Encuentro

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Jun no creía en el amor a primera vista, por supuesto que no, pero en lo que sí creía era en la atracción instantánea.

Amar es complejo. Involucra tiempo, sentimientos, miedos, errores y desconocerse a sí mismo. No puedes enamorarte al momento justo de conocer a alguien. En cambio, la atracción era sólo eso; trata de gustos y afinidad, es algo que puede darse con el tiempo o ser instantáneo.

Un sábado por la noche, después de una larga jornada, se hallaba en un bar gay, buscando por un poco de compañía por un rato y, si tenía suerte, ir a un hotel acompañado. No se embriagaría y mucho menos se iría con un chico que esté borracho, es simplemente que ese bar le agradaba y no todos los tipos salían de ahí sin recordar su propio nombre.

Rechazó con una sonrisa amable al hombre que se le estaba acercando, porque su moral lo llevó a sacar de apuros a un chico que lucía intimidado por alguien claramente muy alcoholizado.

El hombre era insistente, le hablaba muy cerca y muy alto. Su postura era tambaleante y el chico sentado parecía no saber cómo sacárselo de encima. Tal vez era la primera vez que le pasaba algo así. A Jun no le causaba gracia, en el pasado tuvo muchas experiencias de acoso, incluso en la actualidad debido a su trabajo, lo cual era horrible y lamentable.

—Oye, te estuve buscando —se paró a su lado y le puso una mano en el hombro en un gesto amistoso. Fingió recién darse cuenta del sujeto que insistía en invitarle un trago y tocarle excesivamente el brazo—. Oh, ¿hiciste un amigo?

Negó apurado con la cabeza. Se sintió feliz de ver el alivio en su rostro—. No, yo... te estaba esperando y él llegó y no deja de insistir —tomó la mano que aún no quitaba de su hombro. Sintió su pecho volverse pesado al notar lo tembloroso que era su agarre. No estaba intimidado; estaba muy asustado.

Le dio un suave apretón a su mano en un silencioso gesto de "yo me encargo"—. Amigo, por favor, déjalo en paz, él ya tiene compañía hoy. Ve a probar suerte a otro lado.

—Tch, qué más da —y sin más se marchó.

Soltó un suspiro al ver que no se creó un problema más grande. Se dejó caer en la silla de al lado—. Menos mal que no hizo alboroto. Esto pudo haber terminado en una pelea y sinceramente no me agradaba la idea.

El chico aún sin nombre trató de darle una sonrisa. El gesto fue tenso puesto que seguía asustado. La temblorosa mano sobre su pecho lo delataba—. En verdad gracias, yo... tenía mucho miedo.

—No agradezcas. Me presento, soy Junhui, o sólo Jun.

—Minghao —por fin pudo ver cómo la tensión abandonaba sus hombros y su sonrisa se convirtió en una hermosa y relajada. El peculiar acento con el que hablaba delataba que era extranjero. Se oía adorable. Su coreano era bueno, era sólo el acento el que lo hacía sonar un poco extraño.

—¿Eres chino? —preguntó en su idioma natal.

Soltó una corta y baja risa antes de contestar—. Lo soy. De hecho llevo pocas semanas de haberme mudado a Corea.

—Asumo que llevas años estudiando coreano.

Asintió. Su negro flequillo partido por la mitad se sacudió con el gesto—. Algo así. Mis papás son coreanos, incluso nací aquí pero nos mudamos a China antes de que yo empezara a hablar, así que no es mi primer idioma. Lo aprendí porque mis padres me lo han hablado siempre, pero nunca he podido deshacerme del acento.

—No te preocupes, tu coreano es excelente, el acento es lo de menos. Entonces... ¿tienes un nombre coreano? Digo, por haber nacido aquí, ¿o siempre te has llamado Minghao? —tal vez estaba siendo demasiado curioso, pero seguía sonriéndole, así que suponía que no le incomodaba.

—Myeongho. De hecho toda mi documentación está con ese nombre, pero al vivir en China adopté el nombre de Minghao desde que tengo memoria. No me molesta mi primer nombre, pero lo siento ajeno a mí, así que dime Minghao, por favor.

—Por supuesto —lo entendía. Entendía lo que era que te llamarán por otro nombre al que no estás acostumbrado—. A mí me pasa algo parecido, aunque al revés, podría decirse.

—¿Cómo? —soltó una pequeña risa. Era aguda y bajita. Se veía lindo al reír.

—Nací y crecí en China, así que mi nombre es chino, pero a los trece años nos mudamos a Corea y al igual que tú, por comodidad y evitar problemas adopté un nombre coreano: Junhwi. La verdad es que las personas más cercanas a mí simplemente me dice Jun, pero en la escuela siempre me llamaron Junhwi, incluso en mi trabajo soy Junhwi.

Frunció el ceño, viendo al techo como si tratara de recordar algo—. Tu nombre me suena demasiado, ¿no nos conocíamos antes?

—No. O tal vez sí. Yo a ti no te había visto nunca antes, pero tal vez tú a mí me viste. O tal vez tienes a algún otro conocido que se llame igual.

Las líneas en su entrecejo se hicieron más profundas—. Para nada, te digo que me acabo de mudar hace unas semanas, no tengo amigos aquí.

Se encogió de hombros—. Olvídalo, no creo que sea tan importante.

Relajó su expresión y sonrió—. Tienes razón.

Charlaron unos minutos más, tal vez una o dos horas, hasta que coincidieron en que era demasiado tarde, así que estaban en una banqueta esperando a que llegara el taxi que había pedido Minghao.

Puede que no haya regresado a un hotel acompañado de un caliente hombre, pero estaba satisfecho con lo que había pasado. Había platicado toda la noche con un precioso pelinegro de bonita sonrisa y encantadores ojos oscuros. Un chico de cautivadora personalidad y adorable risa. Una perfecta compañía para charlar y desestresarse.

—Entonces... —empezó Minghao—. ¿Me vas a pedir mi número?

Se sintió estúpido por el calor que sintió en sus mejillas. El rostro del otro chico también estaba ruborizado—. Claro, claro —se aclaró la garganta—. Xu Minghao, ¿me daría su número? —preguntó con una expresión solemne en su rostro, extendiéndole su celular desbloqueado en la aplicación de contactos.

Lo tomó para registrar su contacto—. Sólo si prometes invitarme un café —bien, una cita. Era un imbécil, de no haber sido porque Minghao le pidió que le pidiera su número no lo habría hecho. No porque no quisiera, sino porque realmente no había pensado en que no tendría cómo contactarlo después.

—Lo prometo. Te mandaré un mensaje para ponernos de acuerdo.

—Bien —ambos querían reír por sentirse como colegialas con esas sonrisas cómplices. El encuentro terminó cuando el taxi aparcó frente a ellos—. Llegó mi carruaje, nos vemos —no reaccionó a tiempo para regresarle la despedida porque le dio un rápido beso en la mejilla y subió al vehículo.

Regresó a su hogar con el frío traspasando su ropa y la felicidad emanando de él.

A la mierda con conseguir a alguien con quien tener sexo. Había conseguido un número y una cita con el chico más lindo de toda Asia; esa noche ya había ganado más de por lo que iba.

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⏰ Última actualización: Mar 20, 2022 ⏰

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