Una mala noticia

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Añoro esa vida, la que tenía antes que sucediera esto. Ahora me paso horas y horas cara a la ventana, sin hacer nada. Escuchando música de piano y dejando pasar el tiempo. Cada
movimiento, cada soplido, cada hoja caer de los árboles, todo me genera nostalgia. Intento no
cerrar los ojos para no tener que recordar. Quiero olvidar todos aquellos recuerdos que hoy me
tienen apagada.

Que curioso, cuando algo te genera felicidad pero a la vez dependencia. Los recuerdos me
hacían sonreír como hace meses no lo hacía, pero a la vez, no me dejan superar aquello que
pasó.

- Hija, acabo de acostar a Hada.
- Gracias mamá. Estoy cansadísima.
- ¿Por qué no intentas dormir un poco?

Miré a mi madre, ella ya sabía lo que estaba pensando. Pero para que se quedará más
tranquila, le dije que intentaría echar una cabezada. Ambas sabíamos que eso no era cierto, pero
de eso trataba ser madre, protegerse ante cualquier cosa.

- Avísame si necesitas algo, ¿vale?
- Sí mamá.

Antes de irme a la cama, fui a ver a Hada. Es tan pequeña, es como un ángel. Gracias a
esta hermosura, yo seguía cuerda. Hacía dos meses que había podido conocer el mundo, parecía
que me buscaba todo el rato, como si sintiera que algo en mi no iba bien.

Han sido los dos meses más felices y más dolorosos que he vivido jamás. Él no estaba. No
había ni un rastro, ni tan si quiera una señal de que al menos estuviera bien. Volvía de Londres,

debía haber llegado a casa, pero yo no estaba allí. Me dirigía al hospital para tener a nuestra
preciosa hija. Nunca se presentó. Recuerdo a la perfección su voz justo antes de coger el avión:

- Tranquila, todo irá bien. Cuando hayas abierto los ojos, estaré ahí con vosotras otra vez.
Os amo.
- Te esperamos impacientes.

Eso fue lo último que dijo. Sabemos que cogió el avión, pero no sabemos que pasó una
vez pisó tierra española. Ha pasado poco tiempo, pero desde entonces, mantengo los ojos
abiertos todo el tiempo posible, por si vuelve. Sigo esperándole, y así lo haré. Encontraré la forma
de hallar con él, cueste lo que cueste.

Eran las seis de la mañana. Estaba en la comisaría, quería hablar con el Coronel Castro
que lleva el caso de Mario. Hoy no venía a preguntarles si habían avanzado algo en la
investigación, porque todos sabíamos que había desaparecido sin dejar huella ni rastro. Pero creo
que debería ver lo que encontré por la noche en el buzón.

- Buenos días Bela.
- Hola Coronel.
- Siéntese.
- Creo que debería ver esto. Lo encontré ayer por la noche en el buzón. He intentado atar
cabos y buscar alguna respuesta...
- Bela, pare pare. Un momento.
No entendía porque Castro no quería escucharme, era importante que entendiera que esa
carta tiene un significado más grande. Es la carta con la que se declaró.
- ¿Ha dicho que lo ha encontrado en el buzón?

-Sí. Necesitaba tomar el aire, baje al portal y miré el buzón como de costumbre y solo
había una carta. Esta.
- ¿Le suena de algo lo que pone?
- Sí, así se declaró Mario. Y subí corriendo a casa, desarmé todo, y ¿a que no sabe qué?
La carta no estaba, el sobre estaba vacío. Es la carta original.
- Vale, voy a dársela a la científica, a ver si conseguimos algo más de lo que tenemos. Voy
a decirle a un equipo que la acompañe a casa. Ellos estarán de guardia. No se preocupe.
Encontraremos a su marido.

Creo que el Coronel había hecho promesas que le venían grandes. Sé que quería
ayudarme, pero ahora mismo, solo él podía rescatarme.

Cuando llegué a casa, le expliqué todo a mi madre. Ella estaba derrotada. No podía
creerse que yo tuviera fuerzas y esperanza de que esa carta la había cogido él y la había puesto
en el buzón. Pero, si no ha sido él, ¿quién sabía que estaba ahí? Nada tenía sentido. Es como si
estuvieran jugando conmigo. Es como si mi cabeza quisiera hacerme ver cosas que no son. O
igual es la única que entiende que ha tenido que ser él.
Me encerré en el dormitorio. Puse el altavoz que me regaló Mario y seleccioné nuestra
canción favorita. La misma que sonó en el baile de nuestra boda. Me traspasaba, me recorría el
cuerpo. Cerré los ojos y me transportó a aquel día.

El último adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora