Cohetes

97 7 4
                                    

1839

El sudor frío invadió mi frente, mi cuerpo se sintió incómodo, como si de pronto la existencia misma tratase de aplastarme en mi alcoba, dentro de mi cabeza, en mís sueños me encontré dentro de un bosque oscuro, donde un hombre muy alto y algo deforme me perseguía repitiendo mi nombre una y otra y otra vez, llamándome. No pude perderlo de vista hasta que llegue a un barranco, mire hacia la profundidad de aquella caída sintiendo como si mi corazón fuera a salir por mi garganta, estaba tan perdida en la profundidad de aquel abismo que no me percaté de los pasos detrás mío. el deforme hombre me tomó por los brazos, diciendo algo que solo salía distorsionado de sus labios y haciéndome algo de daño en el proceso. Todo fue oscureciendo a mi alrededor, la figura de aquel hombre era contorneada por un blanco puro igual que sus ojos, estos eran como un par de perlas blancas, sin orbés que indicase que mira a cierto punto, pero aun así seguí sintiendo su mirada sobre mi. Este hombre comenzó a agitarme violentamente mientras que de su garganta salía un horroroso sonido, parecia que queria imitar una voz humana, pero sin lograrlo grito ruidosamente.

- L...lle...lleva...no...t...á...me... ¡Elizabeth!– rugió.

Nuevamente aquel grito retumbó en mis tiernos tímpanos haciéndome saltar de mi cama cayendo duramente al suelo envuelta entre mis sábanas, Ya en el suelo abrí los ojos aun estando en pánico gracias al horrible sueño que acababa de tener. entre las sábanas y mechones de pelo moreno que estorbaban a mi vista, mire un par de zapatos marrones oscuros que estaban frente mío, hice a un lado mis cabellos y mire el rostro que reflejaba enojo absoluto, quien estaba frente mío, era la señora valentina; mi nana.

- mira la hora a la que te has despertado. – reprendió. - ya levántate.

con cierto nivel de nerviosismo me levanté del suelo junto con mis sábanas de la forma más rápida que pude. no sabia porque estaba tan molesta... talvez era por haber gritado muy fuerte... pero ¿no recuerdo haber gritado? No, no grite. ¿O si?estaba tan absorta en esa interrogante, que no me percate que la mujer que hecha una furia, había perdido la paciencia y me arrebató las sábanas de las manos, ella busco en mi ropero mientras daba cátedra de porque una señorita como yo debía tener disciplina y comenzar a despertarse por su cuenta y claro, a una hora adecuada, que ya debía comenzar a introducirme en los deberes de la huerta, ella se volteo a buscar algo entre mi ropero y cajones, en ese instante yo rodé los ojos y solo refunfuñe, entre pensamientos yo solo me queje de lo gritona y amargada que era, claro que no le diría eso en voz alta o baja, tiene un buen oído para ser bastante mayor, no quiero que me abofetee.

Cuando volteo hacia mi, me tomó del brazo rudamente y me llevó hasta el baño, ella me obligo a bañarme en ese mismo momento, cosa que, realmente no era terrible. Pero realmente hubiera preferido haberlo hecho por mi misma. ¿Qué era tan importante, para que ella, quien era una persona bastante relajada, estuviera así de enojada? quizá era porque iríamos a la capilla o al mercado. tirite cual rama en ventisca cuando el agua cayó sobre mi cabeza y cuerpo, estaba bastante fría y fue suficiente para despejar aquella pregunta momentáneamente. después del baño me vistió con el mejor vestido que tenía para salir junto con sus respectivos calzados y un peinado de lo más adorable... ¿Qué día era ese?... cuando estuve lista ella me encamino hasta la sala, pasando por unas escaleras y un pasillo donde se encontró la pintura de mi amada madre, en el transcurso del tiempo que nos tomó cruzar ese pasillo, di una larga mirada a la pintura, aún recordaba el día que fue comenzada. Pareciera que el tiempo escuchó los pedidos de mi corazón y paso tan lento que cuando entramos a otro cuarto ni siquiera me entere, solo cuando la perdí de vista volví a poner los pies en la tierra.

La nana me dejó frente a mi padre, quien se encontraba fumando recargado en el sillón cómodamente, dejando fluir el humo entre sus labios y el bigote. Toda la habitación estaba en un mutismo absoluto, tome la falda de mi vestido entre mis manos, apretando la tela en busca de consuelo a mi incesante nerviosismo, era muy extraño que él estuviese aquí, debería estar en el trabajo o algo así.

Akashia-El Libro Rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora