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oh, should we go now? open my door, i step between my clothes.
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Iracebeth Gecks siempre creyó que lo que los demás opinaran sobre ti no debía importar. Nunca escuchaba murmullos, nunca se cuestionaba por opiniones externas, ni mucho menos se permitía el tratar de fingir con tal de agradar. Toda su vida a la corta edad de once años lo demostraba. Desde el hecho de ignorar los dichos sobre lo tonto que era el sueño de ser escritora al crecer hasta el aceptar que no podía agradarle a todo el mundo y encerrarse a si misma en una biblioteca. La verdad era que jamás habían grietas en sus pensamientos, todo se resumía en el saber que la opinión del ojo ajeno no importaba.
Hasta que un día si importó.
Y el gran factor influyente en este nuevo pensamiento tenía un nombre y apellido: Spencer Reid, el niño solitario que jamás hablaba ni la miraba sin ponerse rojo de vergüenza, pero llevaba más de un año sentándose cada lunes a leer junto a ella sin decir palabra. Quizás Beth no tenía la suficiente valentía ni se sentía tan interesante como para impresionarlo, simplemente imaginó que escribirle una pequeña nota en un libro sería un buen comienzo.
Entonces, cuando una semana después la nota tuvo la ansiada respuesta y ambos fueron capaces de balbucear el primer "hola" que lo comenzó todo. De pronto el par era inseparable y todo parecía ir de forma perfecta...o lo fue hasta que la familia Gecks tuvo que mudarse sin previo aviso y el recuerdo de Beth se marchó con el viento invernal.