Introducción

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El campamento estaba tranquilo para ser las cuatro de la mañana, los aliados se paseaban entre las construcciones de madera que habíamos creado para tener un refugio, pero todo estaba preocupantemente silencioso. El ambiente de lo que fue un claro en su momento se sentía pesado, tenso, como si algo fuera a ocurrir en cualquier momento. Fruncí el ceño con confusión y algo de sospecha, ningún soldado había venido a mí a ponerme una queja sobre algo, ninguno de mis sargentos me recibió en la entrada del lugar, los cadetes se encontraban haciendo sus tareas diarias... pero en un silencio realmente alarmante.

No dejé que la sospecha me dominara y fui a saciar mi curiosidad yendo hacia un grupo de soldados que se encontraban hablando al lado de una de las chozas. Eran personas jóvenes, ninguno pasaba de los treinta años físicamente, pero dos de esos tres soldados estaban en el mundo desde hace un siglo antes que yo. Cuando llegué a donde estaban dejaron de hablar abruptamente para ponerse en una posición recta, dándome un saludo militar, miré los ojos de los tres, alzando levemente mi cara para demostrar imponencia e intimidación.

—¿Se puede saber qué estaban hablando? —dije con voz grave, colocando mis manos detrás de mi espalda.

—Nada importante, líder.

Miente.

—No me mientas —demandé, mirándolos severa—, no me obliguen a sacarles la información a la fuerza.

—Estábamos charlando sobre el nuevo invitado, líder.

Dice la verdad.

—¿Nuevo… invitado? —inquirí, tuve que hacer un esfuerzo abismal para no sonar tan sorprendida como realmente me sentía.

—Sí, líder —dijo el más pequeño de todos, pero que contaba con una poderosa habilidad de controlar el clima—; el capitán Fantini lo recibió hace una hora, señora, y se encuentra en la sala de reuniones.

Verdad. Pero no sabe quién es la persona.

—Bien. —Asentí una vez con la cabeza—. ¿Y Alexandre está con ellos?

—Sí, líder —dijeron a la par los tres.

—Bien —repetí—, ¿ya se tomaron su hora de descanso?

Negaron con la cabeza, los tres me decían la verdad.

—Vayan al comedor y cenen, luego darán cien vueltas al patio sin usar la velocidad por mentirme. ¡Andando!

No tuve que decir nada más, ellos empezaron a trotar apresuradamente al gran comedor, yo suspiré y seguí mi camino mirando las luces encendidas dentro de cada choza, a esta hora es que estaban más activos, pero hoy todo estaba tan tranquilo que preocupaba. Me pregunté una y otra vez quién era ese "invitado" y por qué todos estaban tan consternados por su llegada. Un par de ciudadanos del campamento me detuvieron para reportarme algunos problemas con las cañerías, cuando pasé por el comedor los "cocineros" (más bien eran los vampiros que no les importaba cazar humanos para alimentar el gran número de inmortales dentro de esta mini cuidad) me comentaron que se iban a ausentar por tres días, puesto que se irían con los exploradores al este de Europa para buscar más alimento y querían mi autorización; aunque estaba más que claro que se las iba a dar.

Seguí caminando por el lugar, asegurándome de que las cosas estuvieran bien antes de ir al salón de reuniones, algo me decía que no me iba a gustar lo que encontraría ahí. Yo sabía que no me gustaría lo que iba a encontrar ahí. Llegué al límite de las chozas y los gritos de Raffaele llegaron hasta donde yo estaba, reí por lo bajo al notar a sus alumnos de esa hora intimidados, hasta podría jurar que asustados y es que, ¿quién no se asustaría con él?

Cuando Raffaele reparó en mi presencia dejó a sus estudiantes luchando en pareja y caminó hasta donde me encontraba yo. No lo miré cuando quedó a mi lado, exactamente en la misma posición en la que me encontraba yo (erguida, con los brazos en la espalda y las piernas separadas).

—¿Cómo va la clase por ahora? —pregunté.

—Se siguen asustando por mis gritos, así no los van a tomar en serio los enemigos —se quejó.

—Pues yo creo que deberías cambiar tu método de enseñanza.

Noté por el rabillo del ojo cómo se giraba hacia mí y arqueaba una ceja.

—¿Dices que mi método de enseñanza no es fructífero?

—Digo que son vampiros, Raffaele, no animales a los que debes domar. —También giré mi cuerpo para quedar frente a él.

—Sé que no son perros, Cassie —dijo, severo—, pero son nuevos vampiros, deben aprender a controlar su cuerpo, no puedo tratarlos con suavidad; necesitan disciplina.

—¿Forzada? —pregunté y alcé una ceja, divertida.

—Bueno… —Se volvió a girar hacia sus estudiantes—. Me gusta gritar un poco.

Reí ante eso, pude ver cómo se contuvo para no reír él (puesto que se esmeraba mucho en no demostrar sus sentimientos. Solo parecer intimidante era lo que, según él, necesitaba). Negué con la cabeza, suspirando, mirando cómo algunos de los alumnos eran más habilidosos que otros, pero que no controlaban bien su fuerza ni la velocidad, tampoco cuidaban sus movimientos y no sabían defenderse bien. Quedé un poco perdida, mirándolos, recordando de nuevo, reviviendo mis primeros años siendo yo una inmortal.

Una muy inocente y tonta inmortal…

UN MUNDO EN OSCURIDAD [Trilogía Oscuridad #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora