Prólogo

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Érase una vez, en un muy lejano reino escondido entre valles y montañas que vivía un pequeño patito soñador. Soñaba con surcar los cielos, atravesar aquellas montañas y observar el mundo exterior, soñaba con poder alejarse de todo el dolor, soñaba con amar y ser amado, soñaba con ser aceptado. 

Soñaba, soñaba y soñaba.

Cuentan que en un país lejano habitaba una joven doncella que siempre sucumbía a las flechas de cupido, amaba con corazón y razón. Amaba porque sí y porque no. Amaba hasta dar todo y quedar sin nada. 

Amaba, amaba y amaba.

Cuentan los que le vieron que en aquel bosque tras el lago de los susurros habitaba un gentil dragón. Temido por desconocidos y amado por conocidos. Noble y de gran corazón pese a ser un dragón. Construía murallas a su alrededor para apartar al mundo de él, construía murallas para sentirse a salvo, construía murallas para apartar sus sentimientos del mundo. 

Construía, construía y construía.

Hubo una vez una temeraria bruja, valiente, risueña y caótica. Creía en finales de perdices, finales de felices por siempre, finales sin finales. Creía en el destino. Creía en las almas gemelas.

Creía, creía y creía.

Cuentan las historias que en algún lugar del vasto reino había una pequeña niña que soñaba, amaba, construía y creía, que regalaba sonrisas en medio del llanto, no era mágica, no tenia dones, no era extraordinaria pero soñaba con alcanzar el alto cielo.

Porque para nosotros los mortales, los hidalgos quebrantados de corazón, las damiselas rechazadas, los temerarios corsarios y los patitos soñadores... 

El cielo es solo el comienzo del cuento.

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⏰ Última actualización: Mar 01, 2022 ⏰

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