PRÓLOGO

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Otoño, 2007

8 años

­—Victoria, vamos, date prisa, perderemos el avión si no nos vamos ahora—. Tony tiró suavemente de mi pequeña mano mientras recogía una maleta con mis escasas pertenencias de la pequeña cama individual de mi cuarto situado aquella fría y enorme buhardilla que me había visto crecer.

Yo por aquel entonces era demasiado pequeña como para comprender por qué un completo—casi—extraño quería llevarme consigo lejos de todo lo que conocía, pero lo suficientemente mayor como para acordarme de lo que hasta aquel momento había llamado "hogar". Entre comillas, sí.

Mientras Tony me arrastraba lejos de aquella enorme casa destartalada, lo único en lo que pensaba era en lo que dejaba atrás. Recordaba vagamente la vida que había tenido en aquel pequeño pueblo del estado de Massachusetts. Es curioso, porque no pensaba en el bello e indiferente rostro de la mujer que me había dado la vida mientras me miraba con su penetrante mirada. O en si iba a volver pronto, porque de eso último estaba segura de que no iba a suceder.

No, pensaba en aquel niño de ojos azules sentado al final de la clase, agazapado y con la cabeza sumergida entre las páginas de un libro, callado e introvertido, vestido siempre con sudaderas casi más grandes que él.

Sabía también que no iba a olvidar a mi amiga Lauren, que siempre estaba a mi lado cuando otras niñas se metían conmigo por el singular color dispar de mis ojos.

Supongo que fue por eso por lo que viendo hacerse cada vez más y más pequeño aquel paisaje agreste, aquellos árboles con su singular variedad de colores ocres, verdes, morados y dorados verse iluminados por el alba, no veía nada más que un largo viaje y muchas preguntas sin contestar.


Los lugares que me han visto crecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora