Narrador;
Habían pasado dos años desde la muerte de Segismundo, dos años dónde Gustabo no lo podía olvidar. ¿Cómo olvidas al amor de tu vida? Bueno tampoco es como si el ojiazul lo quisiera hacer pero él tenía que rehacer su vida y no dejarse consumir por la depresión que tenía, y lo estaba haciendo, saliendo a citas con Armando grúas, quien fue un clave soporte emocional para el rubio durante estos dos años. Hace menos de seis meses Gustabo había decidido adoptar a un bello bebé, le había costado bastante ya que no estaba casado o con pareja, pero hablando con algunas personas lo logro. El bebé tenía siete meses de nacido, recién cumplidos. A Gustabo le dieron la oportunidad de que él eligiera el nombre del bebé, el rubio feliz por tener esa oportunidad, le coloco Segismundo en honor al gallego.
Ahora Gustabo se encontraba caminando hasta el taller de los mecánicos mientras llevaba al pequeño en sus brazos. Hoy se cumplían dos años desde que su gallego se había ido, hoy estarían cumpliendo seis años juntos y estarían ambos con el pequeño Segismundo. Al llegar al taller, el rubio entro con tranquilidad mientras buscaba con la mirada al Jefe. Quizás no eran una pareja oficial, pero se tenían aprecio y demasiado, incluso se comportaban como una pareja. Gustabo tenía mucho que agradecerle a Armando, sin él ahora el ojiazul estaría muerto o drogándose en cualquier lugar.
Armando salió de la oficina y se acercó hasta donde el rubio. Lo saludo dándole un beso en la frente haciendo que el más bajo suelte una risa y que se le escapara una sonrisa de ternura al ver cómo el mayor tomaba al bebé y empezaba a jugar con él haciéndole caras, importandole muy poco que las personas que estuvieran en el taller lo vieran.
— ¿Vamos?. — Pregunto el mayor acurrucando al bebé en sus brazos recibiendo un “Si” de Gustabo.
Ambos salieron del taller y fueron hasta un coche negro que era del más alto. Armando le entrego al pequeño al rubio y se subió al coche de piloto. Gustabo se subió en los asientos traseros junto al bebé que estaba en sus brazos quedándose dormido. El pelinegro se dispuso a conducir con tranquilidad mientras miraba de vez en cuando al rubio por el espejo retrovisor.
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Llevaban más de diez minutos en el cementerio, Gustabo miraba en silencio la lápida que tenía grabado el nombre “Segismundo García.” Armando se encontraba un poco más alejado del rubio mirándolo atentamente mientras acariciaba las manitos del bebé que estaba en sus piernas durmiendo.
El pelinegro sabía que nunca iba a poder reemplazar al gallego, eso él lo tenía claro. Sabía que Gustabo lo quería, pero no de la misma forma como quiso y quiere a Segismundo. Y es que Armando tampoco buscaba ser el reemplazo del gallego, claro que no, es más, agradecía que el ojiazul le diera la oportunidad de estar en su vida.
Gustabo suspiró con pesadez y sonrió tristemente.
— Hola cariño, ha pasado un tiempo desde que no estas. — La voz del rubio sonaba tranquila pero algo rota. — No sabes la falta que me haces, te extraño tanto. Me gustaría estar contigo bailando las canciones que me dedicaste. — Los azulados ojos del rubio empezaron a llenarse de lágrimas, su labio temblaba ligeramente a medida que iba hablando. — Yo soy egoísta al querer que vuelvas aquí y que me des los abrazos que solo tú sabías darme. Sé que soy egoísta porque tú sufriste bastante. — Ya no aguantaba las lagrimas, estás bajaban desde sus ojos hasta sus mejillas. — Si pudiera elegir un momento de nosotros dos, eligiria nuestro primer beso. Fue un momento bastante hermoso, sentir como nuestros labios encajaban a la perfección mientras tus manos me acariciaban mis mejillas. — Las manos de Gustabo fueron hasta sus mejillas y trato de secar sus lágrimas. Armando a lo lejos veía al rubio llorar, pero no se iba a acercar hasta que él se lo pidiera. — Adopté a un bebé. ¿Recuerdas que querías tener un bebé conmigo? Pues lo tenemos, él sabrá que eres tú su padre, le mostraré cada foto donde aparezcas para que te conozca. Para que conozca el maravilloso hombre que fuiste. — A pesar de que intentara secar sus lágrimas, le era imposible. Extrañaba demasiado al gallego. — Yo estoy saliendo con Armando, me a ayudado bastante, aunque él sepa que no lo podré amar de la misma manera que a ti, él sigue conmigo, apoyandome. — Sonrió con tristeza mientras suspiraba. Gustabo miro en dirección a donde estaba su hijo y el mayor e hizo una señal para que Armando se acerque.
El mayor se acercó rápidamente hasta donde el rubio con el pequeño en sus brazos y se agachó a la altura del ojiazul al llegar. Gustabo tomo al bebé en brazos luego de secar sus lágrimas. Armando miro la lápida en silencio y con respeto.
— Este es nuestro hijo, nuestro pequeño Segismundo. — Hablo el rubio mientras sentaba al pequeño en sus piernas al ver que había despertado. — Me encantaría que lo pudieras ver, o quizás si lo haces desde donde sea que estés. Prometo cuidarlo y educarlo de la mejor manera, para que estés orgulloso. — El pequeño miro al rubio y luego la lápida. — Te amo y te amare siempre mi precioso gallego, siempre lo haré. — Hablo con una sonrisa triste mirando el nombre grabado en la lápida. Armando mordió levemente su labio y suspiro. Sentía su corazón partirse al ver cómo el rubio extrañaba tanto al gallego.
— ¿Puedo hablar con él? — Pregunto en un susurro el mayor, el ojiazul asintió levemente mientras jugaba con las manitos del pequeño. — Hola, Segismundo. — Saludo con una leve sonrisa sentándose alado del rubio. — Vengo a hacer una promesa. — Gustabo lo miro atentamente mientras ladeaba su cabeza algo confundido. — Prometo cuidar a Gustabo y al pequeño con mi vida, no dejaré que nada les falte. Sé que no lograre jamás que él me ame como te ama a ti, pero se que me quiere, nunca pondré eso en duda. Quizás pueda hacerlo feliz por tí, porque sé que el amor que tenían ustedes, perdón, me corrijo. El amor que se tienen ustedes es lo más bonito que he visto. — Sonrió con tranquilidad al sentir como la cabeza del menor se apoyaba en su hombro. — Tampoco busco ser el reemplazo, solo quiero ser un apoyo para este pequeño rubio y su hijo. Juro que amo con todo mi corazón a Gustabo, nunca le haré daño y mucho menos a su hijo. Que de eso no quede en duda. — Llevó su mano a la cabeza del bebé y le despeinó el poco cabello castaño que tenía. — Gustabo está en buenas manos, no te preocupes. Descansa tranquilo loco de las cabras. — Sonrió al terminar de hablar y miro al rubio quien lloraba en silencio.
— Armando, te quiero. — Murmuró él ojiazul dejándole un beso en la mejilla al mayor.
— También te quiero, rubito. — Hablo sonriendo el pelinegro. Era un cariño sincero el que tenía el mayor por el más bajo de estatura, era completamente sincero. El rubio le entrego el bebé a Armando y este empezó a jugar con las manitos del pequeño.
Gustabo se acercó hasta le lápida y le dejo un beso en el nombre grabado.
— Te amo, mi gallego. — Murmuró cerrando sus ojos sonriendo al ver la imagen del gallego sonreírle mientras le decía un “Te amo más, mi rubiecito.” El ojiazul se quedó unos minutos con los ojos cerrados mientras recordaba todos los buenos momentos con el amor de su vida.
[•••]
Armando sonreía mientras abrazaba el cuerpo del ojiazul, ambos miraban al niño correr por la playa mientras perseguía gaviotas. Habían pasado 4 años y ambos estaban más que felices de ver el crecimiento del pequeño.
Gustabo sonreía con calma mientras llevaba su mirada al cielo, durante todos estos años había estado sintiendo una compañía a su lado. Llamenlo loco pero él creía que era su gallego, quien lo cuidaba a él y a su hijo. Sentia la calma, siempre que pensaba en Segismundo su mundo se hacía más feliz de lo que ya era. El rubio agradecía inmensamente a Armando por estar con él, llevaban dos años de pareja y estaban felices.
— ¡Papi! — Grito el pequeño corriendo hasta donde el rubio, sacándolo de sus pensamientos. — ¿Me puedes volver a contar la historia de mi nombre? ¡Quiero saber más de mi papá! — Exclamó el pequeño mientras sonreía.
Armando soltó una leve risa y tomo en brazos al pequeño para luego sentarlo en sus piernas, para ambos era algo realmente hermoso escuchar al ojiazul hablar del gallego.
— ¿Y si mejor te cuento cuando tu papá salió corriendo de unas cabras que lo querían morder? — Pregunto divertido el rubio mientras sonreía. El pequeño asintió rápidamente, le encantaba escuchar las historias de su padre gallego.
Las risas de los tres no se hicieron esperar cuando el rubio contaba tan animadamente una de las tantas historias que había vivido con su gallego. Cualquiera pensaría que Armando estaría celoso del gallego, pero no, él sabía que nunca podría competir contra Segismundo y no le molestaba, él era feliz con esta pequeña familia que tenía con el rubio, aunque el pequeño Segismundo no lo viera a él como su padre, sabía que era igual de importante para él.
Armando ama con todo su corazón a ambos chicos, al rubio por lo fuerte que era, y al pequeño por lo cariñoso que era. Para Armando ellos eran su familia.
🐢
Adiós jfhdkfhsj
besos en la cola😽
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𝑼𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒄𝒆𝒏𝒂; 𝑺𝒆𝒈𝒊𝒔𝒕𝒂𝒃𝒐.
Fanfic[terminada] No eran un matrimonio, claro estaba. Pero el amor de ellos no nesecitaba un papel o incluso un par de anillos, aún así la pareja siempre se recordaba que iban a estar el uno para el otro "En la salud y en la enfermedad." Segistabo; Nadan...