Si te interesa leer un cuento corto que te haga tener la realidad de muchas personas a tu alcance y te interesan los temas LGTBIQ + , el bullying y la salud mental, esta es una breve historia que deberás de leer.
Hola soy Sam, tengo 13 años y vivo en Galicia, tengo dos hermanas mayores, es decir que soy el pequeño de la familia y esto, a veces, es bueno y otras veces es malo, en mi caso no sabría bien qué decir -te depende mucho de los casos, pero esto no es de lo que venía a hablarte. En tres días es mi cumpleaños, he estado mirando cosas por internet y de todo lo que he visto me han gustado: una sudadera rosa, un bolso color granada y unas botas negras con tacón. - Bueno ahora tocará ir a enseñarlo a mis padres - pensé. — ¡Padre, madre ya sé lo que quiero para mi cumpleaños! — ¿Qué quieres Sam? —me preguntaron. — Pues... quiero una sudadera rosa, un bolso granada y unas botas negras con tacón... — les comenté. — ¡Cooooomo?! ¡Una sudadera rosa?! ¿No puede ser azul o negra? ¿Y un bolso?! Como mucho si quieres te compramos una bandolera, ¡pero un bolso?! Lo de las botas negras bien, pero olvidado que sean con tacón, no ves que los chicos no traen esas cosas... ¡parecerías una niña! —me dijeron. — ¡Uffff, me pongáis de los nervios, siempre con su pensamiento retrógrado! —les llamé. Me giré y me adentré en mi habitación, sin ganas de hablar más, ya que casi todos los días había una discusión sobre el mismo. Por mucho que le daba vueltas al mismo tema no comprendía porque no me dejaban llevar cosas de color rosa y porque según ellos no podía ponerme "cosas de chicas" para mí no había "cosas de chicas y cosas de chicos", creo que todo el mundo puede ponerse lo que quiera y nadie le tiene que decir lo que puede y lo que no puede llevar. Al día siguiente debería ir al instituto, así que me fui a dormir pronto.Al llegar al instituto todo el mundo me miraba mal, se reían y susurraban. Yo acostumbrado a esto pasé de largo, no era ni la primera ni la segunda vez que me lo hacían, todo empezó cuando decidí dejarme el moño largo, desde ese día escucho comentarios como: "pareces una niña ; ¿qué llevas entre las piernas nenaza?, ¡transformer!" Entre otros muchos que iba pasando la gente por mensajes o notas. Cuando entré en clase visualicé a mis amigos, los únicos que eran conscientes de lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor, o eso parecía. — ¡Hola! — les saludé. — ¡Hola Sam! —me dijeron todos a la vez. Fue un poquito extraño, porque cuando he llegado estaban todos agrupados en torno a mi mesa; daba la impresión de que Raúl y Elena estuvieran haciendo como de jefes de grupo y planeando algo, mientras tanto Olivia y Jose estaban escuchándoles atentamente mientras que apuntaban cosas en una hoja, lo que era extraño en todo aquello fue que en el momento en que los saludé, cogieron corriendo el papel de la mesa y Olivia se lo puso en el bolsillo. No le di nada de importancia y me senté en la silla para que empezara la clase; tocaba matemáticas, la asignatura que menos me gustaba.Tres horas después sonó el timbre, indica la hora del patio y eso me disgustó un poco, en clase me sentía protegido, siempre intentaba pensar que con un profesor delante de nadie me haría daño; pero al salir al patio cada uno iba a su bola, los profesores están hablando entre ellos y nadie se fija en lo que ocurre al final del patio en una esquinita un niño asustado, tres mayores rodeándolo, un público que sólo que hace que grabar y animar al matones, ahí en ese mismo instante es donde ocurre todo. De repente asoma la cabeza un niño lleno de moretones y heridas, lleva el ojo morado, parece que en cualquier momento se le vaya a salir de la cara. Detrás de él aparecen tres niños mayores; los tres, riéndose empujan a Sam, que vuelve a caer al suelo indefenso, de repente el tres se van corrigiendo hacia la otra punta del patio. Segundos después llega la profesora de valenciano de Sam, junto a sus amigos; a pesar de que ha llegado tarde, él se pone contento de que sea ella a lo que han gritado sus amigos para ayudarle. -¿Qué te ha pasado? — exclama la profesora. Ésta no recibe una respuesta por parte de Sam, que se echa a sus brazos llorando. — Eiii..., relájate... — le dice con su tono de voz agradable. — Cuando puedas estaría bien que me contaras que ha pasado, yo solo quiero ayudarte... —Tengo miedo... —por fin le respondió Sam. Seguramente si se antean de que te lo he dicho vengan a por mí y nunca me dejan en paz.— Sabes que puedes contármelo, yo no se lo voy a decir a nadie y ellos no se anteterarán — le respondió la profesora. Sam, convencido por la profesora le contó todo lo ocurrido. — Voy a ayudarte, tú ahora ve a clase y cualquier cosa me buscas, ¿vale? —le dijo la profesora. —Gracias, si ya voy a clase —le contestó Sam. Sam se entró en clase junto a sus amigos y la clase empezó como si nada hubiera pasado, pero él no estaba atento a la asignatura, tenía miedo de que los matones se enteraron de que le había contado a la profesora, si s daban cuenta se le caería el moño. Eran las dos menos cinco cuando sonó el timbre, ya habían terminado las clases, pero para su desgracia todavía estaba el lunes, le quedaba toda la semana por delante. Camino a casa iba escuchando música como hacía de costumbre, no tenía ganas de llegar, pero tampoco de estar en la calle; sabía que cuando llegara se ha madre estaría acabando de comer para ella y su padre, ya que él debería ir a entrenar, como hace todos los días; su padre todavía no habría llegado y sus hermanos estarían en la universidad; no le esperaba nada nuevo en su casa y así fue, al llegar a casa todo estaba tal y como él lo había pensado minutos detrás; la única excepción es que había unas bolsas desconocidas sobre la mesa.— Seguramente sean los regalos de mi cumpleaños —pensé. No le dio importancia, seguramente no le habrían comprado nada de lo que él quería. — Hola mamá — saludó. — ¡Hola bonito! ¿Qué tal ha ido la escuela? ¿Por qué llevas esas gafas tan feas? —preguntó su madre como si le fuera la vida en esto. —La escuela ha estado bien y las gafas me las ha regalado una amiga porque hacía mucho sol en clase y no veía nada —mintió. — Además, las gafas no son feas... — le dijo a su madre. — Me las ha regalado la persona que hace que tenga las mínimas ganas de ir a ese lugar donde le pasaba tan mal, a pesar de esto, ella hacía que yo tuviera ganas de ir — esto último lo pensé, pero pese a que era lo que yo sentía y no mentía, no tenía ni la fuerza ni las ganas de decirle en voz alta. - EOO, EOOOO. Saaam! ¡Te has quedado empanado! Te he preguntado que si quieres que te ayude a preparar algo —le dijo su madre con cara de preocupación. — No, tranquila no es necesario, voy a preparar la mochila, voy a coger algo para comer y me iré, hoy voy a ir a pie — le dijo Sam. —¿Está bien, como tú quieras, de todas formas, cualquier cosa me dices, si? - —Está bien —le contestó Sam y se fue por la puerta. Al llegar a la piscina se dio cuenta de que estaba a solas, todavía no había llegado nadie. Empezó a ponerse el bañador, no se veía bien con él, se miraba al espejo y sentía como ese no era su cuerpo. — Me hubiera gustado ser como ellas... poder llevar el moño largo sin tener que soportar comentarios, poder llevar vestido, regazo o tacones sin que me miren mal cuando pase por la calle, pero sobre todo me hubiera gustado poder llevar todas esas cosas sin que nadie me mandara a cambiarme de ropa porque "parecía una niña", me hubiera gustado poder ir por la calle como yo voy y sin miedo a lo que van a decir oa lo que me van a hacer... — todo esto rondaba por mi cabeza mientras que me miraba al espejo y veía un cuerpo que no era el mío. Y cuando las lágrimas inundaban mis ojos deseando salir, empezó a llegar gente, aumentando en mí ese sentimiento de desaprobación por mí misma.Empezó el entrenamiento e intenté dejar atrás todos estos pensamientos para poder hacerlo lo mejor posible y desconectar de todo. Cuando terminó el entrenamiento, fui al vestuario, como siempre, en cinco minutos estaba saliendo por la puerta, al contrario que los demás, que se quedaban hablando de sus cosas. Al salir me encontré a mi entrenador: - ¿Qué tal estás? —me preguntó. — Bien, sin más —le dije. Me regaló una sonrisa y se fue. Me puse los auriculares y me encaminé a mi casa. Al llegar no había nadie, estaban todos trabajando y nunca coincidía en ellos hasta la cena. Cogí mi mochila de la escuela y me puse a hacer los deberes hasta que se hacía de noche. Mientras pensaba que al día siguiente debería volver a ir a la escuela y soportar a los matones de siempre, me puse a hacer la cena. Al llegar mis padres cenamos y se repetía la misma pregunta de todas las noches: — ¿Qué tal ha ido el día? - yo como siempre respondía con un simple "ha estado bien", sin querer ponerme más en el tema; mundo padre tampoco contaba mucho de lo que había pasado en su día, ya que se le pasaba trabajando y no le gusta hablar de temas de trabajo mientras cenamos y mi madre... prácticamente lo mismo que mi padre así que ahí terminaba la conversación. Al terminar de cenar subí a mi habitación, abrí un libro y me sumergí en él, olvidando así todo lo que había pasado hasta quedarme dormido. Sí, este "libro" es muy corto querido lector, porque, ¿para qué un niño va a escribir a su diario lo que hace todos los días si su vida es tan monótona? Nada cambió en la vida de Sam, nunca logró tener el cuerpo que él deseaba; nunca logró salir a la calle y llevar lo que él quería sin preocuparse de lo que dirían o lo que harían; exacto, su profesora se olvidó de su tema con los matones después de ir aplazándolo días y días porque "tenía cosas más importantes que hacer"; ellos seguían haciéndole la vida imposible a Sam; los "cámara" aquellos que grababan todo lo que ocurría al final de aquel patio siguieron haciendo lo que hacían en un principio, nunca pensaron en ayudarle. Sus amigos, Olivia, Raúl, Jose y Elena seguían ahí con él, pero eran incapaces de hacer nada... y sus padres... ¿tú los has visto? ¿A qué no? Exacto, siguen trabajando por una familia que no sabe que su niño hoy no volverá a casa. Y es éste un niño que hoy antes de irse a la escuela deja su diario abierto por la primera página de este libro encima de su cama, un niño al que las ganas de seguir adelante que le daba aquella niña se le han terminado.
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