El amor es complicado

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Los agradables rayos del atardecer eran reconfortantes; la luz solar se filtraba por las ventanas de la mansión donde residian Giorno y sus colegas, llenando así los pasillos con el suave calor de la primavera.

Fugo se encontraba mirando el hermoso espectáculo de la naturaleza desde uno de los tantos balcones del lugar, después de todo la mansión era inmensa, algo que, de hecho era bastante bueno ya que Giorno se encargó de darle a todos sus subordinados una habitación y un trato digno, la única condición era que estos siguieran ayudándole en las tareas correspondientes y le fueran leales, cosas que para la ex pandilla Bucciarati eran bastantes fáciles de realizar.

Fugo suspiró con cansancio mientras observaba el atardecer, los días solían ser un poco ajetreados, siempre había trabajo por terminar, papeles que revisar y órdenes que atender, sin embargo, Fugo, al igual que sus demás compañeros, siempre buscaba un momento para relajarse y despejar su mente un poco. Al inicio sus momentos de relajación eran unirse a los demás en una de las salas del lugar, pero últimamente no quería presentarse ahí ya que tenía muchas cosas que pensar, muchas sensaciones que analizar y muchos sentimientos que ignorar, si se presentaba le era imposible estar tranquilo si la persona que le ocasionaba todo aquello estaba presente.

El hombre llevaba aproximadamente dos semanas sin ir a la sala, si alguien le preguntaba la razón simplemente contestaba que estaba muy cansado como para asistir, incluso aunque aquello estuviera lejos de ser la realidad. La verdadera razón por la cual no acudía a las reuniones era que cada vez estaba siendo más consciente acerca de los sentimientos que empezaba a desarrollar por Narancia; su cerebro siempre divagaba en su presencia lo cual ocasionaba que  perdiera la concentración fácilmente, le mirara más de lo debido o imaginara escenarios que claramente no debía estar imaginando.

Fugo le tenía un fuerte aprecio al pelinegro y no quería pensar románticamente acerca de un amigo; alejarse de él una cantidad considerable de tiempo sería lo mejor para deshacerse de aquellos sentimientos, incluso si eso significaba ignorarlo un poco, lo cual había estado haciendo constantemente desde entonces.

Los minutos pasaron y el sol empezó a esconderse progresivamente. Fugo miró con atención todo el proceso y no pudo evitar pensar en Narancia, era curioso pero el naranja en el atardecer le recordaba totalmente a él, el agradable calor que el sol desprendía también era muy parecido a lo que sentía al estar a su lado. El hombre sacudió su cabeza lentamente al darse cuenta lo que estaba pensando y decidió volver al trabajo, al menos ahí estaría lo suficientemente ocupado como para poder pensar en el pelinegro.

Fugo caminó por los largos pasillos de la mansión cuando de pronto escuchó unas pisadas que se acercaban a él a toda velocidad, el hombre volteó rápidamente y observó a Narancia corriendo hacia él.

—¡Fugo!—Gritó antes de abalanzarse hacia el rubio y taclearlo por el acto.

Narancia quedó posicionado encima de Fugo debido a esto. El rubio parpadeó un par de veces antes de darse cuenta de lo que sucedía, se sonrojó ligeramente y frunció el ceño antes de hablar.

—¡¿Qué demonios te sucede, Narancia?!—Fugo apartó al moreno mientras se sentaba en el suelo y le dio un manotazo en la cabeza.

No estaba del todo enojado por el acto pero si estaba avergonzado por la posición inicial en la que terminaron.

—No fuiste de nuevo a tomar el té.—Reprochó el pelinegro.

—Ya les dije que estoy cansado, si Giovanna no dejara tanto trabajo tal vez no estaría tan agobiado como para ir.—Habló Fugo parándose del suelo y sacudiendo sus prendas.

Narancia realizó el mismo acto.

—Mi cumpleaños está cerca, tú irás ese día ¿verdad?—Preguntó.

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