Limpieza del resplandor

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1:

Todos los días regreso a mi casa en el bus, desanimado, con sudor en mi frente y cansado del trabajo. El periodismo no es nada fácil y menos si no tienes créditos por tu trabajo, investigo de lado a lado la información, a veces necesito un descanso.

Mi trabajo específicamente trata de la recopilación de información adicional en los periódicos, como los sudokus y adivinanzas, nada relevante, pero también estoy obligado a proporcionar información a los de los demás temas, ellos quedándose con el crédito de eso.

Es fastidioso todo pero agradezco lo que pueda, obviamente mi bajo optimismo empeora mi situación, necesito ayuda.

2:

Vivo en un apartamento, está mal pintando y es rentado pero por lo menos vivo en un techo, mi refrigerador no funciona bien, si enfría pero no cierra completamente.

No hay psicólogos en mi sector, siento que necesito uno, pero tendría que irme a la otra parte de la ciudad donde tendría que pagar por eso y mi sueldo no alcanza, tampoco hay buenos centros de ayuda aquí y si entras a esos los demás te juzgarían como un pobre loco.

Sufro de insomnio y es lo peor de todo, evito el consumo de alcohol y no fumo ni consumo estupefacientes, tomaba mucho refresco pero no es recomendable, no creo que sirva para mis riñones, no tomo café empeoraría mi malestar.

3:

Un día me regresaba a mi casa más cansado físicamente de lo normal, al llegar a la parada sentí un frío insoportable, en eso vi una señora y se me acercó a esperar el bus, no había sillas/bancos para sentarse así que esperé parado, la señora al lado no dirigió ni una palabra hacia mí y cuando llegó el bus se subió junto conmigo.

No había asientos disponibles en el bus, estuve parado en todo el viaje, no aguantaba la calentura del bus, en eso la señora que esperaba conmigo se bajó, ella estaba parada igual que yo, simplemente me tocó seguir esperando parado mientras me mareaba.

Casi me dormía parado cuando vi mi parada cerca de mi edificio, únicamente pedí la bajada y se frenó el bus en un minuto, bajé, fui a la primera tienda de sodas y entré...

— ¿Qué se le ofrece?— exclamó el chico de la tienda.

—Una soda de uva, por favor— todo el cansancio quebraba el suspiro de mi voz, sentía una presión enorme al igual que todos los días.

—Claro, aquí tiene— Él abría el refrigerador y agarraba la soda que pedía, me la dio en la mano y sentí el ardor del frío de la lata.

—Gracias— agradecía sin ánimos, se me reflejaba en la cara y mi postura todo el cansancio acumulado por el trabajo.

Me fui de la tienda y caminé hacia mi casa, al llegar al edificio se escuchaban los ladridos de los perros del vecino, intenté ignorarlos mientras subía, llegué al departamento y abrí.

Me quedé unos minutos en el sillón tomando las sodas que compré y después intenté dormir ahí, en aquel sillón...

RobDonde viven las historias. Descúbrelo ahora