¿Como podría relatar lo que en mi sucede desde que tengo memoria?
¿Como podría explicarle al mundo lo que siento?
Es tan asqueroso y repulsivo.
Yo lo sabía, lo se perfectamente aún. Pero este sentimiento, a pesar de ser repugnante, no desaparece de mi corazón.
Y es que verla todos los días se había convertido en una maldición. Desde niños el tenerla cerca siempre había sido un problema. Un maldito problema.
Estos sentimientos habían comenzado desde que era muy pequeño. Cuando corriamos por aquella pradera y ambos hacíamos collares con las flores que nacían allí. Solos, y mirando hacia aquellas montañas, nos jurabamos matrimonio.
Ella era linda, mucho. Sus ojos grandes y color café siempre me miraban con ternura. Y luego su cabello negro como la misma noche invadía su rostro cayendo por el mismo dándole un toque angelical.
Ella solía ser muy linda, pero como todo el la vida, mi hermana creció. Se volvió una hermosa chica de la cual tuve la dicha o el infortunio de ver crecer a mi lado.
Se volvió preciosa.
Y allí estaba yo, su hermano mayor por solo un año, notando como toda ella crecía dejándome sin aliento. Haciendo que todo mi ser vibrase con el día en el cual podría decirle mis sentimientos.
Pero ese día estaba lejos, muy lejos, quizás nunca ocurriría. No, yo no podía hacerlo. No podía arruinar su vida con mis sentimientos impuros hacia ella. Nunca lo haría.
El simple hecho de saber que por sus mejillas rosadas correrían lágrimas me hacia frenar cualquier intento.
Jamás le hablaría sobre mis sentimientos.
—InuYasha, hermanito. —Aleje mi vista de aquella libreta llena de cálculos para ver la en la puerta. —¿Puedo pasar?
Respire profundo ante su petición y sabiendo que aquello era peligroso. Demasiado.
—¿Que no entiendes? —Pregunte algo irritado.
Normalmente solía ir a pedirme ayuda en alguna de sus tareas o solo hablar de sus amigas enamoradas de mi.
—Matemáticas —Escuche una risa nerviosa y sin más entró.
Fue difícil. Ella se sentó a mi lado con su ropa de dormir poco provocativa pero a pesar de eso no pude evitar fijarme en el escote pequeño y aquella cadenira cayendo sobre el.
—Kagome —Intenté relajarme. —Creo que es el momento de que comience hacer tus tareas sola. —Musite nervioso y tragando salvia. —Yo tengo mis propias cosas que hacer.
Su sonrisa desapareció para mirar hacia sus piernas desnudas por aquel pequeño short rosado. Odiaba ver esa expresión pero era lo mejor.
Mantenerla alejada de mi era lo mejor.
—Hermanito —Odiaba escucharla llamarme así. —No te enojes —Susurro —Sin nuestros padres... no hay nadie a quien pueda acudir.
Tome aire y lo expulse para mirarla.
Fue un error. Pero ella realmente se había vuelto bellísima. Todo lo que veía en ella me gustaba. Desde su largo cabello negro cayendo por sus pechos hasta sus labios rosados y con algo de labial.
—Joder —Dije en voz baja apartando mi vista. —Esta bien, pero la próxima vez tendrás que hacerlas tu sola. —Tome el libro en mis manos.
La observe sonreír y agarrar su libreta para empezar a trabajar.
En todo ese tiempo tanto ella como su aroma llenaron mi habitación. Todo mi ser comenzo a hervir pensando que podría hacer cualquier cosa y nadie se entraría.
Después de todo estábamos solos.
Nuestros padres, bueno, nuestro padre se había ido de viaje en busca de ayuda para su nuevo proyecto. Tenía pensado creer una nueva consola de videojuegos y para eso necesitaba a muchas personas ya que deseaba que fuese algo realmente brutal.
Es decir, quería crear una consola de realidad virtual que superase a todas las demás. Y con ese fin se había ido dejándonos solos y a mi a cargo por quien sabe cuanto tiempo.
Ah, si se preguntan porque solo hablo de mi padre es porque mi madre había fallecido luego de haber dado a luz a Kagome. El se había casado de nuevo y aunque en su principio no lo acepte, luego note que el amor de estos era sincero.
Y por eso estábamos solos.
Casi tres horas después habíamos acabado. Kagome era terrible en matemáticas. No entendía nada sobre ellas y me tocaba explicarle desde como multiplicar hasta hacer divisiones.
—Las dos de la mañana. —Dije mirando el móvil.
Mi hermana se había quedado dormida en la mesita sin saber que su presencia me hacia mal, me quemaba. Desde hacía un tiempo mis sueños puros sobre nuestra boda se habían transformado en unos donde la hacia mía.
Completamente asqueroso pero si.
No recordaba cuando aquellos sueños se habían apoderado de mi. Haciéndome levantar en la madrugada agitado para ir a darme un baño con agua helada.
Luego me tiraba a la cama triste y con los ojos llenos de lágrimas ante mis sentimientos. Sentía asco de mi, de lo que sentía, de no poder verla como lo que era, mi hermana.
Luego de moverla durante un rato, y notando que la chica no se despertaba, la cargue en brazos hasta su cuarto para dejarla allí.
Fue terrible para mi el tenerla tan cerca y no poder tocarla. Era una pesadilla.
—Kagome...
Dormía tan tranquila, sin miedo. Sin conocer de que tenía cerca suyo a un hombre que la deseaba como un imbécil. Pero que era incapaz de tocarla sin su permiso.
—No se cuato más pueda resistir... te amo... —Confese mientras le movía un mechón de cabello.
Mi mano se colocó en su cuello acariciando el área con mi pulgar. Sonreí para luego mirar al suelo con dolor.
Mi corazón latía desenfrenado y pronto mi respiracion comenzo hacerse forzosa y rápida.
—Necesito alejarme —Me dije en un intento desesperado por frenar aquel deseo de besarla.
Note como se movía para murmurar mi nombre y decir que me quería.
Me levante para ir a mi cuarto y encerrarme en el. Todo era un desastre.
¿Cómo podía explicarle a todos que estaba enamorado de mi hermana? ¿Que deseaba protegerla y amarla por la aternidad?
—No puedo, no quiero dañar a Kagome ni quiero arruinar nuestra familia. —Caí al suelo con la cabeza hecha un lío.
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Lazos Prohibidos +18
Romance¿Que pasa cuando amas alguien que te es prohibido? Lo amas tanto que sientes que has llegado a tu límite y ya no puedes ocultarlo más. Inuyasha tiene ese pequeño problema. Desde que tiene memoria a estado enamorado de Kagome, su hermana menor. A p...