regreso

119 13 0
                                    

La semana fue de maravilla, tanto que no parecía mí vida, el estar con mi familia fue algo que me sacó de mí rutina y que al finalizar el día y al llegar a mí departamento me inspiraba para poder continuar con el libro al punto de que pude entregarle los capítulos que quería a Alejandra antes de que ella me mandara mensaje o me llamara molestándome. Era esas salidas que necesitaba para poder ver el mundo que Rebecca me decía que necesitaba para inspirarme.

Quizá era un poco incómodo el llevarme con alguien a quien no le había hablado nunca o interactuado de una forma sana o al menos... normal de hermanos después de una vida llena de bajadas. Marco y yo trabajábamos en nuestra relación mientras conocía a mis sobrinos y Luciana y ellos conocían el país y a mí con miles de preguntas, molestándome y haciéndome bromas cada que podían con ayuda de Marco haciendo que nos sacaran de lugares.

—Entonces...

Estábamos en un restaurante fifí y caro. Yo comiendo tacos de pastor después de un chiste de mí hermano mientras ellos probaban el mole y se habían enchilado. Nos habíamos sumido en un gran silencio cuando llegó la segunda ronda de comida y cuando alcé la vista me encontré a todos viéndome con atención haciendo que me pusiera nervioso y tomé la cuchara de la salsa echándole de más en mi taco.

Los ojos inclusive de mis sobrinos estaban también estaban sobre mí también cómplices de lo que sean que están pensando o tramando en hacerme. Dejé la cuchara de la sala y envolví mí taco con ambas manos por si se les ocurría quitármelo.

—Me están poniendo nervioso ¿qué quieren?

—¿Conoceremos hoy a Rebecca cuando la recojas del aeropuerto?

Rodé los ojos al escuchar a Marco mientras mordía mí taco sintiendo lo picante de la salsa que le había puesto y empecé a toser para tomar mí agua de horchata.

—No la conocerán hoy.

—Hombre, queremos conocer a la tía que te ha hecho creer en el amor como para que no estéis ahora ligando con las chicas de la mesa de al lado o la mesera.

Marco siguió insistiendo a mi lado dándome un par de palmadas en la espalda sin dejarme comer tranquila. A veces olvidaba que ellos siguen conviviendo en casa de mi madre cuando yo me iba.

—El otro día la que nos vendió la consola estaba ligando con él, hasta le pidió su número y no se lo dio. Estaba muy bonita si me preguntan a mí.

Volteé a ver a Rodrigo indignando. Estaba comprometiéndome más en la situación cuando quería salirme de ella. Todos lo vieron por unos segundos, con María asintiendo a su lado y después me voltearon a ver a mí. Luciana se puso de su lado molestándome.

—¿Por qué no nos la quieres presentar, Dominic?

—Ha de tener vergüenza de nosotros, por eso no nos la ha de querer presentar ¿no es así, hermano mío?

Otro golpe en la espalda que me hizo hacerme para atrás y dejar mi comida.

—De hecho, sí, me dan mucha vergüenza todos ustedes después de lo que han hecho en cada lugar que los he llevado. Inclusive dudo que alguna vez me dejen entrar de nuevo por su culpa.

—¿De qué estás hablando?

—En Six Flags nos iban a sacar porque tú y Rodrigo casi se salen de los juegos y lo peor es que se quitaron los cinturones de seguridad en la parte más peligrosa del juego, María.

—Pensé que eras más divertido...

—¿Por cuidar tu vida me quito lo divertido?

María se encogió de hombros mientras intentaba de cortar el queso que estaba haciéndose cada vez más largo. Se sentía muy raro ser el que parece más el adulto en estas circunstancias. Mi hermano se estaba riendo porque él estaba esperándolos afuera del juego feliz mientras yo estaba pálido al tener que voltearme a ponerles el cinturón casi muriendo yo en el intento recordando por qué odio ese tipo de ferias, pero era el único lugar en el que se me había ocurrido llevarlos.

Déjame cuidarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora