La violencia era habitual en los pantanos de Pekarna. Los magnicidios, parricidios y fratricidios se sucedían, los reyes se erigían con la misma facilidad con la que se deponían y la inestabilidad se convertía en rutina. Por este motivo a nadie le sorprendió cuando Alixx entró en la sala gritando "¡jefe, nos atacan!", ya que esta situación se había convertido en la norma. Pero no. Esta vez no era como las otras. El peligro no venía de los osgos de las montañas, tampoco procedía de los pieles-marrones, ni siquiera se trataba de una conspiración de los vasallos para conquistar el poder. Esta vez era muy distinta.
Un mediano que cabalgaba un lobo, varios enanos bárbaros, un alto elfo que gritaba y gesticulaba, una pareja de gnomos de las rocas huidizos, un grupo de humanos armados, dos gigantes goliaths que avanzaban impasibles, un orco armado hasta los dientes, una tiefling de cuernos curvos e incluso un dracónido formaban parte del grupo de aventureros. Los habitantes de ese lugar estaban habituados a las invasiones. ¿cómo no iban a estarlo? Pero nunca vieron un ejército así, si es que a eso se le podía llamar ejército. En realidad, la mayoría de ellos jamás habían visto a un tiefling y sólo Alixx supo reconocer que ese lagarto en realidad era un dracónido. Sólo él pudo predecir la destrucción que estaba por venir. Por eso estaba allí, ante su jefe, con el corazón en un puño, mientras esperaba que este tuviera una reacción.
Ywixthek lo miró molesto. "¿Otra vez vienen los osgos? ¿No los habíamos derrotado ya?". No, esta vez no era como las otras, esta vez el poblado corría peligro real, esta vez el enemigo era desconocido y poderoso. Todo esto dijo el veterano sirviente, o al menos quiso decir, mientras sus palabras salían desordenadas. Finalmente, consiguió pronunciar "asómate a la ventana". Allí ambos vieron el convoy que se aproximaba a las estacas que hacían de muro. También pudieron observar a los vecinos del lugar preparándose para entrar en batalla, como cada vez que alguien les quería atacar.
El caudillo miró a su esposa, que yacía en una cama de paja, observó el cachorro que mamaba de ella y le acarició la cabeza. Este le miró con sus grandes ojos amarillos, sin entender que era lo que ocurría y sin predecir que iba a suceder. "Cuídate, pequeño. Papá vuelve enseguida". Posteriormente, se dirigió a Minmura, la matrona, y le pidió que se hiciese cargo de ambos, tanto de la madre como del niño. Una vez esta asintió, cogió el arco, la armadura y la espada, y junto Alixx abandonó la sala.
Las calles se abarrotaron de centenares, incluso miles, de hombres y mujeres, que esperaban, que deseaban la llegada de la invasión. Estos, tenían las pieles grisáceas o verdáceas, los cuerpos menudos y fibrosos, las miradas sedientas de sangre y las sonrisas repletas de dientes finos como agujas. Se sentían ansiosos. El ambiente estaba especialmente caldeado, ya que se rumoreaba que hoy la invasión sería especial. Se enfrentarían a razas desconocidas para ellos. Nadie se planteó por qué estos seres entraban en Pekarna, ni tampoco pensaron en la idea de que las intenciones de estos fueran pacíficas. Únicamente aguardaban el momento para atacar.
El momento llegó. Los dos goliaths, rompieron el vallado que hacía de muro. Lo hicieron con suma facilidad. A través de este agujero se deslizaron decenas de aldeanos armados con mazas y espadas. Estos pudieron rodear con facilidad a los dos gigantes que lideraban el asedio. Ywixthek observó esta escena desde la retaguardia con una sonrisa en el rostro. Su gente estaba demostrando valor y decisión sin ni siquiera tener que arengarlos. Ese orgullo se desvaneció cuando una llamarada roja apareció tras el vallado y el terror se materializó cuando trozos de cadáver chamuscado volaron por todo el poblado. Este miró a Alixx con cara de circunstancias y gritó a pleno pulmón:
- ¡Vamos a matar a esa panda de subnormales! ¡No quedará ni uno!
Las miles de gargantas que se congregaban en las calles gritaron al unísono. Esta vez el odio le había ganado al miedo, pero la batalla se esperaba especialmente cruenta. En ese momento, otra fogarada iluminó el cielo y tras esta ardió el muro de madera que rodeaba la ciudad. Las llamas se apagaron con facilidad, ya que es difícil provocar un incendio en un pantano, pero la defensa se vio muy dañada y los asaltantes pudieron entrar sin ninguna dificultad.
En este momento avanzó un humano, el cual iba vestido con una armadura elegante y con prendas de seda que estaban poco acostumbradas al barro que se acumulaba en ese lugar. Él miró a su alrededor con seguridad y dijo:
- ¿Quién gobierna aquí? – Ywixthek no tuvo tiempo de responder, ya que seis guerreros furibundos se lanzaron sobre el portavoz. Estaban armados con dagas, uñas y dientes. Lo abatieron al instante. El resto de los aventureros no pudo hacer nada para evitarlo.
Con esta acción se acabó todo diálogo y empezó una batalla campal entre ambos bandos. La superioridad numérica de los defensores pronto se vio superada por las armas y conjuros de los invasores.
En medio de la contienda, mientras Zichgrut el herrero y Fangnug el zapatero decapitaban a un soldado enano, el Honorable Zaiterk, un alto elfo especialmente beligerante, dañó una cabaña de madera con una saeta de fuego. Dentro de la construcción estaba Minmura, la joven comadrona, junto Burgzik y su pequeño retoño. Las dos mujeres se levantaron sobresaltadas. Las llamas, aunque se extinguieron rápidamente, consumieron las paredes, debilitaron los cimientos, y lo que es peor, les dejaron contemplar la carnicería que provocaba la contienda.
- ¡Burgzik! ¡Tenemos que salir de aquí de una vez! Coge una manta para el niño y salgamos ya. – Gritó Minmura a plena voz.
La madre primeriza se levantó torpemente. Aunque todavía le fallaban las fuerzas, cubrió al pequeño con un paño y siguió a la partera rumbo a un lugar seguro. Los tres pudieron abandonar la casa antes de que otra llamarada la quemara definitivamente, incluso esquivaron varias veces los cuerpos de soldados de uno y otro bando que eran lanzados por los aires. Minmura avanzaba rápida y segura, sujetando el cachorro en sus brazos, mientras que la otra mujer se agotaba con rapidez y se veía incapaz de correr.
Hubo un momento en el que la joven notó un fuerte temblor bajo sus pies, como si de un terremoto se tratara. Instintivamente, empezó a correr dirección a la entrada sur del lugar, la que conducía hacia el bosque. Durante la carrera, escuchó un ruido ensordecedor y al girarse pudo observar cómo la Burgzik estaba siendo arrollada por una estampida verde y gris. Asustada, arrancó un escudo de las manos inertes de un enano que yacía en el suelo y corrió aún más rápido. No volvió a mirar atrás.
Minmura llegó al bosque e incluso quiso creer que escapó. Fue en ese momento cuando miró a su regazo y se dio cuenta que la criatura que tenía entre sus brazos no había llorado ni una vez. Es más, esta, la miraba con sus grandes ojos abiertos, la observaba con curiosidad. "¿Cómo puede ser que no tenga ningún rasguño? No puede ser..." se decía a sí misma mientras lo examinaba. Fue en ese momento, en la que estaba perdida entre sus pensamientos, cuando sintió un fuerte dolor en su costado. Una flecha errante se le había clavado.
La joven avanzó por la vegetación, hacia un rumbo desconocido. Caminó durante horas por esta. A pesar del dolor no realizó ningún descanso. No quiso ver como tenía la herida, no quiso pensar. Simplemente deseaba avanzar. Finalmente, llegó a un río bastante caudaloso, que avanzaba parsimonioso hacia un lugar desconocido. Ella, aprovechó el momento para observar el corte. Era más profundo de lo que esperaba y ya había perdido demasiada sangre. En ese momento se dio cuenta que no le quedaba mucho tiempo. También, tuvo que tomar una decisión respecto el niño que descansaba sobre su regazo. Por tanto, utilizó el escudo como una balsa improvisada y depositó el cachorro en él. Con lágrimas en los ojos dijo:
"Ve con cuidado, pequeño. Que la suerte te acompañe".
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Lechuga. Esta historia no va de verduras.
FantasySpoiler: esta historia no va de verduras ni hortalizas. La aparición de cualquiera de estas es mera coincidencia. Lechuga es un goblin. Aunque técnicamente no sea un goblin y sus padres nunca le hayan bautizado como Lechuga. Pero a ojos de todo el m...