Como hacer que tu novio se afeite(parte 1)

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Shikamaru se miró al espejo del baño y soltó un enorme bostezo a su reflejo. Se veía aburrido y cansado. Tenía un par de ojeras marcadas que sin duda eran producto de su misión en las tierras de Kirigakure.

Sobó su cuello para ver si desvanecía un ápice el dolor que le habían acarreado las malas posturas de dormir en el suelo y dio un largo y tendido suspiro.

Había llegado esa mañana y pese a que no esperaba que Ino lo consintiera por su regreso triunfal a Konoha, nunca creyó que su rubia favorita se olvidara de todo el amor que le profesaba debido a un cambio insignificante en su apariencia. Kami sabía lo mucho que había extrañado sus abrazos, su voz, su sonrisa, sus besos y toda ella, pero ¿con qué lo recibió? Con una mueca de desagrado, las manos en la caderas, el ceño fruncido y una estricta orden que más le valía obedecer si quería degustar de su cuerpo:
"Quítate esa barba".

Tomó el cepillo de dientes y le embarró pasta antes de meterlo con desgano a su boca.

Claro que él sólo había respondido con un "problemática" para apaciguar sus ánimos enfrente de toda la comitiva que tenía bajo sus ordenes y, sin que ella lo quisiera, terminó por robarle un beso que ni un instante fue correspondido, segundos después de que despidió a sus shinobis.

Esa mujer terca se había encaprichado con que no le dirigiría la palabra mientras él luciera como su padre (cosa totalmente absurda cuando el viejo tenía barbilla y él había dejado crecer toda sin excepción, de patilla a patilla).

Ino era ridícula. No le afectaba en nada a su perfecto cuerpo de modelo, ni en su salud, ni en cómo la vería la aldea, sólo era un pequeño gustillo suyo ¡Y al parecer ya ni eso podía con esa kunoichi latosa como esposa!

Esta vez, muy a diferencia que con el cigarrillo, no estaba dispuesto a hacerle el menor caso. Le gustaba como se veía así, le daba un aire de hombre, de macho. Lucía hasta atractivo.

Escupió la pasta y se enjuagó con agua, lavando de paso su rostro.

Ya vería Ino quien tenía más convicción en tres días, puesto que ambos habían apostado a que él le compraría una yukata morada, que había visto en un aparador del centro, si conseguía que se afeitara antes del martes. Si por alguna extraña y milagrosa razón no lo conseguía, Shikamaru podría quedarse peludo -palabras de Yamanaka- cuanto le viniera en gana.

Aunque era gastar energías de más, quería una pequeña venganza en contra de la experta en manipulación de mentes por negarle el beso de bienvenida.

Se secó la cara con la toalla de manos y luego de echarse un último vistazo salió del baño.

Su habitación seguía vacía, seguramente porque Ino estaba terminando de cerrar la florería. Fue a sentarse en la cama. Estuvo un rato con los codos recargados sobre sus piernas hasta que empezó a cabecear y decidió quitarse los zapatos.

Fue en ese momento que su esposa apareció, cerrando la puerta de su alcoba detrás de sí. No le dirigió una mirada, en cambio, dio un resoplido y fue hacia su armario para sacar su pijama.

Shikamaru la siguió con los ojos, atento a cada uno de sus movimientos. Su mente trabajó para recordarle lo que Ino había hecho en sus tiempos de novios para quitarle esa adicción a su nicotina; el primer paso: lo sedujo con ropa interior de encaje negro y unas medias con diseño de flores que torneaban cada curva de sus muslos y pantorrillas, además de que en plena noche se puso unas zapatillas altísimas que le moldeaban el cuerpo, haciendo que la deseara hasta perder la cabeza.

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