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Watson cerró la puerta y tan pronto dio un paso al frente el chillido molesto y ruidoso de un violín lo recibió, hizo una pequeña mueca, Holmes podía ser un prodigio musical o un destructor de cuerdas según su estado de ánimo, el cual era muy voluble, se preparó mentalmente para cualquier escenario antes de terminar de subir las escaleras y anunciar su llegada pero a medio camino se detuvo abruptamente, pues la melodía cambio, lo que parecía ser el habito de su amigo maltratando a su instrumento por aburrimiento pronto se revelo como una cacofonía de lo nunca dicho, el buen doctor había considerado pedirle que se detuviera, con su presencia o con palabras pero siendo consiente de este pequeño momento tan intimo que se filtraba por las paredes decidió en su lugar refugiarse en su habitación sin protestar.

...

Era abrumador, siempre lo era cuando Holmes se sumía tanto en desgarrar su alma a través de las melodías porque los recuerdos lo invadían y el respeto que sentía por este ritual le recordaba la imprudencia de su juventud, Watson tomo asiento, no en su cama ni en su pequeño escritorio, sino que se dejó caer en el suelo, sintiéndose como un espía, culpable de un gran crimen al estar más cerca de donde se filtraban los ensordecedores gritos de las cuerdas, sabía bien el porqué de esta sensación, cerro sus ojos y el nombre que no se permitía pronunciar vino a su memoria cuando su mano rozo su maltratado reloj, las iniciales de su hermano resonaron en su cabeza y pensó en el que fantasma que le acosaba.

La figura de un chico sonriente y lleno de vida siempre lo recibía con calidez en sus pensamientos y la visión de sí mismo sin las heridas de la guerra le provocaba un escalofrió, caminaba por el escenario inestable de su memoria difusa e inconexa, de días muy felices, muy lejanos, su mente siempre se aferraba a recordar aquello que hacía doler su corazón, era inevitable porque el recuerdo de su hermano era un brillante cielo que se perdía entre nubes grises, la tormenta de los gritos y desacuerdos venía y enterraba la alegría con la desesperación y la soledad de las últimas semanas antes de que se separaran.

Antes de que huyera, sin saber que esa despedida jamás hecha sería la herida que nunca podría sanar, por muchos años Watson navego entre la amargura del pasado, intentando pensar, intentando recordar ese momento de quiebre, antes de que el sol desapareciera para siempre de sus vidas. Fue imposible encontrarlo, siempre lo fue hasta que... un día Holmes toco su violín, y todo cobró sentido.

...

Watson jamás había considerado ese día en el pasado como algo trascendental, todo los detalles como el comienzo o el final eran irrelevantes, por eso solo podía recordar un instante al que su mente por alguna razón incompresible siempre se aferró; aun podía verlo con claridad a Henry sentado frente al piano, tocando, nada raro, la canción era alegre, era común, incluso aburrida, no tenía ninguna razón para fijarse en ella y casi abandona el cuarto hasta que una tensión atrapada en el ambiente se desato, el ritmo aumento, las teclas fueron tocadas con intensidad, las notas perdieron la gracia y a la vez se hicieron extraordinarias, una melodía fuera de tono, sin sentido, que se volvía un sonido horrible, desafinado, que por alguna razón era tocado con gran pasión, con desesperación absoluta, una explosión, que al caer en pedazos se volvió tranquila, regreso a su monotonía y cuando los ojos azules de Henry lo enfrentaron, no pudo decir nada.

No lo supo en ese entonces y en el presente ciertamente era una idea irracional, sin lógica, pero pensaba en aquel momento como el verdadero punto de quiebre, para Watson fue Henry soltando su mano y dejándole para siempre, después de eso no pudieron regresar jamás a los días de sonrisas y juegos. Su hermano le había entregado su alma en ese pequeño desliz, había pedido ayuda y rogó por su apoyo, pero como un cobarde no dijo nada y dejo que la pequeña ventana se cerrara, era una de esas cosas que lo atormentarían hasta la tumba.

Por eso en sus primeros meses en Baker Street cuando las notas del violín de Holmes se transformaron, cuando una noche en particular su violín sollozo con fuerza, no permitió que sus pies huyeran y cuando la mirada de acero de su amigo lo afronto, permaneció firme y tomo su mano con delicadeza. Las cosas no cambiaron notablemente después de eso, pero siempre sintió que esta vez hizo lo correcto, que sus errores no se habían repetido, Watson decidió que no permitiría que nada silenciara ese arco furioso y a veces deprimido, porque allí, del arco rozando las cuerdas escapaban las palabras que jamás podrían ser dichas, los pedidos de auxilio más complicados de anunciar y los actos de amor que no podían ser pronunciados.

Cuando el pulso del doctor se tranquilizó y Holmes se permitió respirar de su tempestad, Watson abandono su refugio para ir hacia donde estaba su querido amigo y envolverlo en un abrazo.


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Inspirado por Autoheart- Hungover in the city of dust. (Por favor escucha esta canción y piensa en ellos, creo que eso funciona mucho con esto que escribí).

Escrito originalmente con Solomin y Livanov en mente o con los chicos del canon pero supongo que puede funcionar para cualquier otra versión.

Destrozados en la ciudad del polvoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora