Capítulo Único

312 30 10
                                    

El ambiente en el bar es ruidoso y Oswald intenta ignorar el incesante dolor emocional que eso está produciendo en sus oídos; pues escuchar a las personas hablar entre ellas con animosidad, tarareando juntas las canciones disco y pop que suenan en los grandes altavoces del lugar, y las parejas a su lado que hablan como si fuera el primer día que se hubieran conocido solo le están haciendo caer en lo solitario que se siente en el centro de un círculo rodeado de personas experimentado el mejor tiempo de sus vidas.

Entre las luces que dan más color y vistosidad al local, Oswald levanta la mirada para encontrarse con el barman, que se encuentra derramando un colorido líquido de su coctelera mientras las personas a las que se lo sirve le miran con entusiasmo, en parte por la sorprendente habilidad que maneja el empleado, y en otra parte por lo borrachos que deben de estar.

Sus movimientos son hipnóticos y eso ocasiona que Cobblepot no encuentre fácil desviar la mirada de él; jamás habría imaginado que alguien podría servir un simple cóctel de manera tan embelesadora.

Oswald siente cómo la timidez se transporta a su cuerpo cuando el dicho hombre termina de servir las bebidas y se da la vuelta para darse cuenta de la penetrante mirada suya sobre él. Es en ese momento en el que Cobblepot se da cuenta de lo ensimismado que ha estado en el hombre, y rápidamente aparta la mirada. 
No obstante, el barman se acerca a él con una sonrisa.

—¿No piensas pedir nada? —le pregunta con una voz que entra dulcemente por los oídos de Oswald.

—No, sólo miraba —responde, intentando ignorar el hecho de que hasta hace unos segundos no podía apartar la mirada de él.

Oswald probablemente esperaba que el hombre se alejara de él en cuanto le diera aquella respuesta (aunque que lo deseara fuera una cosa totalmente distinta), pero su reacción demostró todo lo contrario, el barman apoyó su codo en la barra y se llevó un puño a la parte baja de su mentón. Daba la sensación de que ahora se veía más interesado en la conversación que antes.

—Qué raro, me hubiera parecido que querías pedir algo.

Las palabras del hombre tenían un significado contrario a lo que parecía querer insinuar, y Oswald se dio cuenta de esto al instante. En situaciones normales, esto sólo le habría hecho estar más incómodo de lo que estaba en un inicio, pero aquel barman tenía algo bastante interesante que lo envolvía, y Cobblepot no pudo pensar en una mejor ocasión para resolver el enigma que se le planteaba.

—Bueno, si nos ponemos así —respondió Cobblepot con una fingida ignorancia, ahora llevaba su mano hacia el folleto del club que presentaba los distintos cócteles, y los examinó por encima antes de realizarle una pregunta— ¿Cuál es el que más te gusta hacer?

La mirada del trabajador pareció iluminarse, en respuesta de la satisfacción que le trajo que Oswald siguiera su pequeño juego.

—Pues creo que los White Russian forman parte de mis preferidos, más que nada por su sabor. El alcohol puede saber irresistiblemente bien cuando lo combinas con café, para sorpresa de muchos… —hizo una pausa que sólo hizo que Oswald prestara más atención a lo que tenía que decir, y acercó su rostro hacia el oído de Cobblepot para susurrarle y estar seguro de que escuchara lo que tenía que decir perfectamente, esta vez en un susurro lo necesariamente alto de volumen para que fuera escuchado con total claridad— pero uno que me encanta hacer siempre que me lo piden es el llamado “Sex on the beach”, con ese toque de melocotón tan seductor… Realmente es lo más apropiado para su nombre. Si un cóctel tiene una armonía sensual perfecta, es ese mismo.

Una chispa de jugueteo saltó automáticamente en la mente de Oswald y un agradable calor empezó a recorrer su cuerpo hasta llegar a sus mejillas. Lo que hasta hace minutos le había hecho sentirse un desgraciado, ahora había sido reemplazado por la situación actual y solo tenía ojos para el barman.

—Entonces, ¿a qué esperas para preparármelo? —le propuso con picardía, y los labios del otro se ensancharon para formar una sonrisa aún más amplia.

El trabajador del bar no se deshizo ni de su expresión de júbilo aún cuando empezó a preparar el cóctel, expresamente delante de Oswald, para que disfrutara de su preparación como si fuera un espectáculo. 
El hombre agarró un grande y alargado vaso de cristal de la superficie detrás suya y lo colocó en la barra con una sutileza carismática, empezando a agarrar ingredientes de debajo del espacio; primero añadió el vodka a una gran altura y Oswald presenció cómo el chorro caía perfectamente en el vaso, sin derramar ni una gota en el proceso. Acto seguido, agarró el zumo de naranja con rapidez y lo vertió en el alcohol, sumamente concentrado en la tarea, y pensando en la cantidad de líquido que debía echar para que los sabores se combinaran de la forma más satisfactoria posible más adelante. Acto seguido, no podía faltar el toque de melocotón en el que había hecho hincapié con anterioridad en la conversación, y mientras lo añadía, hizo contacto visual con Cobblepot, que atendía con gran esmero sus acciones. Se mordió el labio con la parte derecha de los dientes, los colmillos resaltando con gran presencia, hasta que volvió a desplazarse detrás suya y agarró unas pinzas para recoger el hielo de los cubos donde también se encontraba la mayoría de los demás materiales que había usado, y lo añadió con tanta gracia que ni una sola gota de líquido se derramara en respuesta a los hielos aplicando espacio en el vaso.

Teniendo realizada la mezcla, la cerró con otro vaso de exactas dimensiones y empezó a agitarla como si fuera un batido, pero con más ligereza y sensibilidad con la que lo haría cualquier otra persona.

—Esta es mi parte favorita —comentó, a casi terminar de mezclarlo todo a la perfección y servir el brebaje en un vaso más estilizado, con curvas en la mitad y que imitaba el cuerpo con el que se representaba a las antiguas esculturas griegas del periodo clásico y las renacentistas que se inspiraron en ellas, evocando una cintura serpentinata que resultaba en todo un placer visual para Cobblepot.

Finalmente, añadió una rodaja de naranja más una sombrilla decorativa y una pajita, y se lo ofreció a Oswald, totalmente enamorado de sus evocadores movimientos.

—¿Cuánto es, guapo? —le preguntó, como una manera para salir de su embelesamiento y de agarrar fuerza en el liderazgo de la situación, aunque se siguiera sintiendo totalmente inmerso en el momento y en el cuerpo del otro hombre.
Observó, deleitado, cómo los nervios se apoderaron del otro hombre con un simple halago. El barman intentó responderle, pero acabó haciendo movimientos sin ningún sentido, como agarrar una bayeta y ponerse a limpiar la mesa que estaba reluciente, fruto de su poca capacidad de respuesta.

—S-será… —el barman empezó a tartamudear, lo que le dio una pista sobre lo fácil que había sido romperle cuando dejó de llevar al cien por cien el control de la situación.

—Tengo una idea —le dice Cobblepot, acercando su rostro hacia él, para susurrarle algo que sólo él podría y debía entender— ¿Qué te parece si te doy mi nombre y un beso en el callejón?

El corazón del barman dio un vuelco por la proposición y no se pudo negar a aceptarla en absoluto. Asintió con la cabeza, esperando que el otro le otorgara su nombre.

—Llámame Oswald, Edward.

Cobblepot observó tenuemente divertido la reacción que tuvo en el barman el hecho de que mencionara su nombre; en un principio, el camarero se había sorprendido e iba a preguntarle cómo era posible que supiera cómo se llamaba sin habérselo dicho, cosa que incluso podría romper con el ambiente de la escena. Sin embargo, el sentimiento terminó fugazmente cuando se dio cuenta de que tenía una etiqueta con su nombre en su camisa, que conformaba parte del uniforme que traía para trabajar.

—Veremos si te acuerdas de mi nombre cuando lleguemos al callejón —entonó Oswald en una forma sugerente, haciendo posible referencia a lo que se podría desarrollar entre ellos dos en el mencionado lugar.

Ahora, el barman parecía recuperarse del nerviosismo que antes se había apoderado salvajemente de él, y Oswald podía escuchar cómo el corazón del otro latía desde su asiento. Y fingiría si intentara disimular que el suyo propio no experimentaba las mismas vibraciones.

—Te aseguro que no me olvidaré, Oswald —se despidió momentáneamente para retirarse con lentitud del lugar y servir a otras personas que le habían estado llamando desde hace unos minutos, sin ser capaz de hacer que aquella felicidad suya decreciera, mientras esperaba a que Oswald se terminara el mejor cóctel que le habían preparado en su vida.

Sex On The Beach {Riddlebird} (The Batman AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora