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La hora del almuerzo llegó y con eso los nervios de Yibo aumentaron.

Estaba por ver a Zhan, iba a ver al chico que le gusta.

—Tranquilo — se dijo a sí mismo, tomando sus cosas y dirigiéndose hacía la cancha de fútbol — solo se tú, solo tienes que ser tú.

Tenía que ser él mismo, tenía que hablar con su Gege y conquistarlo.

Él podía, sabía que sí.

Apresuró sus pasos y cuando llegó a su destino se fue hacía las gradas, caminó tranquilo hasta que lo vió. Su bonito gege estaba sentado en el verde césped, jugando con una pequeña flor que se encontraba en su mano.

Caminó nervioso hacía él; Zhan aún no había notado su presencia lo cual le daba la oportunidad de huir, pero no lo haría, claro que no, esta era su oportunidad y no iba a desperdiciarla.

Cuando estuvo a su lado fue que Zhan lo vió.

Yibo le sonrió nervioso y Zhan lo miró con vergüenza y es que ¡Vamos! ¡Estaba frente al chico que le enviaba notas diciéndole lo perfecto que era ante sus ojos!

Ambos se miraron antentos, el silencio dominaba y ninguno se atrevió a romperlo, bueno, al menos no Yibo.

—Hola — decidió hablar el mayor —. ¿Eres el chico de las cartas?

Yibo asintió rápido.

—S-sí, soy yo.

Las mejillas del mayor se pintaron de un leve color carmesí y Yibo no pudo evitar sonreír encantado.

—¿No te vas a sentar?

Yibo otra vez asintió y tomó asiento frente al chico bonito.

Era la hora, tenía que presentarse.

—Soy Wang Yibo — dijo — estudio psicología.

Zhan asintió.

—Xiao Zhan, aunque supongo que eso ya lo sabes

Yibo se ruborizó y Zhan sonrió por primera vez delante del menor.

Yibo se enamoró de esa sonrisa.

Y es que era imposible no amar sus pequeños dientes acoplados perfectamente bajo sus rosadas encías, especialmente esos dos delanteros que sobresalían y lo hacían ver cómo un tierno conejito, era imposible no enamorarse de la forma en que su nariz se arrugaba y como sus mejillas se veían más esponjosas y redondas, era prácticamente imposible para Wang Yibo no caer rendido al ver cómo sus ojitos se cerraban y se volvían dos líneas perfectas y hermosas acompañadas de unas negras y arqueadas pestañas.

—Eres tan bonito — le dijo.

Y aunque Yibo no haya tenido la intención de decirlo en voz alta, para bien o para mal, esas palabras fueron escuchadas por el mayor, el cual se volvió un tomate ante su halago.

Fue perfecto, esa pequeña charla, con sutiles halagos, sonrisas sinceras y avergonzadas y esos sonrojos, fueron pasando, dando paso a una nueva amistad con muchos sentimientos.

Un pequeño AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora