Algo quema, y lo ha estado sintiendo desde hace un tiempo, y Sorrento sabe la razón, pero prefiere la ignorancia y la indiferencia antes de aceptarlo. A veces, sueña con las manos grandes y frías tocándolo, los labios carnosos y rosados recorriendo su cuerpo, dejando marcas de dientes por cada rincón que recorre, la piel ligeramente bronceada, y esa suave voz que lo llama, dejando que se derritiera entre sus brazos.
Sorrento no quiere admitir que ha caído enamorado de Julián en estos años que lleva a su lado.
Se sienta en el cojín que está en el pequeño balcón y mira hacia el exterior con aire melancólico, y solo se da cuenta ahora que la luna ya está en lo más alto. Un suspiro escapa de sus labios y sube ambas manos a su rostro para tapar las mejillas rosadas por los pensamientos que aun invaden su cabeza donde Julián es el protagonista. Sabe que es un pecado siquiera pensar en una posibilidad de que Julián se fijara en él. El muchacho ha dejado en claro que es hetero, además, es su propio dios que nació de una mujer humana, por lo tanto, él sería la excepción al segundo género que todos los humanos tienen.
Sorrento también sabe que Kanon tendría su cabeza si se atrevía a poner un dedo en el niño que por años se encargó de cuidar y manipular. A estas alturas, enfrentarse al hombre que ha jurado lealtad a otro dios no está en sus planes. Tampoco tener que enfrentar a las miradas de sus compañeros.
Separa sus manos de su rostro cuando siente la humedad en sus palmas, y se da cuenta lo solitario y helado que se siente. No tiene a nadie que no sea Julián para poder expresar estos sentimientos que yacen quemándolo como fuego en su interior.
Por el rabillo del ojo, puede ver su flauta descansando en su estuche. La música siempre fue un escape a su dolor.
Con las manos temblorosas, saca la flauta que no ha tocado en mucho tiempo. En momentos como este, se pregunta cómo será vivir los siguientes años al lado de Julián. Los ojos de Sorrento se cierran, y la suave melodía se escucha, como el llanto de una sirena.
Los niños siempre han admirado a Julian. Desde que empezó su viaje siempre lo veía rodeado de ellos, quizás era su naturaleza bondadosa lo que atraía a la gente o el hecho que transmitiera su amor por el mar a cada uno. Las historias que contaba de noche se había vuelto una tradición en el pueblo, Julian haría una fogata en la playa y los niños se sentarían alrededor mientras escuchaban la nueva historia del mar que Julian tenía preparado. Sorrento sacaría una lira y empezaría a tocar una suave melodía que acompañaría con el relato. Incluso algunos hombres se integrarían para ayudar con algunos efectos de sonido.
Esta noche, por primera vez, algunos jóvenes adolescentes estarían presentes. Julian los saludaría a todos con esa sonrisa que lo caracterizaba. Los adultos habían querido que un mini teatro fuera instalado, por lo que habían trabajado desde la mañana en armar un escenario para poder interpretar la historia de hoy.
Mira a su alrededor, hoy el público parecía demasiado animado. Las mujeres hablaban con sus hijas mayores, en su mayoría omegas, mientras suaves risas se escuchan cada vez que miraban a Julian, incluso algunos hombres del mismo género parecían decididos a entablar una conversación con él. Mientras que Julian, ajeno a lo que ocurría, estaba en el centro, hablando con el director de escena para coordinar los últimos detalles.
ESTÁS LEYENDO
Lamento de Sirena
FanfictionDespués de que terminó la guerra con Athena, Sorrento y Julian decidieron embarcarse en un viaje para poder ayudar a las personas que fueron afectadas por los diluvios de Poseidón. Si bien la relación de ambos era fraternal, Sorrento había llegado a...