Girasoles

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Hola, querido/a lector/a:

Soy alguien que ha estado donde tú estás ahora mismo, buscando un techo porque la tormenta no cesa, y tu paraguas quizás se ha roto.

Sabes, hace tiempo creí que era un girasol, sí, un girasol, una de esas flores amarillas que solo levantan su cabeza cuando el sol despierta, pero cuando el ocaso de este sucede, sus cabezas caen simultáneamente, como si del "efecto dominó" se tratara.
Me sentí muchas veces arropada por el calor de la dependencia, porque es a lo que una está acostumbrada, ¿no? Pero... ¿Qué hará un girasol tan lustroso si algún día el sol no vuelve?

El triste girasol se dio la vuelta, pues ya el crepúsculo del atardecer deviene, se arropa entre sus verdes brazos y espera al resplandor de la aurora. Así día tras día.
El resto de girasoles se veían igual de alicaídos que él, pero nadie se atrevió a cuestionar el porqué; ¿por qué dependemos tan fuertemente del sol? ¿por qué no huimos de esta tierra mal labrada hacia un lugar mejor?

El triste girasol se rompió en pedazos, se volvió pequeño, y eso fue abuso. Todos los días miraba hacia el sol esperando una respuesta, "¿por qué estás tú tan arriba y yo aquí abajo, esclavo de tu luz?" El sol cansado de tanto clamor, recitó: "Yo no soy ese".

Ese "ese" arrancó mis pétalos uno por uno, se los comió y los regó por el resto del campo, como si fueran insignificantes. Ese "ese", puso una cortina de nubes en mi rostro para evitar que floreciera. Sin embargo, yo le quería. Le quería tanto, que pensé que mis pétalos eran dignos de arrancar.
Me destruía diariamente pensando en lo que podría haber sido de mí y dicho "ese", del imperio de girasoles que podríamos haber construido juntos, pero entonces recuerdo que se fue, y aunque le seguía queriendo, merecía a alguien dispuesto a quedarse.

Conforme pasaban las estaciones, uno de esos miles de girasoles que conformaban nuestro frondoso campo me contó sobre el heliocentrismo. Fue entonces que comprendí que "ese" sol que observé en aquella primavera no es el mismo que observo ahora, en verano. Todo cambia. Crezco y florezco.

El campo de girasolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora