ojos amarillos. El hecho de observar los ojos de aquella bestia solo consiguió que el temor de la chica aumentara.

De un momento a otro, todo se sumió en una silenciosa oscuridad la cual confundió más a Elizabeth. Varias diapositivas pasaban a una gran velocidad, ninguna llegaba a ser visible por la rapidez en la que se desvanecían. Hasta que pudo distinguir una escena concreta, en esta se veía como aquella bestia había estado junto a ella cada día de su vida, aunque Elizabeth nunca había sido consciente de su existencia.

Aquella criatura aterradora era su sombra, pudo comprenderlo cuando en un momento de la escena su propia sombra le empezó a guiar hasta la cocina de su casa obligándole a agarrar uno de los cuchillos y luego la llevó hasta aquel lugar solitario y nevado. Allí había un joven chico, el cual, con su expresión indicaba que se había perdido. De la dominante sombra comenzó a crecer aquella espeluznante bestia que aparecía de una forma silenciosa.

El chico parecía no darse cuenta de la presencia del gran monstruo, quizás ni siquiera era capaz de verlo. Elizabeth observaba la escena expectante. La bestia no tardó demasiado en controlar de nuevo el cuerpo de la chica, obligándole de esta forma a clavar el cuchillo que sostenía en la mano en el pecho del desconocido.

Él no pudo reaccionar, debido a encontrarse de espaldas a ella, fue inevitable que aquello ocurriera. Antes de que Elizabeth volviera a ser consciente de sus acciones, el objeto atravesó el pecho de aquel chico, la sangre comenzó a brotar descontrolada y el cuerpo cayó sobre la nieve mostrando como el rostro de aquel moreno se palidecía rápidamente. La rubia le arrebató el cuchillo provocando que se expulsara más sangre del cuerpo y empuñando el arma de nuevo.

Elizabeth volvió a tener el control sobre su cuerpo, alternando su vista sobre aquel cuerpo desconocido y en el cuchillo que sostenía. Estaba paralizaba y confusa.

Volvió a la realidad, ella seguía mirando fijamente los brillantes ojos de la bestia que habían conseguido explicarle todo lo ocurrido mientras ella había estado inconsciente.

La gran sombra era como un parásito sobre el cuerpo de la chica. Formaba parte de ella y era imposible deshacerse de aquel parásito asesino. Era su eterna maldición.

El parásito comenzó a evaporarse lentamente hasta esconderse de nuevo en la inocente sombra de Elizabeth, donde nadie sería capaz de verlo. Las lágrimas de la chica cesaron y su expresión aterrada se desvaneció.

Era hora de que el parásito completara su tarea. Debía controlar el cuerpo de su víctima de forma permanente. Ahora que la joven ya había acabado con su primer objetivo de una lista interminable, tocaba ir a por el resto de objetivos.

Ella mataría a cada persona que paseara por aquella gran y solitaria montaña nevada, para la suerte de la bestia, aquella zona era conocida por la gran cantidad de personas que la visitaban a diario. Una vez se adentraran en la montaña serían incapaces de regresar con vida.

Por eso, la leyenda dice que nadie debe irrumpir en el territorio nevado de Elizabeth si quiere seguir con vida.

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⏰ Última actualización: Feb 25, 2022 ⏰

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