Capítulo 1.

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Amelia

En cuando entro en el edificio con Andrew, mi hermano mayor, a mi lado, miro a mis alrededores con una mezcla de miedo y curiosidad en mi interior.

Todos y cada uno son diferentes, pero al mismo tiempo, completamente iguales.

Muchos nos miran, bueno no, miran a Andrew.

¿Quién te va a mirar a ti?

—¿Cómo estás? —me giro hacia mi hermano, con su pelo negro y ojos de color avellana iguales a los míos, que me está observando con una sonrisa.

—Eh... —lo miro de reojo, sin saber cómo expresar todo el remolino de sentimientos que tengo en mi interior.

—Amelia, no tienes por qué estar asustada, aquí podrás comenzar de nuevo, ¿vale? Pon la cabeza en alto y enséñales quién eres.

Lo hago, aunque solo sea un poquito, y él me sonríe orgulloso.

—Muy bien, así me gusta. No dejes que nadie vea tus miedos, debes mostrar seguridad.

—¿Y si no la tengo?

—Entonces finge.

—Es más fácil decirlo que hacerlo Andrew.

—Lo sé, pero tienes que hacerlo —asiento con la cabeza antes de que él me abrace con

fuerza—. Me tengo que ir, tengo entrenamiento antes de clase, nos vemos más tarde.

Se gira enseguida antes de que pueda cogerle el brazo para impedir que se vaya, como lo hacía cuando era pequeña.

Le sigo con la mirada antes de respirar hondo y girarme hacia el grupo de personas amontonadas en el pasillo.

Nadie parece notar mi presencia, mejor.

Estoy a punto de entrar a clase, distraída mirando mi horario para ver qué asignatura tengo, cuando me choco con alguien.

Por el impacto casi me caigo, pero por suerte esa persona me coge del brazo para impedir que haga el ridículo. Cuando subo la cabeza llena de curiosidad, mis ojos chocan con unos de color verde tan profundo como el bosque.

Mi corazón empieza a latir como si ya supiera quién es antes de que mi cerebro consiga reaccionar.

—Mira por dónde andas, ¿qué estás ciega? —a nuestro alrededor oigo algunas risitas y por instinto bajo la mirada, avergonzada.

No parece reconocerme, o simplemente ya no le importo.

No me sorprendería.

Me suelto de su agarre con fuerza, mirándole por un momento con lágrimas en los ojos y furia.

Él parece haberse dado cuenta al fin de quién soy, porque justo cuando queria apartar la vista, observo como abre la boca, sorprendido.

—¿Amelia? —ignoro su llamada y lo dejo plantado delante de la puerta.

—¿Estás en esta clase, chico? —le pregunta el profesor cuando aparece, su expresión cambia de confusión a una completamente fría.

—No.

—Pues fuera. —el profesor cierra la puerta en sus narices, molesto para luego girarse hacia nosotros empezando la clase.

Yo miro como detrás de la puerta ahora cerrada, está el chico que una vez fue mi mejor amigo desaparecer finalmente.

Cuando por fin me aparto de todos con mi bandeja llena de comida que no tiene pinta de estar demasiado buena, me siento en una mesa apartada, sola, para comer y esperar a que Andrew aparezca.

Un baile bajo la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora