Volar

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~☁️~

El viento pega en mi rostro, pero sin dolor, son más como caricias agresivas que despeinan de vez en cuando mi cabello. Se supone que por eso me peiné hoy con una coleta, para evitar esta situación, pero heme aquí, demasiado preocupada viendo mi reflejo en el lago.

Me pregunto... si él también estará preocupado por su cabello. Podrá ser la pregunta más trivial de la historia, pero mi curiosidad es genuina, lo sé por el hecho de que mi mirada cayera inmediatamente en el protagonista de mis sueños apenas levanté la cabeza.

Es un gran día, será un gran día, hoy no puedo dejar que el viento me gane.

Siento las plumas de mis alas moverse con la misma brisa de hace rato, quizá con más potencia, como diciéndome que no es muy tarde para arrepentirme y regresar a casa.

Pero ya estoy aquí, tengo que hacerlo.

Caminé a lo largo de la orilla del lago, mis pies a centímetros de tocar el agua, pero sin miedo alguno de caer, pues me enorgullezco de tener un estupendo equilibrio. Me es inevitable suspirar cada que pienso en lo que pasará hoy, en que hoy podré al fin probar mis alas a los ojos de la gente.

Ha sido un largo proceso para fortalecerlas lo suficiente para que me autoricen volar, no es tan fácil pedir permiso para poder despegar mis pies del suelo y volar entre las nubes. Como ya dije, fue todo un proceso, pero uno que haré valer la pena.

Luego está el segundo problema... Él.

No hace más que estar parado, contemplando el cielo con ojos soñadores, con ojos de quien ansía probar sus alas también y demostrar sus capacidades.

—Yo te podría enseñar las estrellas... si me dejaras —susurro, aun a una distancia considerable de él.

Es contradictorio, porque cierta parte de mi está agradecida con la distancia entre los dos, pero otra parte quiere llegar con él y derrocharle todo mi coraje y amor, en mismas proporciones, por no poder estar con él y por querer estarlo al mismo tiempo.

Podría enseñarte a volar, podría tratar tus alas con todo mi amor para fortalecerlas lo suficiente e incluso más, podría tomarte de las manos para que no te de miedo estar en lo más alto del cielo, ya sea de día o de noche... Soy capaz de muchas cosas para mostrarte lo bello que es estar en lo más alto, sin miedo a que te vayan a dejar caer, porque yo jamás te dejaría caer.

Sigo caminando y me doy cuenta de la humedad bajo mis pies.

Estoy pisando el agua.

—Agh... ¿Ahora qué? —digo por lo bajo, mordiendo sin cuidado mi lengua para evitar decir una ola de palabras que podrían no favorecerme mucho. Sacudo mis pies, pero es inútil, ya están mojados y pisé la tierra; ahora están enlodados.

Suspiro, cansada, muy cansada, pero no lo suficiente.

—Arriba, puedes con esto —me animo a mí misma.

Solo me faltaban unos cuantos metros, solo una pequeña distancia más para tocar su hombro y ofrecer mi alma y corazón en una simple pregunta: "¿te enseño a volar?".

Pero como que le caigo mal a la vida.

Una chica baja aleteando, los ojos de aquel chico de ensueño clavados en sus alas color dorado. Las mías... las mías son de color blanco.

Me detengo en seco y busco alguna manera de disimular mi intento fallido de acercarme, de ese modo es que quedo al lado de ambos chicos, a una distancia prudente para que no se me etiquete como entrometida, pero tampoco como que los esté evadiendo.

Pero me hubiera gustado estar un poco más lejos.

—¿Me estabas viendo? —pregunta ella.

Dile que no... dile que... dime que no la estabas viendo a ella...

—Sí, llevo todo el rato...—contesta él, sus alas un poco rígidas ante la mirada curiosa de la chica enfrente suyo.

Su mirada lo decía, lo gritaba casi, sus ojos despidiendo las palabras que su subconsciente gestionaba, a segundos de pasar a su conciencia y... No le ofrezcas eso, por favor, no le ofrezcas eso...

—¿Quieres que te ayude?

Los ojos del chico se abrieron grandes, pero brillaron al escuchar aquella propuesta salir de sus labios, un brillo que estoy segura jamás podré provocarle yo misma.

Es difícil, ¿sabes? Verte volar, verte experimentar con tus alas sin estar yo a tu lado, sin ser yo quien aletee un poco por debajo y atrás de ti, para cuidar tu espalda y, si caes, ser yo quien te atrape. Es difícil porque ya tienes alguien que lo hace por ti... y no soy yo.

Los veo alejarse entre las nubes, tan alto... tan alto... donde mis manos no pueden ni siquiera rozar sus dedos.

La noche cayó.

Es a las estrellas a quienes les cuento mis desgracias, como también mis logros, como el que, por primera vez, logré contenerme de llorar por el coraje de no tenerlo en mis brazos, de no poder acariciar su cabello hasta que la comodidad sea tanta que caiga dormido.

Estrellitas... estrellitas... Tan lindas y lejanas, pero tan cercanas a la vez, tan cómplices de mis noches en vela esperando que tal vez, solo tal vez, un día mis ojos brillarán a la par que los de alguien más, viéndonos ambos, quizá volando juntos y rozando las nubes de vez en cuando.

Aquellos lindos destellos en el manto oscuro me llaman romántica sin causa, una ilusa, con un alma inocente que puede ser rota con apenas un roce amistoso. Más razón no pueden tener.

Soy frágil, una simple brisa puede dejarme tirada, agarrada de la raíz de algún árbol con tal de no dejarme llevar por el viento. Pero también soy fuerte, porque jamás soltaré esa raíz, jamás dejaría que me llevara el viento.

Tercer suspiro del día y creo que, a este paso, suspirar se convertirá en mi oxígeno, no podré vivir sin ello. Suspiro por no tenerte, por el agua en mis alas que no me dejó despegar mis pies de la tierra hace rato; suspiro porque el día se fue muy rápido, también por tu sonrisa; pero suspiro más que nada por el confort que me da la soledad de la noche.

Es entonces, cuando esa suave brisa nocturna —la única que soy capaz de disfrutar— sacude mi cabello, que me paro del acantilado donde estoy sentada, abro mis brazos y, seguido de ellos, mis alas. Porque podré estar sola, podré no tener a quien sujetar las manos, ni de quién sujetarme yo; pero todavía puedo volar.

Y la noche es otro suspiro, uno que parece eterno, que espero jamás termine, una aventura donde los únicos ojos expectantes de mis acciones son los luceros sobre mi cabeza, las lucecitas intocables que tan cerca de mí están, que me abrazan con su luz, a veces más brillantes que el mismo sol.

Siento las plumas de mis alas bailar al compás de una orquesta nocturna, una donde yo soy el personaje principal, donde no hay espacio para alguien más, donde solo somos las estrellas, mis alas, el silencio y yo, una mezcla de todo eso resultando en la pareja perfecta para mi alma y un analgésico perfecto para las heridas del corazón.

Volar... volar... volar...

Y, egoístamente, quisiera jamás aterrizar. 








-⭐-

Un poquito cliché, pero sí, quería subirlo 👀 

Creo que me gusta subir cosas con las que tal vez la gente se identifique, que los haga sentir tantito incómodos por el sentimiento familiar que tal vez se nieguen a aceptar, porque pienso que todos hemos tenido, por lo menos una vez, esa sensación de querer algo y no poderlo tener.

Además, estoy en la edad de imaginar puro escenario romántico jeje.

En fin, buenas noches =)

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