Travesía Por Un Sueño (Adaptación Nathgami)

Travesía Por Un Sueño

Tres, seis, doce, dieciséis. No los había contado, pero sabía que eran dieciséis. Divididos en dos equipos de ocho. Uno era liderado por una joven con un traje extraño rojo con motas negras, mientras que un chico con traje negro y detalles felinos lideraba el otro. Los dos equipos se atacaban entre sí. No estaba seguro de lo que sucedía al rededor, sólo sabía que él estaba en el equipo de la joven mariquita.

Su traje era raro, era de un extraño tipo de cuero en color blanco y negro, de su pecho sobresalía un abundante material similar a la lana. De su cabeza sobresalía un par de cuernos de cabra. Parecía uno de los superhéroes que aparecían en las historietas que leía en su adolescencia.

Era atacado por una chica de traje rojo con detalles negros, intensos ojos miel y esclerótica ámbar, cabello oscuro como la noche del cual sobresalían cuernos. No eran como los de él, los de ella eran mas cortos y puntiagudos, parecidos a los de un dragon. Ella lo golpeaba y esquivaba sus golpes.

Vaya estupideces que sueña uno después de una intensa noche de fiesta.

Despertó con una sonrisa en los labios. Ridículo. Sólo esa palabra podía definir su absurdo sueño. No tenía razón de ser, él no podía ser un superhéroe. Para empezar, había dejado de leer historietas para convertirse en un gran empresario. No era tan idiota como para vivir de leer y dibujar comics.

—Hey, Nathaniel. —lo llamó Mark, uno de los muchachos con los que solía ir a las fiestas. No lo consideraba su amigo, pero sí un gran compañero de copas. —Levanta tu sedoso trasero y llévalo abajo. Adrien viene con nuevas.

—¿Y a mí qué me importa? ¡Dame privacidad! —le respondió antes de arrojarle su despertador. —¿Acaso eres gay?

—No lo sé, pero no es mi culpa que duermas sólo en calzoncillos. Cualquiera creería que te echaste a una de las chicas de ayer. Y lo peor, ¡Creerían que ella te abandonó a primera hora!

—Imbécil. —farfulló Nathaniel incorporándose. De inmediato, sintió su cabeza dar vueltas. —Dame una de esas aspirinas. —ordenó como un jefe a su secretaria.

—Claro, "capitán". —contestó Mark arrojándole un bote de medicina. —Anda, apúrate. Parece ser que nos va a invitar a un festejo que tendrán los Agreste.

—¿Y por qué habría de interesarme? —cuestionó él con la pastilla en la boca. —Creo que ya cerré trato con ellos y estamos bien, no necesito ser un hipócrita para forzar una sonrisa con los Agreste. Además, esta semana ya hemos ido a tres reuniones. ¿Acaso no quieres descansar?

—¡Hombre! ¡Los chicos van a ir! Los negocios son lo de menos, será divertido. Habrá baile. —le dijo con una ceja alzada y una sonrisa ancha sobre sus labios.

Nathaniel, sin embargo, lo miró con indiferencia. Seguía sin comprender qué demonios le podía interesar de ese evento. Que él supiera, lo único que lo obligaba a asistir a esas fiestas de etiqueta era cerrar más tratos con sus inversionistas. Mark lo sabía, era el gerente de una de las áreas más importantes de la empresa. De su empresa.

Por otro lado, tenía bastante tiempo que no veía a sus compañeros de la secundaria. Sabía que Nino y Alya se habían casado en Los Ángeles. Idiotas ellos por cruzar el mar para celebrar su boda en una ciudad tan caótica. También se había enterado de las máximas inversiones que Max junto con Kim habían hecho con el gobierno y la policía. Empero, de lo que más se hablaba era de lo que Adrien y su familia habían producido en los últimos años. No le sorprendía que los Agreste fueran sus más grandes socios. Adrien era un genio y, por lo que sabía, su primo, también.

Estiró los brazos sobre su cabeza. No se quejaba, su vida no era tan esplendorosa como la de Adrien, pero tenía una casa muy grande y vino tinto todas las tardes. Con eso podía vivir. Con lo que no podía vivir era con el acoso de ese extraño sueño. Era algo perturbador: se veía a sí mismo con un raro bastón en forma de pincel golpeando a una chica con espada. Ya se lo había contado a Mark y éste sólo se había reído. Por esa razón no lo consideraba su amigo.