Prólogo

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Dios

Un día mas me encuentro narrando mi historia, apoyado sobre mi mesa de roble escucho el rasgar de la pluma sobre el viejo pergamino. Mi mano bailotea sobre este sin descanso, grabando en tinta oscura las palabras de mi existencia…

Una larga y activa existencia llena de creación. Repleta de éxitos y fracasos. De arrepentimientos y alegrías…

Aun conservo en mi recuerdo lo increíblemente solo que me sentía milenios atrás, a pesar de que mi ardua tarea de Creador me mantenía ocupado, ni una sola de mis creaciones lograba hacerme sonreír, las contemplaba con orgullo y benevolencia, deseándoles un buen porvenir… Pero desde mi puesto mi única compañía era la sombra que mi cuerpo proyectaba.

Así pues y totalmente dispuesto a terminar con aquella soledad, tomé las riendas de un nuevo proyecto. Deseaba su semejanza conmigo, la calidez que para mi anhelaba, la lealtad que necesitaba, el valor y nobleza de un alma que colmase de luz mis días…

Tal era mi deseo de obtener mi esperada compañía que la ansiedad y el nerviosismo se adueñaron de mi corazón, nunca antes había logrado crear un ser tan perfecto como aquel y, puesto que el libre albedrío era una norma que yo mismo había dictado, el cambio en toda creación era cíclico.

Me encontraba tan absorto en mis pensamientos que apenas me percaté del agradable cosquilleo que presenciaba mi corazón. Se trataba de una dulce caricia de algo nuevo, de algo mío… de una creación que gracias a mi enloquecido fervor por suplir todo rastro de soledad germinó en mi pecho, brotó insaciable a través de mi corazón y por primera vez, me sentí amado.

Mi anciano rostro aun sonríe al recordar ese momento… cuando de pronto, una hermosa luz dorada salió de mi pecho, sinuosa y tranquila recorrió el espacio necesario para posarse en el suelo e ir tomando forma. Mi cuerpo se tensó mientras que mis azulados ojos recorrían la hermosa figura femenina que se encontraba ante mi. De piel clara y cabello rojizo… ocultaba su rostro en una lujosa capa de terciopelo rojo que contaba con capucha. Se encontraba arrodillada ante mi con la mirada perdida en el suelo, creí que se encontraba confundida, intimidada por la situación. Pero nada mas lejos de la realidad. Sus pequeñas manos se cerraron formando unos puños esbeltos que contenían la fuerza que se estaba abriendo paso a través de ella.

Observé que de su espalda crecían alas semejantes a las de un ave, enormes y etéreas me deslumbraron por su belleza. Y cuando estuvieron totalmente desplegadas fue entonces cuando alzó la mirada en busca de la mía. Sus ojos dorados atraparon mi ser al instante, mirada bañada en oro… inquietante luz vi en ellos, suprema bondad y libertad en cada chispa de vida. Recorrí su rostro con la mirada y sentí mi corazón encogerse. La luz mas bella jamás creada había nacido en mi interior.

- Padre…

Su voz me desarmó, tan dulce y delicada que el mas hermoso de los paisajes, todo en ella era perfección, incluso la cegadora luz que de su pecho empezó a proyectarse. De los labios del ángel escapó un suspiro, hecho que bastó para que la familiar luz cesara en una explosión de fuego.

Me incorporé tan rápido como pude de mi asiento, en un desesperado intento de proteger a mi pequeña de la explosión. Pero fue inútil. Las llamas estaban por todas partes, abrasando todo a su paso.

Pensando en lo peor la tristeza me consumió en segundos, caí al suelo sin poder con el peso de mi cuerpo, me sentí un peso muerto, un ser desdichado al que le habían arrebatado lo mas hermoso de su existencia. El fuego crecía, se hacía mas poderoso e implacable. Instantes después una voz masculina me hizo alzar la vista, y mas sorprendido de lo que nunca estaría, contemplé el poder de la creación en toda su esencia. Mi pequeño ángel se encontraba ileso, aun encogida en el suelo miraba con adoración al ser de fuego que ante ella mostraba todo su esplendor. Semejante a nosotros pero cubierto de llamas se encontraba, fornido y fibroso alcanzaba una altura descomunal. El fuego chisporroteaba en su cuerpo alcanzando gigantescas llamaradas. Y a su mano, una espada… cuyo filo era el fuego mas amenazador hasta ahora creado. Con renovadas fuerzas logré incorporarme y vislumbré sus enormes alas ígneas.

Cuando el ángel de fuego desenfundó la espada y se arrodilló ante la joven ángel, hundió el extremo de la espada en el suelo con fiereza, rindiéndole así culto y lealtad. La sonrisa de ella extasiaba por su belleza y fue cuando lo comprendí todo… Ella había nacido producto de mi soledad, y así había ocurrido con aquel ente tan peligroso pero sumiso con ella. Mi ángel había dado vida a su propio protector.

- Hermana…

El ángel murmuró aquellas palabras para la joven con una mezcla de alabanza y desesperación que me inquietaron. Pues sentí su poder. Supe de lo que era capaz aquella criatura por proteger a mi niña… y con todo el amor que habitaba en mi los nombré a cada uno, bendiciendo su vida y prometiéndoles mi protección.

Ella sería Luzbel… mi primer y único ángel femenino. La luz de mi vida.

Y el se haría llamar Ignus, el ángel de fuego. Guardián de mi mas hermosa creación.

Solté la pluma sobre el pergamino, un día mas narrando mi existencia… un día mas preso. Recorrí con la mirada mi habitación, ahora convertida en celda.

Hacía una semana que el cielo había sido sitiado, todos mis ángeles caían día tras día en un proceso de perdida de memoria. Olvidaban a su creador, su propósito… 

Pasé la mano por mi curtido rostro en señal de cansancio e intranquilidad, los gritos de Luzbel llegaban hasta mi cuarto. Desgarradores gritos en una voz tan dulce me hacían enloquecer.

Ella era la única de mis ángeles que no cedía al poder del enemigo. Ni aun sometida a las peores torturas lograban desquebrajar su voluntad. En una semana se vería condenada al exilio. 

Mi pequeña se vería despojada de su condición angelical…

Mientras tanto, Ignus se encontraba preso en una prisión cercana a la de ella. Una prisión tan poderosa que ni sus llamaradas lograban liberarlo.

Había ratos que sus lamentos y gritos llegaban a cada rincón del cielo, que sus llamas encendidas por la cólera quemaban, pero nada podía hacer para evitar el destino de su hermana… Nada podía hacer para evitar el suyo; contemplar la caída de Luzbel para después, ser irrevocablemente destituido de sus recuerdos.

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Bien... aquí dejo el prólogo que tanto miedo me daba escribir. Escribir por Dios me asustaba un poquito.. pero después de todo, esto solo es una historia que ha salido de mi cabeza, asique me anime y me puse a ello. Espero que os guste esta pequeña parte, mientras tanto... empezaré el primer capítulo, donde contaré que ocurrió durante el exilio de Luzbel.

Luzbel - Saga DharwarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora