01

325 45 62
                                    

Narrador;

Gustabo sonreía con tranquilidad mientras ordenaba la mesa, iba colocando copas, cubiertos y hasta platos para dejar la mesa bien bonita, como no, si el rubio cumplía cuatro años de relación con aquel gallego tan hermoso que los ojos azules de Gustabo habían visto.

El ambiente del comedor era bastante tranquilo, el sonido de la música de fondo ayudaba a que los nervios del rubio se fueran poco a poco de su cuerpo. Los nervios disminuyeron un poco, pero es que no todos los días cumples cuatro años de relación con el amor de tu vida. Gustabo suspiro algo cansado y con algo de nostalgia. Solo cuatro años, solo eso tendría con su amado gallego.

Hace menos de un mes, aproximadamente dos semanas atrás a Segismundo le habían dicho que no le quedaba tanto tiempo de vida. El cáncer al pulmón había avanzado más de lo que los doctores habían predicho. Y es que el gallego tampoco les creía mucho a los doctores, ya que según él, se sentía de maravilla. Claro, los ataques respiratorios se habían hecho un poco más constantes junto al vómito de sangre, cosa que cada vez preocupaba de sobremanera al ojiazul al ver a su pareja en ese estado.

Gustabo sonrió feliz al sentir unos brazos abrazarlo por la espalda y se giró para mirar fijamente al mayor. Segismundo era dos centímetros más alto que el rubio por lo que Gustabo no tenía que ni levantar tanto la mirada para conectar sus azulados ojos con los marrones del gallego.

— Hola cariño — Saludo el pelinegro dejando un beso en la frente del más bajo.

— Hola, mi amor. ¿Te sientes bien? Sabes que no era necesario que te levantes de la cama para esta cena. Podíamos estar en la hab- — El ojiazul fue interrumpido por un corto beso en sus labios haciendo que cierre sus ojos y los abra rápidamente al dejar de sentir los labios del contrario.

— Estoy bien, no te preocupes. — Hablo el mayor con su característico acento gallego. — Comamos que tengo bastante hambre. — Pidió Segismundo mientras sonreía. Mentira, el gallego no tenía hambre. Por culpa del cáncer su apetito había disminuido bastante pero aún así comía cada comida que le preparaba su amado chico de ojos azules.

El gallego se sentó en una de las sillas y sonrió con calma al ver a su pareja sacar una bandeja de vidrio del horno con un pastel de papas y carne. Gustabo se acercó a la mesa y dejo la bandeja encima de un paño grueso, empezó a servir la comida mientras sonreía. A pesar de todo ambos estaban completamente felices de estar juntos.

Se dispusieron a cenar mientras platicaban diversos temas, tales como el trabajo del rubio en el taller de mecánicos y de las cosas que hacía el gallego cuando su novio se iba al trabajo. El ambiente era cálido, la música de fondo, el sonido de las risas de ambos, las miradas que se daban demostrando el cariño que se tenian. Para ellos no era necesario decir un “Te amo” ya que con solo mirarse fijamente a los ojos se decían todo lo que sentían.

[•••]

Había pasado ya más de media hora y la pareja ahora se encontraba en la sala bailando tranquilamente al ritmo de la canción. Una de las tantas canciones que el gallego le había dedicado al rubio y el ojiazul había decidido colocar la playlist que su pareja le había dedicado.

Wise men say:

    “only fools rush in.”

Las manos del gallego se encontraban en la pequeña cintura del menor mientras las del rubio estaban alrededor del cuello del pelinegro. Sus cuerpos se movían al compás de la canción mientras se miraban con ternura. Un ambiente bastante agradable para ambos a pesar de que el gallego estaba con un malestar en su pecho y un poco de dificultad al respirar, pero él no iba a decirle nada a su pequeño rubio. Esta era la noche de ambos y no se iba a arruinar por un simple malestar.

𝑼𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒄𝒆𝒏𝒂; 𝑺𝒆𝒈𝒊𝒔𝒕𝒂𝒃𝒐. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora