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Han pasado un mes largo, sumidos en el desesperante y agonizante infierno, uno donde la mente se veía encerrada en un cuadro de dolor y amores desprendidos, inspirados en las constantes dudas y amenazas de un ser que decía llamarse, papa, sólo para confesar una supuesta verdad, que ni en un millón le años diría.

-estás entrenada para matar, ¿como hiciste para no escapar? -pregunta Henrick-.

-Ellos tenían mi azúcar en sangre, lo suficiente baja como para tenerme debil más no para matarme - suspiro repitiendo mi versión-.

-¿Sabes dónde estabas?- pregunta un primer ministro-.

Un ambiente hostil y lleno de impurezas diabolicas, uno donde sentía la presión sofocarme con insisitencia.

-Escuche mar, escuché autos, pude haber estado en altamar todo el tiempo y no supe, mis ojos estaban tapados -suspira- cuando quería ir al baño, era cuando sacaban los audífonos más no me dejaban ver -repito fastidiada tomando de mi agua- ¿ya? -les pregunto- ¿acabaron con su interrogatorio matutino? - les pregunto levantándome de la mesa molesta-.

-Mañana comienzas a disparar de nuevo -avisa mi padre-

Debia ignorar su comentario e irme camino a las escaleras o dejar que su amentolado aliento me quemara la nariz. Aún recuerdo el día que llegue a este infierno, sentía tanta impotencia, que simplemente era inexplicable, como mis deseos de regresar y tener en mis brazos, queria delinear su piel como pincel encima del lienzo, es difícil.

Flashback on
Narra Sahar

Me golpearon, hice cosas de las que no estoy orgullosa.

Cuando desperté: ya están en una camioneta a punto de ser entregada frente a la casa presidencial. Habían muchos medios de comunicación, nadie me había visto. Al llegue frente a la verja de la casa me arrodille, cubrí mi cara con la palma de mis manos, el sol me quemaba la vista.

Estaba llorando, estaba sollozando por el dolor físico que sentía y por todo lo que de atrás, lo que significaba volver a este maldito infierno. Fue cuestión de segundos para que los de seguridad abrieran y me llevarán cargada dentro de la casa.

-Sahar luna -escucho como dice mi padre pero solo podía llorar-.

Quería dejar de llorar pero no podía, simplemente no podía, tenía el pecho presionado, quería a dua, queria besarla y hacerla sentir como la unica estrella en el cielo, quería la vida que estaba teniendo meses atrás y era frustrante volver.

-¿Sahar, me escuchas?- me preguntaba un doctor- ¿que te duele? -me pide que le diga pero un nudo en la garganta, no me dejaba formular una sola palabra-.

-Sahar, debes decirles dónde te duele -me pide Henrick-.

Yo señaló mis costillas y cuando levantan mi blusa ven el moretón gigante que había en ellas.

-Malditos bastardos -gruñe mi hermano- deja de llorar cariño, papá lo solucionará -me dice tratando de calmarme-.

Luego de unas horas estaba en mi habitación, tenía tres días sin dormir y aquí no podría pegar un sueño. No podía y no queria creermelo, estaba en francia, de nuevo, en mi infierno personal. En la maldita monotonía de ser un muñeco de torta.

-Sahar -toca la puerta Henrick- ¿podemos hablar? -me pregunta-.

-Vete por favor -le pido en un susurro-.

-Debemos hablar Sahar -gruñe-.

-No quiero estar en esta cama, no quiero estar en esta casa -gimo de dolor cuando intento sentarme-.

-Entonces ¿donde quieres estar? ¿Dónde no esté tu familia? -me pregunta alterado y es cuando mi otro hermano se acerca-.

-Ya déjala en paz, ¿no vez como está? -le pregunta-.

euphoria 2 [Dua Lipa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora